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19 de mayo de 2013

El tiempo

La fugacidad, la vivencia evanescente, la realidad cambiante, exigen la inmediata satisfacción del deseo, enemiga de mi necesario compás del tiempo.
Ese tiempo sin valor que es tirado a la basura del progreso junto a vivencias trasnochadas.
Ese espacio del pentagrama donde se detienen las corcheas y da sentido a la completa sinfonía.
Ese burbujeo de la olla en el anafe que acompaña la postergación del hambre.
Ese sueño de recién nacido que propicia el placentero descanso de la madre.
Esa exhibición natural del lento vuelo del águila poderosa.
Esa detención de ensueño de un lance de Morante.
Esa mirada infinita de unos ojos enamorados.
Esa pausa en la palabra que invita a la comunión intelectual.
Ese deambular sin rumbo para sentir el contacto de su mano.
Esa despedida del sol anaranjado que deja en la frente el beso de su brisa.


Vida: no sé el tiempo que me queda;
me perderé mucho que hacer si no apresuro,
pero ...¡déjame gastarlo en lo que quiera!

7 de mayo de 2013

Seda


—¿Qué hay fuera de la caja, padre?
—Eres muy pequeño para comprender. Cuando seas grande lo sabrás. Mientras tanto, come hojas frescas para que crezcas sano y fuerte.
—¿Pero, para qué lo debo hacer?
—Para que, cuando seas mayor, puedas fabricar tu propio capullo.
—¡Pero, si lo he de hacer de todos modos!
—Sí pero has de hacerlo bien, no todos los capullos son iguales. Hay que conseguir hacerlo grande, resistente, de color original... Para ello deberás ser capaz de fabricar seda fuerte, elástica y de un color brillante, y eso solo se consigue comiendo mucho.
—Pero, ...¡es que me aburro de estar siempre en la caja y comer siempre lo mismo!
—Debes dar gracias por tener un sitio limpio, un techo confortable, sin las inclemencias y los peligros de ahí fuera y por comer diariamente hojas frescas sin tener que molestarte en buscarlas. Además, rodeado de los tuyos... ¿qué más quieres?
—Es que todos los días lo mismo es muy aburrido.
—Piensa en el día de mañana, cuando hagas tu capullo y te transformes en una bella mariposa, y todos admiren tus alas de colores.
—Y ¿qué haré cuando sea mariposa?
—Pondrás muchos huevos, llenarás hasta el techo de la caja y tendrás una enormidad de gusanitos como tú. Después..., saldrás de la caja y volarás junto a Dios.
—¿Dios?
—..Es una mariposa grande, ...bella, la más bellas de todas las mariposas. Sus alas son hermosas, de colores transparentes. Las abre y acoge a todas las mariposas que han cumplido su mandato de construir capullos y poner huevos.
—¿Y, eso es todo?
—¡¿Te parece poco, vivir para siempre contemplando su belleza y esplendor?!
—No sé, ...no sé...
—Sigue comiendo y no seas más pejiguera.

La luz provocadora que filtra el agujero del rincón le llama insistente. Es imposible resistir la tentación. Trepa por la nervadura de la hoja hasta su borde y, en un descuido, alcanza el rincón semitapado de la caja. La curiosidad golpea su abdomen. Asoma la cabeza y sus ojos abiertos de par en par descubren un espacio infinito lleno de luz, de olor y de ruido. Y en la inmensidad, ingentes cantidades de sedas conocidas son amontonadas en cestos gigantescos. Sus hilos entrañables son entrecruzaos por una máquina infernal. No ve mariposas con alas ni almas de gusanos. Solo un enorme niño que juega con capullos de colores.
De pronto, un dedo de gigante empuja su cabeza y cae de nuevo entre las hojas al fondo de la caja. La tapa cubre por completo el rincón de luz. Su cuerpo y su mente continúan en la oscuridad más absoluta.

—...Sigue comiendo, te digo.