Todo el mundo está
pendiente de un momento. Un año viejo es desplazado por otro que
siempre se supone mejorable. Siento cómo pasa el tiempo, el tiempo
universal, el de los demás, mi tempo; ese tiempo que no supo definir
Tomás de Aquino y que yo, soberbio, me atrevo a conceptuar como la
medida de la evolución, de la existencia. Contemplo en la distancia
imágenes de comportamientos rutinarios, muestras de felicidad
fingida, signos de alegría obligada y no puedo reprimir mi
inveterado desapego a la inevitable cita de un festival impuesto, mi
resistencia a inhalar el perfume que oculta el hedor del egoísmo
dominante, que trata de acallar el clamor obortivo de una
convivencia, la nuestra, que amenaza derrumbarse cuando todavía se
encuentra a medio hacer.
Estamos obligados
—pienso— a vivir en una sociedad que, contra lo que nos dicen, no
depende de nosotros. Algunos, en vez de buscar en su laberinto
rincones de bienestar individual, pretenden domar su evolución para
adaptarla a su criterio y voluntad ignorando que ni el régimen más
opresivo ni el más generoso han logrado dominarla. La historia de la
convivencia es obcecada, puede cambiar de rumbo o de camisa pero
nadie interrumpe su camino. Siempre estuvo ahí, antes de nosotros y
nos pervivirá después.
Y yo tengo dos opciones:
puedo quedarme mirando hacia atrás el tiempo que se aleja, llorando
lo que es inamovible, odiando o añorando lo que ya pasó, tratando
inútilmente de enmendar o revivir lo que ya no es; o tomar en marcha
el tren de la imaginación y, sentado en el sentido de la marcha,
contemplar paisajes nuevos, posibilidades nuevas, con curiosidad pero
libres de rencores y de lágrimas y buscar un sitio al sol de cada
día.
Acabo de entender que
vivir es protagonizar un milagro y que la historia —también la
sociedad— vino y se marchará sin nosotros, a pesar de todos
nosotros.
Han pasado muchos dias desde que lo escribiò, luchas noches y muchos pensamientos, pero la vida sigue con los recuerdos y con las realidades actuales, del presente. No existe pasado porque ya pasò ni futuro porque se ignora existe el hoy, nuestra realidad actual y eso es magia.
ResponderEliminarExcelente reflexiòn, maestro.
Celebro que compartas estas sensaciones. Ya sabes... "el taxi del pasado ya se ha ido y no encuentro la llave del futuro..."
EliminarGracias, Anonymous.