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11 de abril de 2019

Jonás



Llueve desde anteayer.
No ha salido, como otras veces, a recibir visitas; se ha quedado en mitad del camino imposibilitado, dolorido, en su intento de correr a saludar.
Jadea, finalmente, desplomado en la yerba húmeda.
La oscuridad no me deja ver su mirada de impotencia, de súplica, de afecto...
La infernal noche que traemos es un augurio; el relámpago ilumina su realidad final inexorable.
Su suerte está echada.

En la mañana le ayudaremos a marcharse definitivamente.
Un dolor común nos envolverá las almas, juntas por última vez.
Después... ¡nada!
Lo enterraremos en un rincón del jardín.
Y los otros deambularán buscando, desorientados.