Páginas

3 de septiembre de 2015

Incomprensión




A lo largo de estos años he adquirido el convencimiento de que la playa donde paso los veranos es un escenario mágico. En ella me encuentro con mi Dios cuando voy solo. En invierno y en verano me acerco a la arena a ofrecer mis pies descalzos al mar inmenso que va y viene y a reconciliarme con el mundo y con la vida. Allí, en soledad, es donde encuentro la conformidad que mi alma necesita. Por eso es mi iglesia, el sitio sagrado de mi culto.

Hoy un suceso abominable ha venido a invadir mi altar sagrado. Un niño inerte, muerto, ahogado, ha irrumpido en un escenario similar. Un crío que, sin saber por qué, ha sufrido la más horrorosa de las muertes. Es difícil encontrar justificación a la conducta humana que ocasiona, permite o ignora un suceso semejante. Tampoco se puede comprender que los que pueden —todopoderosos— se pongan de perfil ante estos hechos. No puedo concebir que la mismas olas que aquí me arrullan puedan, en otra parte, jugar con el cadáver de un ángel inocente que la horrorosa parca ha depositado en el ara sagrada de mi arena. Por mucho que me esfuerzo no puedo apartar su imagen en la visita de hoy a mi santuario; hoy no comprendo; no encuentro hoy conformidad.

Me voy huérfano de paz, confundido, decepcionado y solo... Hoy no he encontrado a mi Dios; no sé si romper con Él o buscarlo en otra parte.


2 de septiembre de 2015

Cosarios



Uno de los agravios comparativos que tenemos los jubilados —además de la carencia de salud, juventud y belleza— es que todo nuestro tiempo es vagar aburridos, sin hacer nada de provecho y, ¡claro!, así carecemos de ilusión para disfrutar vacaciones y días de asuntos propios (disculpen la ironía). Llevo dos meses en la playa donde vine huyendo del calor y aquí me encuentro todavía, desconectado de la vorágine ciudadana, el fútbol, la política, la economía y ...en fin de todo aquellas vivencias desagradables tan necesarias para ir tirando. Solamente me llega algún comentario al respecto a través de esa mensajería comunitaria que llaman “whastaaps” del que deduzco la perplejidad que está ocasionando en la ciudadanía las primeras iniciativas políticas de los gobiernos social-populistas conformados recientemente. Dicen que han empezado a quitar crucifijos, retirar cuadros de arcángeles, cambiar nombres de calles y paralizar obras que, a pesar de estar legalmente autorizadas, no son de su agrado ideológico sin que, al parecer, ninguno de ellos haya empezado aún a aplicar alguna de las medidas de calado social que anunciaban de inminente e imperiosa necesidad. Esto me hace recordar una divertida anécdota que le sucedió hace tiempo a un cosario de mi pueblo.

Para los que no sepan qué es un cosario —se suele confundir con “corsario”, que es otro concepto— le ilustraré que es (era) un señor que hacia encargos en la ciudad por cuenta de las gentes de los pueblos; era un llevar y traer, comprar y vender, hacer, entregar..., nada específico: hacía cosas —de ahí lo de “cosario”— encargadas por vecinos del pueblo; naturalmente en el cobro iban incluidos los gastos del viaje, estancia y necesidades personales. Solían juntarse de varios pueblos cercanos para ayudarse mútuamente, abaratar la gestión y hacer el viaje más ameno. 

Pues cuentan que, en una ocasión, madrugaron más de lo conveniente y cuando llegaron a la ciudad estaba todo cerrado; ni tiendas ni bares, ni mercado, ni oficinas estaban disponibles.Tenían necesariamente que esperar y, ante la inesperada perspectiva, al cosario de mi pueblo se le ocurrió la brillante idea de no perder el tiempo: “vámonos de putas y así tenemos ya esa tarea adelantada”.

Pues... eso. Seguramente todos los organismos están cerrados por vacaciones y nuestros cosarios políticos está haciendo "sus cosas" para no perder el tiempo.