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24 de noviembre de 2012

No soy gregario.


No creo en los movimientos de masas;
en los que se disfrazan de sagrados objetivos,
en los que prometen paraísos que no tienen.
Ninguno es espontáneo, como dicen;
son fuerza adocenada por espurios,
son miseria que comercia con miseria,
son ladrones del dolor y de esperanza,
son arma arrojadiza a su pesar.
Por eso, además de escepticismo,
ante esas ONG,s subvencionadas
proclamo mi enérgico desprecio.

Sí creo en el individuo,
que, aunque, atávico egoísta,
busca asegurar su esencia y su existencia,
es capaz de sorprender con su conducta,
ser autor de la grandeza de compartirse,
de sacrificarse, de inmolarse por los otros.
Es la única esperanza, única mano
que puede sacarnos, uno a uno,
del lodazal social contaminado,
de esta basura en movimiento
donde grupos despreciables chapotean.  





7 de noviembre de 2012

Árbol de otoño


Me ha llegado el árbol de tu otoño
aquel que, entre la niebla, me anunciabas
aquel de las ramas temblorosas
el del pájaro cantor de la mañana.
Pero éste no es el mismo que describes
no es el árbol desnudo que esperaba
está preñado de colores que emborrachan
asidos a la savia de sus ramas.
Envueltas entre un bosque que se muere
se agarran a la vida con sus garras;
¡cuánto cuesta brotar lo que se siente!
¡cuánto cuesta gritar lo que se calla!
¡cuánto cuesta olvidar la primavera!
¡cuanto cuesta morir cuando se vive!
¡cuánto cuesta no amar cuando se ama!

He cambiado el azul de los estanques,
pinceladas de Monet en mi pantalla,
nenúfares rosados, puentes negros
por los rojos, amarillos, verdes, ocres...,
por el árbol de tu otoño que me mandas.

¿Qué hacemos?


Nos cogieron a traición
Aprovecharon que estábamos borrachos de libertad
y nos colaron una norma emponzoñada.
A socaire de galernas indignadas,
esgrimiendo el poder que les vendimos,
esquilman, impunes, nuestra hacienda,
secuestran nuestra carga de ilusiones,
abrasan nuestra sed de sentimientos
y empeñan nuestros brotes de esperanza.
Y no hay nada que hacer, lo ataron bien.
Se hicieron con la llave del cotarro
y caparon para siempre nuestra opción,
virtual soberanía de un solo uso.
Se ríen, desde entonces,
de nuestra acción bobalicona de votar de vez en cuando,
cuando recogemos, festivos, sus migajas
con vestidos domingueros y niños de la mano.

¿Es la calle lo único que queda entonces,
doncella hermosa, carnal adolescente,
infectada de candor y carente de talento,
propensa al manoseo de viejos verdes,
y objeto arrojadizo del violento?

No.
También la pasividad,
la desobediencia gandiana,
la ignorancia, el desprecio...
¡Miradlos bien!: No son nada;
privados del vestido del poder, que le dimos una vez,
quedan desnudos,
mostrando lo vulgar de su carnada.
Me lo dijo una mañana un veterano.
Étienne de La Boetie, que se llamaba:

“No te hace falta levantar la mano,
no sirvas más y serás libre;
luego verás cómo cae su peso
y se deshace en pedazos su poder”.

Pues eso