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3 de septiembre de 2015

Incomprensión




A lo largo de estos años he adquirido el convencimiento de que la playa donde paso los veranos es un escenario mágico. En ella me encuentro con mi Dios cuando voy solo. En invierno y en verano me acerco a la arena a ofrecer mis pies descalzos al mar inmenso que va y viene y a reconciliarme con el mundo y con la vida. Allí, en soledad, es donde encuentro la conformidad que mi alma necesita. Por eso es mi iglesia, el sitio sagrado de mi culto.

Hoy un suceso abominable ha venido a invadir mi altar sagrado. Un niño inerte, muerto, ahogado, ha irrumpido en un escenario similar. Un crío que, sin saber por qué, ha sufrido la más horrorosa de las muertes. Es difícil encontrar justificación a la conducta humana que ocasiona, permite o ignora un suceso semejante. Tampoco se puede comprender que los que pueden —todopoderosos— se pongan de perfil ante estos hechos. No puedo concebir que la mismas olas que aquí me arrullan puedan, en otra parte, jugar con el cadáver de un ángel inocente que la horrorosa parca ha depositado en el ara sagrada de mi arena. Por mucho que me esfuerzo no puedo apartar su imagen en la visita de hoy a mi santuario; hoy no comprendo; no encuentro hoy conformidad.

Me voy huérfano de paz, confundido, decepcionado y solo... Hoy no he encontrado a mi Dios; no sé si romper con Él o buscarlo en otra parte.


2 comentarios:

  1. Hoy el mar no nos arrulla;nos grita, nos sacude la conciencia, devolviéndonos los seres inocentes que abandonamos a su suerte cuando llaman a nuestra puerta huyendo de guerras y miserias. Este es nuestro mundo y no vale mirar para otra parte.
    Compartiendo sentimientos, un abrazo.

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  2. la misma arena que acaricia nos da una bofetada trayendo a un nene muerto. Como dice Fanny nos sacude las conciencias gritàndonos, porque el mar —para usted y para mi— es nuestro altar sagrado. Por lo que escibe yo dirìa que es mi sosias. Sentimientos comunes en lugares lejanos.
    Un saludo.

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