No creo en los movimientos de masas;
en los que se disfrazan de sagrados
objetivos,
en los que prometen paraísos que no
tienen.
Ninguno es espontáneo, como dicen;
son fuerza adocenada por espurios,
son miseria que comercia con miseria,
son ladrones del dolor y de esperanza,
son arma arrojadiza a su pesar.
Por eso, además de escepticismo,
ante esas ONG,s subvencionadas
proclamo mi enérgico desprecio.
Sí creo en el individuo,
que, aunque, atávico egoísta,
busca asegurar su esencia y su
existencia,
es capaz de sorprender con su conducta,
ser autor de la grandeza de
compartirse,
de sacrificarse, de inmolarse por los
otros.
Es la única esperanza, única mano
que puede sacarnos, uno a uno,
del lodazal social contaminado,
de esta basura en movimiento
donde grupos despreciables chapotean.