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16 de julio de 2014

La tarde




El día se va yendo disimuladamente, desparramando reflejos naranjas y violetas hasta esconderse detrás de los riscales de Sierra Morena. El monte empieza a ser dominio de alimañas, las dehesas cierran su despensa a vacas y marranos y las frutas maduran su sabor al aire fresco de las huertas. Las golondrinas y vencejos revolotean la laguna persiguiendo bandadas de mosquitos antes de cobijarse bajo las cornisas y las últimas risas y carreras de chiquillos dan paso al triste silencio de la plaza. Las luces mortecinas nacen tímidamente en las esquinas, y en las ventanas, tras sus gastados visillos que alguna vez fueron encajes blancos de bolillos, se adivinan escenas de vida familiar. En unos momentos, la noche cubrirá con su manto negro toda la vida del valle; ladrará algún perro y los niños oirán cuentos ya sabidos que hablan de promesas, de misterios, de leyendas.