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29 de diciembre de 2010

Lentamente...

Hoy he bebido por última vez el vino de la vida,
lentamente,
a la sombra,
debajo de la parra donde ya estuvimos.
Y he jugado a lidiar el toro negro de mi muerte,
con capote de seda y manos bajas,
lentamente,
emulando lo de Curro, lo de Paula o a Morante de la Puebla.

Y, entre los olés de un tendido imaginario,
te he tomado de la mano
y hemos remontado juntos al cielo de los tiempos,
y hemos planeado como águilas reales,
lentamente,
y, lejos de las cosas de la tierra,
nos hemos vuelto a amar apasionadamente.

Y, después, nos hemos abandonado al viento de levante
que nos lleva hasta el ocaso donde
las almas gemelas esperan,
pacientemente,
la llegada del día del paraíso. 


26 de diciembre de 2010

En el parque

Fatigado, me senté en el banco. El paseo de hoy no es tan placentero como otros días. Pienso que la vejez se nota cada vez más.
Aunque no ha llegado el frío, las infinitas ramas desnudas y la alfombra de hojas pardorojizas anuncian el final del otoño. Apenas unos viandantes cruzan los paseos terrizos buscando sus afanes diarios y allí delante, como cada mañana, posan estáticas las musas marmóreas que esculpiera Benlliure para Gustavo Adolfo. Otro año más...
Se le cayó la bufanda, señor.
Busco la voz. A mi lado, de pié, una mujer me devuelve la prenda con una amable sonrisa.
¡Gracias Señora! Lo voy perdiendo todo por ahí... — digo intentando incorporarme, como me enseñaron.
¡No, por Dios!, no se levante. Yo me sentaré, si me lo permite.
¡No faltaba más!, hágame el favor— le ofrezco el sitio.
Es una dama de edad imprecisa. Su rostro sereno enmarca unos ojos marrones que miran de frente y una boca algo grande de dientes perfectos.
Estoy de paso por Sevilla y no he querido dejar de apreciar su famoso Parque de Maria Luisa. Es hermoso, en verdad, como me decían— manifiesta queriendo abarcar, con un gesto de sus manos enguantadas, todo el derredor.
Así es. Fue un jardín privado donado a la ciudad por sus dueños, los duques de Montpensier, hace más de un siglo— aporto información.
¿Y viene todos los días por aquí?— pregunta como para conversar.
Desde que me jubilé, va a hacer cinco años, no he faltado ni un día.
¿Pues qué le atrae de este lugar?—sigue curiosa.
Durante un momento juego a quitarme una hoja seca del zapato con la punta del bastón, dudando si abrir a una extraña la ventana de mi intimidad.
¡Señora mía!— digo finalmente esbozando una leve sonrisa—, aquí besé a Julia por primera vez y— añado—, de las muchas experiencias que he tenido en la vida, ésta ha sido la más impresionante. Siempre la he tenido presente, pero ahora me cuesta recordarla y necesito este escenario que me ayuda a no perderla.
¿Y qué fue de ella?— se interesa.
No me importa continuar.
Al poco tiempo marchó a Venezuela, con su familia, emigrantes de la postguerra, ya sabe... Pero no pude olvidarla; como canta Alberto Cortéz, aunque me enredé en amores, fui siempre un pájaro herido.
¡No me diga que permaneció soltero!— exclama incrédula.
¡Claro que no!—espeto—. Me casé años más tarde, con una mujer preciosa que me dio tres hijos. La suerte colaboró, pero ella fue la creadora del entorno en que he sido y sigo siendo feliz.
O sea, que ella también vive— quiere saber.
Me invade la ternura cada vez que la refiero.
Sí. Es algo más joven que yo, sigue teniendo unos ojos hermosos y una bondad sin límites. En torno a ella sigue girando mi vida, la de mis hijos y la de mis nietos.
¿Y sabe ella de sus aventuras juveniles?
Por supuesto. Ella lo sabe todo sobre mí.
¿También lo de Julia?
También.
¿Y no tiene celos?
Una paloma se posa sobre el busto de Bécquer. Después otra. Es la única vida sobre el monumento.
No sabría decirle. Sí y no.— comento enigmático y divertido.
¿No podría ser más explícito? Estoy en ascuas.
Amiga mía,— le aclaro—: Julia regresó, años después, en un viaje de estudios; nos reencontramos y no volvimos a separarnos más. Ella y mi esposa son la misma persona.
¡Ahora caigo!—exclama sorprendida—, pero ¿entonces...los celos?
Ella ha ido cambiando con el tiempo, pero yo no. ¡Aquel beso...!
Mi memoria busca con dificultad imágenes únicas, irrepetibles, borrosas... por entre las ramas del roble centenario.
Se hace tarde. No quiero que se alarmen en casa— digo tratando de incorporarme.
La mujer se pone de pié ágilmente y me ayuda a levantarme.
Gracias buena señora— obsequio ajustándome el sombrero.— Y dígame ¿que le trae por Sevilla?
Su mirada profunda me atraviesa y, una encantadora sonrisa se despliega en su rostro perfecto.
He venido a visitarlo. Mejor dicho a quedarme con usted para siempre— susurra suavemente, mientras me ofrece su mano desnuda.
No acierto a comprender...
Su piel es fría como el mármol blanco de Benlliure en esta mañana de otoño. En unos segundos todo es oscuridad... y silencio.

23 de diciembre de 2010

Polución

Corrí a cerrar las puertas de mi sueño
para atesorar el placer que me brindabas
con el roce apenas de tus manos blancas,
pero ya era tarde.
Tu ya te habías ido
...y yo también.



21 de diciembre de 2010

Jota

La partida es triste y silenciosa. Aparentemente es concentración pero, en realidad, voy ausente. Al coronar el green del dieciocho, un sol rojizo se abre paso entre los nubarrones grises antes de caer definitivamente por Trasierra. Casi en penumbra, con apenas cuatro pinceladas de ocre en su tejado, la cancha de prácticas llora su ausencia. Lejos quedan las mañanas soleadas en que adiestraba a los que buscaban una fórmula imposible para enderezar su swing rudimentario, casero, sin futuro...
«¡Pero si es muy fácil! Si, hasta yo, que no tengo estudios, puedo hacerlo.» La ironía de sus frases descubría su inteligencia y su sentido del humor. También su delicadeza y el respetuoso trato a los demás.
Se llamaba Juan José, pero todos le decían “Jota”. Era profesor de golf y murió una tarde fría y lluviosa de diciembre porque la enfermedad se cansó de esperar.
Había nacido en los alrededores de Madrid, como él decía «hace más de treinta años». Siendo niño ya arrastraba bolsas de palos por esos campos de golf. Debía haber trabajado en la construcción, de “pegayesos”, pero pisó el césped buscándose unas pesetas y el puñetero deporte se convirtió en su devoción y en su profesión.
Aprendió a jugar al golf utilizando su imaginación, su picaresca y la generosidad de algún socio magnánimo. Y aprendió a vivir, conociendo cómo son las personas, cómo hay que considerarlas y cómo hay que comportarse. Creía que la honradez y la humildad son el principal patrimonio del jugador de golf.
Pero la vida no fue una partida fácil para él. Con la entereza de su juego iba ganando hoyos en el duro circuito que le tocó jugar, pero en el penúltimo, jugó con la enfermedad traicionera y ninguno de sus magníficos golpes le sirvieron para evitar el doble bogey que lo dejó tocado.
Se rebeló contra el mal y afrontó su último hoyo con una falsa moral envidiable. «¡Esto está superado!— decía. —El único problema que tengo es el de los “piños”. En cuanto me pongan la dentadura y pueda comer se terminó el asunto». Pero no lo decía convencido. Era una angustiosa pregunta en busca de una esperanzadora respuesta médica. Y la Parca, que siempre juega con ventaja, le ganó finalmente la partida.
Dime, Jota, ahora que eres espíritu puro, ¿mereció la pena ser golfista?
Sin duda. Aunque sea de vez en cuando, la sensación de “tocar” bien la bola en el quehacer cotidiano, la borrachera sensorial de vivir al aire libre y la proximidad de gente que quieres, compensan todos los reveses del juego y de la vida. A pesar de todo, ¡es apasionante vivir... y jugar al golf!
Un abrazo, Jota. Ya nos veremos.
¡Seguro!


18 de diciembre de 2010

Tomando café con Dios

He aquí que las nubes me llamaban, la neblina me gritaba y los relámpagos y truenos me apremiaban y me despedían y en la visión los vientos me hacían volar, me levantaban en lo alto, me llevaban y me entraban en los cielos.


Entré en ellos hasta que llegué al muro de un edificio construido con piedras de granizo, rodeado y cercado completamente con lenguas de fuego que comenzaron a asustarme.

Me consumió el miedo y el temblor se apoderó de mí.
 Tiritando y temblando caí sobre mi rostro y se me reveló una visión:
 Vi un trono elevado cuyo aspecto era el del cristal y cuyo contorno era como el sol brillante y tuve visión de querubín.
 Por encima del trono salían ríos de fuego ardiente y yo no resistía mirar hacia allá.

Dios tenía sede en el trono y su vestido lucía más brillante que el sol y más blanco que cualquier nieve;
 ningún ángel podía entrar a verle la cara debido a la magnífica Gloria y ningún ser de carne podía mirarlo.
 Un fuego ardiente le rodeaba y un gran fuego se levantaba ante Él. Ninguno de los que le rodeaba podía acercársele y multitudes y multitudes estaban de pie ante Él y Él no necesitaba consejeros.

 Y las santidades de los santos que estaban cerca de Él no se alejaban durante la noche ni se separaban de Él.
 Yo hasta este momento estaba postrado sobre mi rostro, temblando y Dios por su propia boca me llamó y me dijo:
Ven aquí y siéntate a mi lado.
Avancé temeroso.
¿Prefieres café o té?
Café con leche, si es posible, y con dos terrones, por favor— balbuceé mientras, ya a su lado, me dejaba caer sobre mis posaderas.
¡Qué!, ¿te gusta esto?
 Poco convencional para ti, supongo...
¡Alucinante!, ...pero ésto no puede eser real— contesté.
¡Claro que es real! ¿A que sí, Sariel?— inquirió a uno de sus arcángeles.
Así es, mi Dios— respondió el espíritu puro.
Pero lo que estoy viendo, Señor, es el cielo que describió Enoc, el hijo de Lamec, el séptimo después de Adan.
¿Y?—me animó a seguir Dios, mientras vertía leche blanquísima sobre una magnífica taza de finísima porcelana con café humeante.
Pues que este concepto de cielo está hace mucho tiempo superado. Lo que hoy conocemos como cielo es solo parte de un inmenso espacio inaprensible mentalmente: el universo, que se originó por la brusca expansión de una infinita energía, a su vez producto de una correlación interactiva del calor producido por el movimiento de miríadas de millones de electrones y protones y la enorme atracción gravitatoria de gigantescas masas de neutrones.
¡No me digas!— exclamó irónico Dios, después de sorber lentamente de su taza de té —¿y quién dijo eso?.
Extrañado y algo decepcionado por esta aparente ignorancia divina, ilustré.
Empezó con Newton que dijo que todo lo que ocurría se debía a la ley de gravitación universal. Era la antigua física clásica que se abandonó después que Einstein descubriera los fenómenos ondulatorios de la luz y demostrara que no todos los fenómenos naturales se regían por esa ley. Dijo que era imposible que las interacciones se propagaran instantáneamente y que había que considerar el tiempo como una magnitud: La cuarta dimensión. Es lo que conocemos hoy como física cuántica...
Tranquilo, que te vas a ahogar. ¡Respira, hombre, respira!— cortó Dios arrellanándose en su trono de cristal. Y procedió parsimonioso a encender un “cohiba”.
Sí, ya sé que os habéis vuelto locos prohibiendo todo. Aquí, como no hay contaminación y se hace lo que me dé la divina gana, se fuma; especialmente estos especiales recién liados que me manda Fidel.
Lo observé disfrutando como el que no tiene otra cosa que hacer.
Pues sí. Tienen razón estos chicos— condescendió mientras observaba una ingrávida voluta. —¿Cómo dices que se llaman?... ¡ah sí! Newton, Einstein,Bohr, Heisenberg... Muy interesantes. Aunque hay un tal Steefen Hoking, tullido él, que está enredando a propósito de mi existencia. Ya le daré un tirón de orejas un día de estos.
Pero lo que yo estoy viendo no es compatible con lo que dicen los científicos— manifesté volviendo al tema.
¿Por qué no?— inquirió disfrutando con mi perplejidad.
Las dos cosas no pueden ser verdad— sentencié categórico.
Se puso de pié dignamente y me invitó a levantarme
Amigo mío, ...—dijo poniendo paternalmente su mano en mi hombro— ¡te voy a enseñar cual es la verdad!...

«¡¡¡¡¡Golgolgolgolgolgolgolgol!!!!!».
«¡¡¡¡¡Goooooooooooooooooooooooolllll de Messi!!!!!
Desperté bruscamente. El Barça ganaba al Madrid por cinco a cero (otra manita).
Tardé un buen rato en volver a la realidad, ...a propósito ¿qué realidad?
———————————

Nota: Lo que está en bastardillas es traslación literal del Libro de Enoc.

14 de diciembre de 2010

Alicia

«¡Es que son muy brutos!» Lo decimos las niñas del colegio cuando la profesora nos propone jugar con los niños en el recreo. Solo corren detrás del balón y se golpean entre ellos. Además se ríen de nosotras y nos tiran del pelo. No veo en eso diversión.
Solo Enrique parece distinto. Tiene los ojos azules y el pelo rubio y rizado. Es callado y me acompaña a casa a la salida de clase.
Tampoco entiendo a mis padres, ...¡tienen un despiste!: En vez de muñecas con vestidos me regalan trenes eléctricos y pistolas de plástico. A mí me da igual pero lo que me molesta es que solo tengo pantalones para ponerme. ¡No se dan cuenta de nada! Con decir que, cuando me bautizaron, me pusieron Rafael en vez de Alicia... »
En fin, espero que, con el tiempo, se les aclaren las ideas.



Dictaduras

¡Es alucinante!
Seguimos creyendo que vienen precedidas de carteles y fanfarria.
Seguimos ignorando que se acercan sinuosas cual serpientes que se meten entre sábanas al calor del cuerpo incauto y lo abrazan hasta la estrangulación.
Las vemos en derredor. Son nuestras vecinas que, amables y sonrientes, se acercan a tu puerta a pedir sal.
Y estamos tan campantes: «¡Pero a nosotros no. Precisamente nuestro pueblo ¡nunca se equivoca!»
...¡Fartúscos, que somos unos fartúscos!*


*Palabra cordobesa que se emplea para nombrar con desprecio a los débiles mentales voluntarios.


Morente





Muy corto para un poema,
pero pa una granaína
sin guitarra y al compás
le viene perfecto el tema.

¡Que no hace falta más ná
para cantarle a Morente
mis penas por soleá!

Fue un cantaó diferente,
un payo del Albaicín,
pero por mor de su gente
tuvo malaje al morir.
¡Qué mala suerte, Morente!


12 de diciembre de 2010

Eutanasia

Pase, pase... y siéntese, por favor.
Verá..., he visto el anuncio y...
Sí, nos dedicamos a practicar la eutanasia.
Entonces, ustedes...
Estamos profesionalmente capacitados y oficialmente autorizados para transportar a nuestros clientes al otro lado del abismo como dice nuestro lema: con rapidez, eficacia y precio asequible. Precisamente estamos en fase de promoción y regalamos una grabación del proceso al familiar más próximo.
Bueno, pues... yo vengo a que me eutanasien. Usted me dirá cómo va ésto.
Es fácil, déjese llevar: Como paso previo y según exige el protocolo oficial, debemos disuadirle de su propósito; no se preocupe es puro trámite... Vamos a ver: ¿Por qué ha tomado esta decisión?
Pues le diré: Llevo un año jubilado y, hace unos días, el gobierno, haciendo caso a las presiones de Europa, ha retrasado la edad de jubilación tres años. Todos mis amigos y colegas siguen currando y me encuentro solo. Como estoy sano y me siento con fuerzas todavía, he solicitado reincorporarme en mi empresa, aunque sea sin sueldo, pero no lo han aceptado. En la Universidad Intergeneracional sólo hay viejos dormitando y en el IMSERSO debes tener recomendación para viajar; además te hacen bailar “ Pajaritos por aquí, pajaritos por allá, pim pam, pim pam”. No veo la televisión, porque ya no me excito y, como hablan sin saber y todos a la vez, no me entero de nada de lo que dicen. ¡Estoy desesperado!
Pero, ¡hombre!, algún quehacer interesante que le anime a vivir tendrá usted.
Eso pensé el otro día, cuando le oí a Vargas Llosa que, para él, escribir era vivir. Con cierta ilusión me puse a la tarea y me salió un cuento. Se lo enseñé a mi parienta y le gustó. Me sugirió que lo publicara en internet y así lo hice. Bueno, bueno, bueno..., ¡me dieron hasta en el carnet de identidad! Era lo único que faltaba para mi total hundimiento moral, así que mi decisión es irrevocable.
Bueno, entonces firme aquí. Es el “Consentimiento informado” que nos exime de responsabilidad legal.
———————————

...Y, ahora, ¿cómo quiere que lo liquidemos, perdone el lenguaje coloquial.
No sé..., me coge desprevenido. Como es la primera vez...
Tenemos varias formas para satisfacer los gustos más diversos. El método clásico consiste en asestar un golpe seco entre ceja y ceja con una llave inglesa del nº14; es efectivo pero reconozco su rudeza. La clavada del cuchillo jamonero en la región interescapular tiene fama; lo han llevado al cine en múltiples ocasiones, pero su efectividad no es total y, claro, puede ser molesto. El corte de muñeca en bañera de agua tibia es todo un placer; tiene el inconveniente que siempre queda resto de sangre y, por tanto, conlleva peligro de contagio de un hipotético sida a futuros clientes.
Yo siempre aconsejo el veneno; ¡es tan novelesco, arrogante e intelectual...!
¡Hombre!, puestos a escoger, me haría ilusión irme al otro barrio oyendo sin parar y a toda pastilla “¡Atención, amigo conductor!”, de Perlita de Huelva.
Lo siento pero ese procedimiento no está homologado.
Pues yo quiero “diñarla” así.
Pues aquí no, caballero. Este es un sitio serio y no vamos matando a la gente de cualquier forma. ¡Sólo faltaría que hubiera que ejercer la eutanasia como a la gente se saliera de los cojones!
Entonces adiós.
¡Vaya usted con Dios!

8 de diciembre de 2010

Soledad

 —Tu siempre diciendo que estás cansada de estar sola, sin amigas, aislada y perdida en este inmenso desierto. Yo, en cambio, me siento a gusto, disfrutando de esta soledad. Para desarrollar mi creatividad necesito la ausencia de gente que me aburre con sus conversaciones sin fundamento, triviales e inoportunas.

Esta vez, la roca de calcopirita no le contestó.




3 de diciembre de 2010

Amoríos

Hace algún tiempo robabas
todas las noches mi sueño.
Hoy no te pongo la cara,
de tu nombre no me acuerdo.
¿Donde fue?
¿por qué se fue?
¿quién decepcionó primero?
De aquel amor de verano
solo recuerdo tus manos...
...y la cintura de tu cuerpo.





Mi nieto Carlos

Me despertaron unos pasos menudos
y en la oscuridad... 
—¡Abuelo!
Lo acurruqué en mi cama,
junto a mi corazón.