Cuando hemos vivido
muchos años, un día topamos con la vejez, nuestra vejez. Nos
damos cuenta que la vida nos queda toda por detrás, que no hay
tiempo ya para proyectar, nadie para conquistar, nada por lo que
merezca la pena aparentar... y piensas: ésto va a acabar. “No
tardará en aparecer la noche en pleno día” —digo en algún
verso—, o en palabras de Benedetti: “Cuando caminas en el filo de
la oscuridad pides socorro al universo inútil”.
Sánchez Ferlosio, en un
“pecio” (a modo de aforismos) de su última obra “Campos de
retamas”, dice que uno de los inconvenientes de la vejez es que
tiene ya las ideas fijas e inamovibles, y aconseja al lector que se
de prisa en actualizarlas antes de la jubilación porque después ha
de soportarlas así hasta el final. No es mi caso personal; la
profesión —la medicina y su entorno— me tuvo entretenido mucho
tiempo y al jubilarme, hace ahora cinco años, dejado de su mano, me
encontré lleno de incertidumbre.
Es verdad que muchos
tienen la certeza de que esta vida tiene trascendencia y, en
consecuencia, siguen viviendo en la esperanza de que, tras la muerte,
continuarán viviendo, esta vez eternamente y plenos de felicidad;
solo tienen que seguir un tipo de conducta que le llevará directo al
paraíso. Otros, en cambio, están plenamente convencidos de que la
vida no es más que un incidente natural, se limita a nacer, crecer,
reproducirse y morir; así de simple, no hay que darle más vueltas;
viven resignados —cuando desesperados— y han de recurrir a la
distracción (no pensar o pensar en otra cosa) y al entretenimiento
(hacer algo banal mientras se espera lo importante) para engañar lo
inexorable. Pero algunos de los que no hemos sido bendecidos con la
gracia de la fe pensamos que la vida es algo más que “creced,
multiplicaos y henchid la tierra”, que, entre las infinitas
posibilidades de no ser nada, el milagro de vivir tiene que tener un
sentido; y llegamos hasta esta edad llenos de dudas. Ahora, tenemos
la imperiosa necesidad de encontrar una respuesta, y debemos buscarla
por nuestra propia cuenta; encontrar nuestra verdad, no solo para
calmar nuestro vértigo existencial, sino para tratar de colmar
nuestra curiosidad intelectual.
En ésa estaba cuando me
encontré con Dios. No con el dios común, el dios de los demás: con
El Mío. Lo había visto de lejos haciendo sus cosas por el barrio
pero no había hablado con Él. Ese día lo abordé y le espeté:
¿Qué es la vida?, tú que lo sabes todo ¿de qué va esto de vivir?
Guardó un memento de silencio y, en vez de responder, me propuso un
trato: “Tu no me haces preguntas cuyas respuestas no puedas
comprender y yo, a cambio, te regalo una emoción, parecida a la
conformidad, con la que vas a poder vivir en paz el resto de tus
días”. Y acepté. Desde entonces tomamos café todos los día y
hablamos de nuestras cosas. Él me está enseñando a mirar la vida
de otra forma; ahora sin prejuicios, sin intereses, sin rencor, sin
deseos... Y de estas nuevas experiencias yo voy tomando notas en lo
que llamo “Apuntes de la vida” que, como es natural guardo en el
secreto de lo íntimo, en la carpeta de lo inédito.
Pero algunos de estos
apuntes salen con cierto aire literario, en forma de relatos,
reflexiones, poemas... Y, como tengo razones objetivas para creer que
pudieran interesar a un hipotético lector, he decidido publicarlos:
es éste libro, “Dibujando con palabras”.
Solo voy a dar alguna
información adicional: Todos los escritos, cortos en su mayoría,
van unidos a una fecha; de forma directa o indirecta su esencia está
referida a un suceso de ese día. Y la forma casi epistolar —de “yo
a “ti”—de algún texto, singularmente los poemas, no reflejan
necesariamente un apunte autobiográfico, aunque todo lo expuesto
corresponde a lo que pienso y lo que siento.
¿Y a qué se debe este
striptease emocional, esta
exhibición de mis carnes literarias?
Pudiera
perseguir beneficios económicos. No es así: el libro lo regalo al
que pueda interesar como generosamente ha hecho conmigo el editor.
¿Por
prestigio quizás? Nada de eso: si no he conseguido fama operando a
enfermos durante más de cuarenta años no lo voy a hacer como un
modesto escritor aficionado.
¿Un
alarde vanidoso, tal vez? Cualquier acto público siempre tiene una
pincelada de vanidad; este también, pero debo añadir que no la
necesito: la gente que realmente me interesa hace ya tiempo que ha perdonado mis defectos.
El
verdadero motivo de la edición y presentación de este libro no es
otro que cumplir una promesa.
Hace
ahora un par de años, un amigo mío presentó en este mismo foro un
libro de poemas en el que yo modestamente colaboré con unos dibujos.
Estaba ya mordido por el cáncer y su cara y su pelo mostraban los
efectos desastrosos de la terapia agresiva que él intentaba
disimular en vano con una gorrilla extraña y una amplia sonrisa
generosa. Cuando me acerqué a que lo autografiara me hizo prometerle
que el próximo libro en editarse fuese mío; él me haría el
prólogo y lo presentaría. No ha podido ser. Murió meses más
tarde, con el verano, lejos del mar como tituló su libro, en su
tierra del Condado de Huelva, una tarde preñada de perfume de viñas
y fandangos. No recuerdo bien si no pude o no quise ir a su entierro
pero sí que hablé con él aquella mañana (leer Fernando).
Queridos
amigos, gracias por dar fe de este cumplimiento de promesa.
Una excelente introducciòn de un libro. Poética, filosòfica, emotiva... Usted escribiò un libro, dejò al aire su cuerpo desnudo porque es un escritor y todo escritor necesita un pùblico. A una edad determinada no se tiene la vanidad de que gente te aplauda pero sì necesitas una determinada gente, mi gente, la que hace que me aùna con ella aùn sin conocerla; la otra, la que la vida me ha concedido tener es la que ha perdonado mis defectos (en palabras suyas).
ResponderEliminarMis felicitaciones, ojalà fuera yo la elegida para tener su obra dedicada.
Si me das tu dirección te envío un ejemplar dedicado (la mantendré oculta).
EliminarGracias por comentar.
Tienes razón en pensar que tu libro puede interesar a "a un hipotético lector". Yo soy uno de ellos.Siempre me fascinó lo que "dibujas con palabras" y te lo he ido demostrando en mis comentarios.
ResponderEliminarUna vez más, te felicito por la forma de anunciar la publicación y por la generosidad de regalarlo.
Espero que no des por terminada tu obra; mientras tu mano no tiemble, mientras tu corazón palpite y sigas "soñando en amarillo" y encuentres la belleza de las jaras blancas...sigue dibujando emociones con tus palabras.
Un abrazo.