Me la dijo un colega
uruguayo, magnífico cirujano, mediocre dibujante y apasionado de la
navegación a vela: “Los chanchos no pueden ser marineros”. Se
refería, obviamente, a la imposibilidad de los cerdos en levantar la
cabeza para mirar las velas, acción imprescindible para navegar. Me
gustó la frase y su sentido y, desde entonces, la suelo aplicar en
múltiples circunstancias del comportamiento humano.
Para la mayoría es bueno
—biológicamente necesario, diría yo,— mirar el terreno que
pisa. El nivel más bajo en que el hombre se mueve es, en cierto
modo, donde asienta su sustento, su seguridad y también las trampas
de la vida; es, pues, vitalmente necesario saber desenvolverse en ese
plano. Otros necesitan algo más; su curiosidad innata dirige su
atención más allá de su narices y buscan en el horizonte signos de
realidades futuras; indagan con la lógica proyectos que la ciencia
se encarga de realizar adelantándolos en el tiempo y llevándolos de
la mano al progreso social.
Pero es la insaciable
ansia de saber la que lo conduce a la inexorable satisfacción de descubrir
lo oculto. Es, entonces, cuando algunos dirigen la mirada arriba,
buscando respuestas a las preguntas de siempre; escrutando un plano
carente de referencias físicas, conceptos comprensibles y razones
manejables; un mundo silencioso, donde reina el misterio y las
angustiosas profundidades insondables. Es la abstracción, una
dimensión donde esta ausente la realidad, la naturaleza que impone
sus principios, el mundo social que encorseta el comportamiento
midiéndolo con leyes imperfectas. El estado perfecto en el que el
alma se manifiesta en su más auténtica expresión: la Libertad.
Hay quien pasa la vida
instalado en los molinos de vientos y se pierden, sin duda, la
inigualable sensación de ver gigantes agresivos moviendo sus grandes
brazos. Yo, como mi sabio colega uruguayo, más que remar prefiero,
tendido en la popa de mi velero, mirar hacia arriba y ver la vela de
la vida hinchada por la brisa de mi imaginación.
Este relato me devuelve tu imagen, nítida, de otros tiempos. Me alegro de que vuelvas a escribir aquí.
ResponderEliminarHoy aprendí una nueva palabra : "Chanchos", y la metáfora de que "no pueden ser marineros" porque no tienen altura de miras. Están condenados a hozar la tierra y gruñir y encontrar placer en revolcarse en el barro. ¡¡Muy bueno !!
Aunque estemos obligados a caminar por la tierra, tenemos la capacidad de alzar la vista y vislumbrar horizontes donde seamos capaces de librarnos de los "corsés" opresores y atrevernos a recorrer espacios de libertad, a formular preguntas y cuestionar modelos impuestos.
"Mirar hacia arriba y ver la vela de la vida hinchada por la brisa de la imaginación".
Excelente relato, Luis. Ahora sé que estás en forma y me alegro mucho.
Un abrazo bergartín con velas de colores.
¡Ay, espero que el abrazo no haya naufragado por escribir erróneamente el nombre del velero!. Quise decir bergantín.
ResponderEliminar¡Mira que tanto recitar de memoria el poema de Espronceda y equivocarme ahora!...
Disculpa.
Ahora sí : un abrazo bergantín .