Mi
contertulio de tumbona viene hoy indignado.
—En la
terraza de enfrente de mi apartamento —dice— hay colgada una bandera
preconstitucional.
—¿Preconstitucional?
—Sí, ya
sabe, esa del “pajarraco”
Se refiere
sin duda a la rojigualda con el águila negra imperial, flanqueada
por las columnas de “Plus Ultra” y aprisionando con sus garras el
yugo y las flechas que secuestró la Falange y asumió como suya el
régimen anterior.
—Debe
tratarse de un aficionado al fútbol —supongo— que, imitando a
otros, puso en su ventana la primera enseña que tuvo a mano durante
el pasado Campeonato de Fútbol Europeo de Selecciones Nacionales y
se le ha olvidado quitarla.
—No se
trata de quitarla, sino de no ponerla. Hacer ostentación de un signo
que representa un nefasto período político debiera estar prohibido;
opino que debiera haber una ley que prohibiera, y sancionara
debidamente, la exhibición de una enseña anticonstitucional.
—No creo
que sea para tanto. Desde esa perspectiva habría que proceder de la
misma forma con la bandera republicana —opino— omnipresente en
cualquier manifestación de izquierda...
—Pero
esa, en cambio, representa la libertad y la tolerancia de la sociedad
—sentencia—.
—¿También
la de la monarquía parlamentaria? —le hago dudar—. De cualquier
forma, tampoco es constitucional.
—Tiene
usted razón —reconoce—, pero no lo puedo soportar.
—Yo creo
que exagera —le digo—. La verdadera tolerancia es la que admite
«todas» las libertades de expresión, también la que usted
pretende prohibir. ¡No quiera usted decirle a su vecino “lo que le
ponen al puente”!
—¿A qué
se refiere? —pregunta intrigado.
—Es una
vieja frase que se dice por aquí cuando se quiere reprimir una
acción. Parece ser que viene de una anécdota que sucedió después
de la guerra en el barrio sevillano de Triana.
—Pues cuéntemela, si no le parece mal.
—Verá, usted —le cuento—: En
contraste con la Sevilla de la margen izquierda del Guadalquivir,
Triana fue siempre de izquierdas; pero no podía olvidar que formaba
parte de “la tierra de María santísima” ni renunciar a su
sentir cofradiero, por ello, cuando, durante la Semana Santa, sacaban
sus pasos procesionales —La O, La Esperanza de la calle Pureza o El
Cristo de la Buena Muerte (“El Cachorro”)— adornaban las
barandas de su famoso puente con banderas, rojo,gualda y morado de la
República y el sentimiento que experimentaban lo expresaban en sus
cantes de taberna.
Y ocurrió que, acabada ya
la guerra, en “La velá de Santana”, un gitano borracho cantaba
dando tumbos por la calle Betis esta bulería:
Qué
bonita está Triana
Cuando
le ponen al puente
Banderas
republicanas
Inmerso en
su arte y en los vapores del vino, olvidó que se había acabado la
libertad de expresión. No tardó en abordarlo "la secreta" que, con la delicadeza al uso, le obligaron a entrar en
un coche policial.
–¿Dónde me llevan?, preguntó el beodo.
–¡Vamos p´al cuartel de La
Calzada, que allí, "el manoplas" te va a decir “lo que le ponen al puente”».
—Muy
ocurrente pero... me parece una bestialidad la represión franquista.
—Pues
aplíquese el cuento. No se tome a pecho una banalidad como esa. Sea
tolerante y deje que su vecino, como esta criatura que se tuesta
aquí al lado, muestre lo que le dé la gana!
—¡No se
hable más, seguiré su consejo!
Vaya, las cosas que se aprenden cada día. Entonces España ha tenido unas cuatro banderas en menos de un siglo. Supongo que para los más jóvenes, que creen que el mundo fue creado cuando ellos nacieron, no será mayor problema, solo conocerán una. Pero los mayores habrán saludado en sus tiempos a por lo menos dos diferentes, de grado o por fuerza. El problema viene cuando la lealtad prestada a una determinada no cambia aunque lo haga el entorno. Entonces esa lealtad se manifiesta en una especie de rebeldía.
ResponderEliminarA riesgo de ponerme filosófico, puedo anotar que lo que le choca al vecino, ese empeño en poner la bandera del "pajarraco", símbolo de un período "nefasto", para el de enfrente puede ser todo lo contrario, el símbolo de un período "luminoso", y ponerla, un acto heroico.
Asumimos que una bandera representa a una nación, esa es la que se iza en los edificios públicos, la que recibe honores oficiales, pero se nos pasa que una bandera también puede representar a un colectivo, a una institución o a una idea política o religiosa.
En este caso, la bandera del "pajarraco" se entiende que está colgada, no a título oficial, representando a la nación española, sino a título personal, como representativa de las ideas, equivocadas o correctas (depende del punto de vista), de quien la colgó.
Creo que el argumento de "lo que le ponen al puente” es excelente, nadie quisiera que a golpes le enseñen "lo que le ponen al puente" ¿pero por qué estamos entonces dispuestos a que se lo enseñen al otro?
¡Qué hermosa palabra! tolerancia, lo malo es que tiende a ser usada en una sola dirección, como otras, respeto, por ejemplo.
Me viene a la memoria el episodio de La vieja maestra, del libro Don Camilo de Giovanni Guareschi. La anciana maestra pide, en su lecho de muerte, ser sepultada con su bandera que es, desafortunadamente, la de la monarquía. Debatido el problema en el Concejo Municipal, los argumentos en contra son aplastantes, las palabras vuelan, agravio, irrespeto, ofensa, pero al final se impone el respeto a la persona, por encima de las ideologías.
Y así el día siguiente la señora Josefina marchó al cementerio en su féretro, cargado por Pepón, el Brusco, el Pardo y Bólido. Los cuatro llevaban al cuello pañuelos rojos como el fuego, pero sobre el ataúd iba la bandera de la señora maestra.
Giovanni Guareschi, Don Camilo.
Sí, Jenofonte. Las banderas, como las patrias y los himnos, son los motivos abstractos que utiliza el poder para conseguir el autosacrificio de las gentes para ¡vaya usted a saber qué causas!
ResponderEliminarY nosotros nos empeñamos en airear nuestros sentimientos y opiniones sin necesidad como forma de autoafirmarnos o utilizarlos como arma dialéctica.
Yo no tengo patria ni bandera, aunque tengo mis vivencias en lo secreto.
Muy bueno lo de Don Camilo.
Un saludo.
La esencia de las cuestión es esa ¿por qué una bandera diferente de la mía convierte en mi enemigo a quién la pone? Es lo que plantea Guareschi, que escribe en la profundamente dividida Italia de la postguerra. La bandera de la maestra era la del rey, símbolo de una guerra perdida, por eso la resistencia a cumplir con la voluntad de la difunta pero ¿qué es más importante, la bandera o la persona? La respuesta es que la persona, por eso es que en el sepelio lo que importa es la vieja maestra, por encima de su bandera real y por encima de los pañuelos rojos de los comunistas que la llevan a su última morada.
ResponderEliminarEl contertulio se ha fijado en que en el departamento de enfrente hay una bandera que no le gusta, no sabe quién la puso, ignora si es una buena o una mala persona, lo juzga y lo condena solo por la bandera que puso. Vaya, y después, en defensa de la bandera que él considera oficial, legal, única, usa el peor argumento de todos "—Pero esa, en cambio, representa la libertad y la tolerancia de la sociedad —" negando sin apelación la libertad y la tolerancia que afirma su bandera representa.
Jenofonte,en el segundo párrafo, discrepo contigo.
EliminarMe gustaría llevar el tema "Tolerancia" a La Tertulia, pues aquí no es el lugar adecuado para debatir.¿Te parece?
Luís:¿Lo crees oportuno?.
Saludos a ambos.
La Tertulia nació para que todos y cada uno de vosotros pudiera comenzar un tema de debate. No es necesario que yo lo crea oportuno: es vuestro sitio.
EliminarDe manera que ¡adelante, Romero!
Luís, me gusta esta forma amena de tratar el tema de la tolerancia, enlazando el pasado con el presente.Me ha encantado la anécdota del puente de Triana.
ResponderEliminarAhora me voy con tus personajes a participar en estas conversaciones al borde del mar.
Hola,me siento aquí, junto a vosotros, para escucharos, como ayer, y, si me lo permitís, participar en vuestra conversación.
¡ Banderas!. ¡ Cuántas vidas perdidas en su obligada o voluntaria defensa; en el empeño de arrebatar a otros la suya!. Aquí se han librado muchas “guerras de banderas”; una intransigencia cerril que costó la vida tanto a quienes intentaban izarlas como suprimirlas.
Claro que algunas hieren sensibilidades, pero es preferible dejar que el viento y la lluvia de la democracia las convierta en descoloridos jirones, que prohibir lo que, al fin y al cabo, no es más que un símbolo Retirarlas de una ventana o de cualquier sitio visible, no significa que se retire de la conciencia de quienes la exhiben.
Os habéis olvidado de otra modalidad de bandera española: esa que sustituye el “pajarraco”o el escudo constitucional, por el toro –no sé si el de Osborne--, como enseña nacional. Detesto ese folclore nacional-taurino plasmado en la bandera, porque se puede ser muy adicto a la fiesta, --como deja entrever Luís en sus frecuentes metáforas taurinas--, pero sin tomarla como enseña nacional; visto en la bandera del país, me recuerda la “España de charanga y pandereta” de los versos de Machado.
Y, a pesar del rechazo que me provocan las manifestaciones patrióticas, no apruebo las prohibiciones.
Tolerancia, sí; pero esta no implica aceptación; es solo una forma de convivir pacíficamente, reconociendo a todos la libertad de pensamiento y el derecho a la palabra.
Ahora voy a darme un chapuzón.Hoy sopla Poniente y el agua está helada, como a mí me gusta. ¿Me acompañáis, o sois frioleros?.
El problema del poder es cuando le sale gente ordinaria o respondona; entonces le ensucian su juguete con toros y otras cosas, o lo queman o lo vejan. Y deben ir detrás apagando el fuego y manifestando su indignación. Lo que es ridículo, aunque lo vistan de gala sigue siendo ridículo.
Eliminar¡Cuidado, Romero, que hay medusas!
Me están gustando estas conversaciones al borde del mar porque son amenas pero no banales; contadas con tanta naturalidad que me parece estar oyendo a esos dos hombres removiéndose en su tumbona según se anima la conversación; seguro que terminaron por sentarse porque echados no se habla bien.
ResponderEliminarSuelo fijarme en las conversaciones ajenas cuando me resultan interesantes y esta es una de ellas, con un final conciliador:
"—Pues aplíquese el cuento. No se tome a pecho una banalidad como esa. Sea tolerante y deje que su vecino, como esta criatura que se tuesta aquí al lado, muestre lo que le dé la gana!
—¡No se hable más, seguiré su consejo!"
¡Ah!...Creo que el argumento definitivo para la tolerancia fue "la criatura que allí al lado, se tostaba" no sé qué partes de su cuerpo.Eso sí que es estar "al plato y a las tajadas".
El mar tiene esas cosas.
Luís, espero que la playa te siga inspirando.
Un abrazo tostado al sol de la ciudad.