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29 de septiembre de 2014

París


No sé porque mi alma anda hoy alborotada. Me apetece acompañarte esta mañana, en un paseo imaginario por esas calles mágicas del mágico París.
Seguro que arreglarías el horario de comidas. Primero tomaríamos el aperitivo cuando debe ser no a esa hora en la que todos almuerzan y, para evitar la dificultad de comer a nuestra hora, salvo en restaurantes para turistas con cocina de baja calidad y a precios elevadísimos, compraríamos alguna delicatese en ese restaurante inmejorable que conoces y comeríamos después en los jardines de Luxemburgo. Luego llegaríamos apresurados al baile latino que organiza el barrio de Èpinettes al aire libre —deberemos darnos prisa porque termina a las cinco—, para después disfrutar de las marionetas para adultos de Mouffetard, donde representan una obra de Söchbein: ” Si no yo te como”, toda una belleza plástica por la calidad del arte que aúna las marionetas, el teatro y la coreografía. Más tarde, pasearíamos de la cintura y te invitaría a unas cervezas en algún pub con música en vivo para que tu alma se emborrachase, perdiera escrúpulos, conciencias, lealtades y se volviera perversa y con ganas de hacer locuras.

El lunes, mi mente tendría todo brumoso por la borrachera y no sabría distinguir el sueño de la realidad. Y mi conciencia quedaría limpia.

10 de septiembre de 2014

Mus



Aún con el sabor del salitre y el ruido de olas me desayuno esta mañana con una serie de noticias supuestamente importantes. Acostumbrado como estoy a la rutina vespertina del mus no puedo abstenerme de jugar una partida con la esencia que destila nuestra prensa, así que me pido de pareja a ese otro yo, escéptico de vocación. Da cartas cualquier diario de tirada nacional, regional o local:

Muere un anciano, de 79 años, al parecer de un infarto de miocardio. Un suceso normal por el que, sin tardar, el mundo oficial manifiesta de forma masiva y ostentosa no solo su desmedida aflicción sino su sorpresa ante un hecho aparentemente insólito. Uno sospecha de la veracidad de tal reacción cuando se debiera ignorar como se hace con otros muchos que, por atavismo vital, lo hacen a diario. ¿Por qué este anciano iba a ser menos mortal y más longevo que los otros? Acaso se puede comprar un corazón nuevo? ¿o un sistema vascular a estrenar? ¿o un filtro renal inalterable? No; la biología nos muestra, una vez más, que somos seres imperfectos y vitalmente insobornables. La muerte nos iguala a todos aunque haya que aplicar aquello de “mal de muchos...”. Pierdo la grande.

Otra carta es la intrascendente noticia de la renuncia de Ana Botella a presentarse a la alcaldía de Madrid en la próximas elecciones municipales. La verdad, Madrid me coge bastante lejos espacial y anímicamente y, como ignoro la capacidad gestora de una persona que, socialmente, solo se conoce como la mujer de Aznar, tampoco me dice nada. Hablan de Aguirre y Cifuentes. No son malos tres pitos pero ya se sabe: “ envidar a chica perdedor de mus”.

¡Hombre, me ha entrado un rey! Stephen Hawking, una de las mayores inteligencias de la historia que malvive encarcelada en el más feo amasijo de carne humana que conozco —¿castigo de Dios?—. Nos dice que “el bosón de Higgs” puede cargarse el universo (desde aquel famoso que atribuyen a Juan no dejan de anunciarnos Apocalipsis). Desde luego, si éste sucede desapareceremos de un plumazo, todos y todas, sin enterarnos de si esto de vivir tiene sentido o es un estúpido accidente. Pero como este rey viene solo no tengo pares.

Otra “macrocausa” de la juez Alaya me llega finalmente. Parece que esta vez está bien enganchado un conocido cacique andaluz. Puede ser un buen juego pero está por ver si le aceptan la instrucción los tribunales competentes (es un decir). Llevo treinta y uno pero voy de postre.

Nos damos mus, compañero.