No
sé porque mi alma anda hoy alborotada. Me apetece acompañarte esta
mañana, en un paseo imaginario por esas calles mágicas del mágico
París.
Seguro
que arreglarías el horario de comidas. Primero tomaríamos el
aperitivo cuando debe ser no a esa hora en la que todos almuerzan y,
para evitar la dificultad de comer a nuestra hora, salvo en
restaurantes para turistas con cocina de baja calidad y a precios
elevadísimos, compraríamos alguna delicatese en ese
restaurante inmejorable que conoces y comeríamos después en los
jardines de Luxemburgo. Luego llegaríamos apresurados al baile
latino que organiza el barrio de Èpinettes al aire libre —deberemos
darnos prisa porque termina a las cinco—, para después disfrutar
de las marionetas para adultos de Mouffetard, donde representan una
obra de Söchbein: ” Si no yo te como”, toda una belleza plástica
por la calidad del arte que aúna las marionetas, el teatro y la
coreografía. Más tarde, pasearíamos de la cintura y te invitaría
a unas cervezas en algún pub con música en vivo para que tu alma se
emborrachase, perdiera escrúpulos, conciencias, lealtades y se
volviera perversa y con ganas de hacer locuras.
El
lunes, mi mente tendría todo brumoso por la borrachera y no sabría
distinguir el sueño de la realidad. Y mi conciencia quedaría
limpia.