Han depositado tu cuerpo
inerte, secuestrado en la madera, sobre la alfombra roja, en el
centro de
la escena; frente al
retablo plateresco y rodeado de silencio. Tu familia más cercana y
tus íntimos amigos, unidos en la desesperanza, en lo imposible ya de
desandar lo recorrido, de deshacer lo inevitable, de volver a envasar
el agua derramada, esperan un rito trasnochado que calme su tristeza,
una palabra que alivie el desconsuelo.
Me cuentan que, harto del
corsé profesional, anhelabas acurrucarte en la promesa de un
horizonte preñado de descanso y de amistad, pero allí solo
encontraste la cornada de la muerte. Y herido en el rincón donde
fracasa la medicina, buscaste la querencia allí donde mamaste
juventud, sabiduría y amor. Allí donde pisaste el suelo embaldosado
blanco y negro de “Las cinco llagas” y respiraste el aire de las
altas galerías donde volaban ayes de pobres desahuciados; allí
donde hoy los padres de la Patria andaluza callan con su voces el
otrora ir y venir de las batas blancas que se cruzaban en
promiscuidad con el frufrú de los hábitos y tocas almidonadas.
Pero, de nada te sirvieron la pericia del ayer, el atril del
prestigio o el oportuno burladero de la fiesta.
Ahora, con el fondo del
histriónico rito del responso, es inevitable que remonte mentalmente
la corriente del río inexorable de la vida buscando lances que
quedaron varados en la orilla. No tardo en encontrarte en un remanso,
tal como te dejé cuando nos separamos. Te veo interpretando el papel
de cirujano que te asignó el gran teatro de la vida, saciando tu
curiosidad por el enigma del diagnóstico y satisfecho con tu
capacidad de manipular el cuerpo humano para burlar la enfermedad.
Enredados entre los juncos están contigo los objetos, los proyectos,
los anhelos, los eventos que, acaso, también lo fueron
míos... pero que ya tampoco existen. Mojado está el aplauso,
podrido el pergamino y ajado el oropel de tu vestido.
En cambio, sí encuentro
intacta tu amistad, tu perseverancia, tu provocador sentido del
humor, la amplitud de tu sonrisa generosa; y he creído que no deben
perecer como los otros. Por eso los recojo con mimo y los alojo en
este modesto e inestable barquito de papel, con la pretensión de que
naveguen por su cuenta río abajo, libre de obstáculos, y
naufraguen, mansamente, en el inmenso mar de los recuerdos.
Nos vemos.
Vuelvo a encontrarte en este homenaje póstumo a un amigo y compañero de profesión. Un texto emotivo y bello en el que aflora tu alma de poeta.
ResponderEliminarVuelvo a encontrar en ti, esa faceta que siempre amé.
Hacía tiempo que el Universo de las redes se había olvidado de tí. Tiempo en que no desapareció esas emociones que, antaño, me llegaron directas por tus textos. Y aquí estoy, ante tu amistad por Eugenio y tu amor por la tauromaquia. Y aquí estoy, embobada una vez màs, con tus letras.
ResponderEliminarBuen trabajo, torero, lo tuyo es pintar sensaciones.