Desde
mi ventana se ve el jardín.
Al
amanecer la abro de par en par y recibo en la cara la brisa de
levante que
viene preñada de olor a pinos, a adelfas y a clavellinas;
y oigo el murmullo de la fuente y el croar de un rano trasnochador que llora porque su amada no acude a la cita.
y oigo el murmullo de la fuente y el croar de un rano trasnochador que llora porque su amada no acude a la cita.
Una
mañana la vi jugar entre las flores.
Le hice señas, se acercó y se posó en la palma de mi mano.
Y el resplandor de su sonrisa voló alrededor de mi cabeza.
Le hice señas, se acercó y se posó en la palma de mi mano.
Y el resplandor de su sonrisa voló alrededor de mi cabeza.
Quise atraparla para mí, acaparar la magia de sus alas blancas,
pero escapó.
Intenté seguirle
a sus destinos arbitrarios,
meterme
entre las ramas de su bosque,
posarme
en el borde de su estanque,
jugar
en los bucles de su viento...
pero fue un esfuerzo inútil.
pero fue un esfuerzo inútil.
Se me olvidó decir que mi ventana tiene rejas,
lacres
miserables de la edad que
impiden mi deseo de acompañarla,
que cierran mi deseo de libertad.
que cierran mi deseo de libertad.
Y
duele,
aseguro que eso duele.
aseguro que eso duele.
Un
dolor que apenas calmo con penumbra, con
libros, con pinceles y Albinoni,
porque no dejo de añorarla.
Todos los amaneceres la busco a través de los cristales
Todos los amaneceres la busco a través de los cristales
y la veo posada sobre una clavellina rojo sangre.
Y mi alma entra y sale de mi cuerpo prisionero.