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25 de noviembre de 2011

Sin título


Anoche dormí en la era
debajo de los luceros
y no pude remediar
cantar, sin saber cantar,
este fandango alosnero:
«Por ti lo he visto llorar,
lágrimas de un hombre entero,
y lo debo consolar;
te tengo que abandonar
con tanto como te quiero.»

15 de noviembre de 2011

Flor de jara


Es ésta una mañana brumosa de un otoño que se nos ha presentado, en plena penuria económica, preñado de augurios que causan desasosiego. Promesas infundadas e imposibles, mentiras gordas como puños, comentarios imprudentes, noticias tergiversadas, opiniones rencorosas, jugadas de trileros, anuncios de catástrofes mediáticas... pululan por doquier.
En la sierra, sin embargo, a la jara del camino le ha nacido una flor. Cuando preparaba su cobijo para soportar los rigores del invierno. Sin que nadie lo esperara, le ha estallado en su ramaje una flor blanca, blanca, como las flores blancas. Sencilla, delicada, con el pelo recogido y los pétalos de su cara lavados con el rocío de la mañana. Y, mientras mueve su cintura esbelta, obsequia al caminante con una sonrisa alegre que llena de colores el gris verdoso de la loma.

¿Cómo es posible que ésto ocurra? ¿Será cosa del cambio climático? ¿Por qué no lo han previsto las encuestas? ¿Qué dice el FMI?, ¿y el BCE?, ¿y los mercados?, ¿y Bruselas?, ¿y la Merkel?, ¿y papá Sarkozy?, ¿lo ignorará Rubalcaba?, ¿irá en el programa ambiguo de Rajoy? ¡Insensatos!, siempre pensando en lo accesorio para hacernos felices a nuestra costa, penando por componer lo que estropearon sin dejar de estropear, sabiendo que se resolverá, porque siempre se resuelve, con, sin y a pesar de ellos. Y en cambio no atienden a lo importante, a lo insólito, a lo que verdaderamente mueve la naturaleza y el mundo.

Pues así ha sido, yo lo he visto. Igual que mi admirado maestro Antonio vio las hojas verdes que le salieron el olmo seco, hendido por el rayo, en su mitad podrido, yo he visto nacerle una flor blanca a una jara gris verdosa, no con las lluvias de abril y con el sol de mayo, sino con el frío brumoso de un noviembre arruinado por la crisis económica y el aburrimiento electoral.

3 de noviembre de 2011

¡Cabrones!


(3-noviembre-11)


Estaba tendido en la camilla aparentemente inconsciente. En su brazo, acribillado por pinchazos de la droga, figuraban tatuadas las siglas COPEL (colectivo de presos en lucha). Era un preso peligroso condenado a treinta años por la violación y asesinato de una niña de once años.

Su respuesta a mi intento de explorarlo fue salir bruscamente de su estado y atacarme de forma inesperada. La rápida actuación de los policías que le escoltaban me libró de su violencia pero no de sus insultos y amenazas. Fue una auténtica odisea poder diagnosticar un proceso agudo y disponer la intervención quirúrgica. Su estancia hospitalaria fue un constante interferir negativamente en sus propios cuidados, amenazando al personal que le atendía. Tuvimos que consentir, contra costumbre, la presencia policial permanentemente a su cabecera. Al alta, respiramos tranquilos sabiéndolo encarcelado.

El suceso, ocurrido hace unos veinte años, lo he recordado al conocer la expresión, "¡Cabrones!", que se le ha escapado a una juez que juzgaba, en la Audiencia Nacional, a unos terroristas etarras acusados de homicidio del que hacían mofa. Durante aquella operación, mientras pensaba en la niña violada y asesinada, a mí también se me escapó la misma exclamación: ¡Pedazo de cabrón!; sin embargo, empleé todo mi conocimiento y experiencia en proporcionarle a aquella alimaña humana la posibilidad de seguir disfrutando su vida miserable.

Quiero argumentar así mi convencimiento de que los sentimientos de personas honestas y comprometidas con su deber social, como la juez, no impiden ejercer correctamente su cometido, actuando con la debida justicia y equidad. Mi comprensión y apoyo para la juez. Y a los etarras: ¡Pedazo de cabrones!, no os merecéis una justicia como la que os están proporcionando.