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16 de diciembre de 2014

Podemos


Despertamos.
Nos sacaron de la mano a pasear y nos enseñaron un paisaje nuevo de vida y libertad.
Nos dejamos conducir ilusionados a un lugar desconocido donde, nos dijeron, brotaba la alegría de vivir en amor y compañía.
Donde era evidente la comprensión de vivir en sociedad.
Nos contaron que la bondad natural de los humanos haría innecesario el corsé de la ley dictada.
Que no echaríamos en falta la generosidad porque no habría necesidad que atender.
Que seríamos dueños de diseñar nuestra vida en común.

Pero nos ocultaron la verdad.
No nos dijeron que el egoísmo natural camparía por sus respetos.
Que seríamos pasto de la codicia de los listos.
Nos parasitaron.
Camuflaron la macabra estructura que forjaron para solver de nuestro esfuerzo su propia supervivencia.
Y nos sentimos estafados.
No solo despojaron nuestra hacienda, también nos azuzaron los unos a los otros obligándonos a viajar en partidos enfrentados.

Ahora, ya instalados, vienen a salvarnos.
A uniformarnos en defensa de caducados intereses.
Recrean un mundo que confunde la igualdad con la equidad.
Diseñan sendas fracasadas para imponer conductas dirigidas.
Y el precio es la libertad.
Nuestros hijos crecerán de nuevo en un mundo mil veces repetido.
Donde comportamientos zombis pasearán en un patio carcelero al sol de la mañana.
O sentados a la sombra protectora del Estado como locos drogados que miran sin ver la realidad.
Tapiarán la única ventana que tiene el alma de verse libre del claustro social que la atenaza.
Tendremos que volver a soñar.
El sueño es la única ilusión del que no tiene esperanza.






11 de diciembre de 2014

Eutanasia




Aunque no te lo pueda decir,
si alguna vez me miras al fondo de los ojos y no me ves
es que no estoy allí,
me he ido de mí no sé dónde...
Entonces líbrame del cuerpo inútil
que me tendrá atado al dolor, al fetichismo y al absurdo
para que mi alma limpia y eterna
pueda volar para siempre en el recuerdo.







29 de septiembre de 2014

París


No sé porque mi alma anda hoy alborotada. Me apetece acompañarte esta mañana, en un paseo imaginario por esas calles mágicas del mágico París.
Seguro que arreglarías el horario de comidas. Primero tomaríamos el aperitivo cuando debe ser no a esa hora en la que todos almuerzan y, para evitar la dificultad de comer a nuestra hora, salvo en restaurantes para turistas con cocina de baja calidad y a precios elevadísimos, compraríamos alguna delicatese en ese restaurante inmejorable que conoces y comeríamos después en los jardines de Luxemburgo. Luego llegaríamos apresurados al baile latino que organiza el barrio de Èpinettes al aire libre —deberemos darnos prisa porque termina a las cinco—, para después disfrutar de las marionetas para adultos de Mouffetard, donde representan una obra de Söchbein: ” Si no yo te como”, toda una belleza plástica por la calidad del arte que aúna las marionetas, el teatro y la coreografía. Más tarde, pasearíamos de la cintura y te invitaría a unas cervezas en algún pub con música en vivo para que tu alma se emborrachase, perdiera escrúpulos, conciencias, lealtades y se volviera perversa y con ganas de hacer locuras.

El lunes, mi mente tendría todo brumoso por la borrachera y no sabría distinguir el sueño de la realidad. Y mi conciencia quedaría limpia.

10 de septiembre de 2014

Mus



Aún con el sabor del salitre y el ruido de olas me desayuno esta mañana con una serie de noticias supuestamente importantes. Acostumbrado como estoy a la rutina vespertina del mus no puedo abstenerme de jugar una partida con la esencia que destila nuestra prensa, así que me pido de pareja a ese otro yo, escéptico de vocación. Da cartas cualquier diario de tirada nacional, regional o local:

Muere un anciano, de 79 años, al parecer de un infarto de miocardio. Un suceso normal por el que, sin tardar, el mundo oficial manifiesta de forma masiva y ostentosa no solo su desmedida aflicción sino su sorpresa ante un hecho aparentemente insólito. Uno sospecha de la veracidad de tal reacción cuando se debiera ignorar como se hace con otros muchos que, por atavismo vital, lo hacen a diario. ¿Por qué este anciano iba a ser menos mortal y más longevo que los otros? Acaso se puede comprar un corazón nuevo? ¿o un sistema vascular a estrenar? ¿o un filtro renal inalterable? No; la biología nos muestra, una vez más, que somos seres imperfectos y vitalmente insobornables. La muerte nos iguala a todos aunque haya que aplicar aquello de “mal de muchos...”. Pierdo la grande.

Otra carta es la intrascendente noticia de la renuncia de Ana Botella a presentarse a la alcaldía de Madrid en la próximas elecciones municipales. La verdad, Madrid me coge bastante lejos espacial y anímicamente y, como ignoro la capacidad gestora de una persona que, socialmente, solo se conoce como la mujer de Aznar, tampoco me dice nada. Hablan de Aguirre y Cifuentes. No son malos tres pitos pero ya se sabe: “ envidar a chica perdedor de mus”.

¡Hombre, me ha entrado un rey! Stephen Hawking, una de las mayores inteligencias de la historia que malvive encarcelada en el más feo amasijo de carne humana que conozco —¿castigo de Dios?—. Nos dice que “el bosón de Higgs” puede cargarse el universo (desde aquel famoso que atribuyen a Juan no dejan de anunciarnos Apocalipsis). Desde luego, si éste sucede desapareceremos de un plumazo, todos y todas, sin enterarnos de si esto de vivir tiene sentido o es un estúpido accidente. Pero como este rey viene solo no tengo pares.

Otra “macrocausa” de la juez Alaya me llega finalmente. Parece que esta vez está bien enganchado un conocido cacique andaluz. Puede ser un buen juego pero está por ver si le aceptan la instrucción los tribunales competentes (es un decir). Llevo treinta y uno pero voy de postre.

Nos damos mus, compañero.


16 de julio de 2014

La tarde




El día se va yendo disimuladamente, desparramando reflejos naranjas y violetas hasta esconderse detrás de los riscales de Sierra Morena. El monte empieza a ser dominio de alimañas, las dehesas cierran su despensa a vacas y marranos y las frutas maduran su sabor al aire fresco de las huertas. Las golondrinas y vencejos revolotean la laguna persiguiendo bandadas de mosquitos antes de cobijarse bajo las cornisas y las últimas risas y carreras de chiquillos dan paso al triste silencio de la plaza. Las luces mortecinas nacen tímidamente en las esquinas, y en las ventanas, tras sus gastados visillos que alguna vez fueron encajes blancos de bolillos, se adivinan escenas de vida familiar. En unos momentos, la noche cubrirá con su manto negro toda la vida del valle; ladrará algún perro y los niños oirán cuentos ya sabidos que hablan de promesas, de misterios, de leyendas.




23 de junio de 2014

La zanja


        Las urracas y los cuervos se encargaron ayer de difundir la urgente convocatoria y el mensaje ha llegado hasta el último confín. Panteras, cormoranes, cocodrilos y jirafas; águilas, culebras, ratones y tarántulas; avestruces, gatos, periquitos y pirañas; esperan, expectantes, la aparición de sus representantes en el claro luminoso de la selva.
     Poco a poco, los diversos investidos van apareciendo y ocupando su lugar en la explanada. Se hace esperar el león soberano que, con andares perezosos, asienta sus posaderas en la roca preferente. Callan los murmullos y a un gesto suyo vuela un papagayo a la rama de oradores.
      —Majestad león; elefantes del senado; galápagos, serpientes, hienas, rinocerontes y gaviotas diputados: Nos hemos reunido hoy en asamblea para conocer, juzgar y, en su caso, sancionar un hecho lamentable que atenta gravemente nuestra convivencia. Uno de nosotros ha violado gravemente nuestra ley y es preciso resolver inmediatamente este atentado que pone en peligro seriamente nuestro pacífico comportamiento y en entredicho nuestra sagrada institución.
    —¡Traed al infractor! —ordena el león a dos leopardos idénticos que esperan, atentos, en la espesura.
     Con gran expectación, entra en escena un conejo gris que, apesadumbrado y temeroso, colocan en medio del foro.
     —Prosigue— manda el león al papagayo.
    —Como saben sus señorías, después de un período de infaustos recuerdos en que en nuestra querida selva dominaba la anarquía, nuestro amado rey y un grupo de expertos diseñaron y promulgaron una ley que ordenaba nuestra convivencia. Esa ley dice: “Ante la caprichosa arbitrariedad con que los animales y animalas de la selva eligen el sitio idóneo para defecar y, en consecuencia, la abundancia de heces esparcidas por doquier con el consiguiente hedor, peligro de infección y mala imagen ante espectadores forasteros, este consejo rector ha habilitado a lo largo de la selva una zanja, de dos metros de ancho y uno de profundidad, para que todos su habitantes —sea cual sea su especie y distinción— defequen en ella, a fin de mantener limpio el espacio vital común.” Pues bien, este ridículo conejo, en un alarde antisistema, ha infringido voluntariamente esta sagrada norma y “se ha cagado” —permitan la vulgar expresión— fuera de la zanja.
       Un murmullo de sorpresa y desaprobación se adueña del foro y voces de violencia arengan incitando al linchamiento.
     —¡Silencio! —ordena el león, con su rugido intimidatorio— Les recuerdo que éste es un estado de derecho que nos obliga a escuchar al acusado y valorar sus argumentos. ¡El conejo tiene la palabra!
      —Con todo respeto, rey león —habla el conejo, con voz apenas perceptible—; yo soy un animal disciplinado y he acatado siempre con agrado la norma de la selva pero, sintiéndolo mucho, no volveré a cagar dentro de la zanja.
        —Pero, ¿por qué esa rebelión?, ...si puede saberse —inquiere, magnánimo, el poderoso.
      —Verá usted, señor: Hace unos días fui a dar de cuerpo a la zanja como era habitual. En mitad de la faena se puso a hacer lo mismo, allí a mi lado, un gorila de dos metros; se nota que, la noche anterior, se pasó de hojas frescas, bayas y abundantes frutas maduras que da el tiempo y evacuó una impresionante cantidad de heces semilíquidas acompañadas de altisonantes y olorosas manifestaciones de sonido. Pues bien, a la conclusión me miró de ladillo y me preguntó: “¡Conejo, ¿tu sueltas pelusa?”; yo, ante la capciosidad de la pregunta respondí perplejo: “¡Claro que no!”. “Entonces...”, dijo mientras alargó su enorme brazo, me cogió con su manaza y restregó mi lomo por su angosto y hediondo periné.
     Un silencio sepulcral se hace en la asamblea, después, un creciente rumor de opiniones divididas; y una voz de simio se eleva sobre el rumor.
   —Eso ha sido un suceso puntual, y hasta cierto punto, justificado, que no invalida nuestra perfecta ley.
    —¿Suceso puntual dices —contesta otra más queda de una ardilla—, a mí me ocurrió lo mismo, y a la gata, y a la nutria, y al visón, y a la comadreja, y al sisón, y al hurón..., solo se ha librado el puercoespín.
       Voces de indignación dominan ahora la solana mientras atruenan los aplausos de la sombra.
     —¡Silencio! —ruge el león, inapelable. No voy a tolerar la más mínima indisciplina. Como en otras ocasiones, crearemos una comisión que estudie el caso y eleve un informe ponderado para proceder a la solución más conveniente. ¡Se levanta la sesión!
       Mientras todos entran en el bosque, el león, con respiración cansada y mirada vidriosa comenta por lo bajo a un cachorro de su especie, de gran alzada, escasa melena, grandes mandíbulas y largo rabo penachudo que permanece atento a su vera.
    —Hijo: encargate tu del tema. A mí me coge ya viejo y aburrido.

18 de junio de 2014

"Chanchos"




Me la dijo un colega uruguayo, magnífico cirujano, mediocre dibujante y apasionado de la navegación a vela: “Los chanchos no pueden ser marineros”. Se refería, obviamente, a la imposibilidad de los cerdos en levantar la cabeza para mirar las velas, acción imprescindible para navegar. Me gustó la frase y su sentido y, desde entonces, la suelo aplicar en múltiples circunstancias del comportamiento humano.

Para la mayoría es bueno —biológicamente necesario, diría yo,— mirar el terreno que pisa. El nivel más bajo en que el hombre se mueve es, en cierto modo, donde asienta su sustento, su seguridad y también las trampas de la vida; es, pues, vitalmente necesario saber desenvolverse en ese plano. Otros necesitan algo más; su curiosidad innata dirige su atención más allá de su narices y buscan en el horizonte signos de realidades futuras; indagan con la lógica proyectos que la ciencia se encarga de realizar adelantándolos en el tiempo y llevándolos de la mano al progreso social.

Pero es la insaciable ansia de saber la que lo conduce a la inexorable satisfacción de descubrir lo oculto. Es, entonces, cuando algunos dirigen la mirada arriba, buscando respuestas a las preguntas de siempre; escrutando un plano carente de referencias físicas, conceptos comprensibles y razones manejables; un mundo silencioso, donde reina el misterio y las angustiosas profundidades insondables. Es la abstracción, una dimensión donde esta ausente la realidad, la naturaleza que impone sus principios, el mundo social que encorseta el comportamiento midiéndolo con leyes imperfectas. El estado perfecto en el que el alma se manifiesta en su más auténtica expresión: la Libertad.

Hay quien pasa la vida instalado en los molinos de vientos y se pierden, sin duda, la inigualable sensación de ver gigantes agresivos moviendo sus grandes brazos. Yo, como mi sabio colega uruguayo, más que remar prefiero, tendido en la popa de mi velero, mirar hacia arriba y ver la vela de la vida hinchada por la brisa de mi imaginación.

4 de junio de 2014

Abdicación



(Porque viene a pelo he querido actualizar mi anterior escrito, “Pesadilla”, publicado en este blog el 9-abril-13).

     Aprovechando la abdicación de mi padre y como respuesta atávica a un maléfico destino quieren volver a echarnos del reino. La izquierda política, aprovechando el “buenismo” inoperante del gobierno de derechas, azuza a sus podencos sociales y echa carnaza informativa a sus altavoces mediáticos para colocarnos al borde del abismo. Ya olvidaron su generosidad al compartir con ellos un poder que solo a él correspondía. También olvidan que su escenificación del 24F les permitió tapar a todos sus vergüenzas y seguir mangoneando. Ahora que, viejo y maltrecho, pide su merecido descanso quieren quitarle su heredad de una forma cobarde y torticera. Claro que él tiene parte de culpa; no ha aprendido que la jodienda campechana acarrea nefastas consecuencia y ha vuelto a caer en la trampa populista. Ya no hay arreglo; por mucho que balbucee arrepentimiento público, ni la sociedad iconoclasta ni los intereses espurios han de perdonar sus estúpidos deslices. Mi madre, deshonrada y cansada, oculta su indignación huyendo inútilmente de su propia sombra, buscando un sentido digno por esos mundos de Dios. ¿Y mis hermanas...?, ¡qué decir de mis hermanas! Una lamiéndose las heridas de un error y la otra envuelta en la vorágine de otro.
        Una multitud vociferante espera fuera; enarbola, ansiosa, su bandera tricolor esperando, como buitre carroñero, la consumación de una vieja venganza largamente esperada. Copan, divertidos, las primeras filas para no perderse el espectáculo de una reposición actualizada de “La toma de la Bastilla” mientras otros, escondidos, aguardan para repartirse los despojos. Algunos, alarmados, miran hacia mí tal vez buscando un asidero donde amarrar sus destinos o procurando un puerto estabilizador de sus propias singladuras. Pero ¿qué puedo hacer? Han descubierto mi flanco débil —ya me lo decía mi madre—; de entre todas las vírgenes de sangre azul, dispuestas y atraídas por mi edad de merecer, tuve que elegir una flaca locutora, plebeya ella, que pese a su aparente juventud hacía tiempo que había despertado a esto de vivir, una “progre” intelectual que creía que reinar era hacer un reportaje para el telediario; y la metí en un lío incomprensible para ella. Tampoco la entendieron en mi entorno; incluso yo tuve mis dudas cuando le salió un primo que mamó la mala leche familiar, aireando sin pudor y sin piedad confidencias íntimas que ensuciaron su decencia. Y no es todo: la chusma que me rodea con ademanes amenazadores aún no sabe si voy a ser capaz... No puedo soportar más esta horrible situación; solo tú, pequeña rana, puedes hacerme despertar de esta pesadilla que me tiene atrapado en esta larga madrugada.
            Me despierta un beso suave en mi mejilla y un enorme bienestar invade mi alma atribulada. Un amanecer primaveral se refleja en la inmensa tranquila y perfumada charca. Con la barriga amarillenta sumergida entre los juncos y la yerba fresca de su orilla contemplo una estilizada libélula que extiende las vidrieras de sus alas y trata de posarse en mi mantel de desayuno. A mi lado, mi verde salvadora me mira con sus ojos saltones e inflando su garganta. Tengo que agradecerle su gesto y expresarle lo feliz que me siento.
—Croar, croar, croar... —le digo.
—Croar... —comenta ella.

21 de mayo de 2014

Mis días


Para mi no existe el calendario.

No hay fiestas coloradas de almanaque que otros tratan de imponer en el camino de la vida. 

No hay fechas memorables de mártires y vírgenes ni fardos arrastrados de anhelos y fracasos.

Para mi solo hay recuerdos escogidos, disfrute de momentos que me da el hoy y elegir mi plato preferido en la carta de mañana.

No hay proyectos de viajes a recónditos lejanos buscando fantasías o huyendo de mi sombra.

Solo contar con el abrazo diario de los míos, encontrar la mirada cómplice de mis amigos, contemplar una vez más la belleza de mi entorno y emborracharme con la risa franca de mis nietos.

Dicen que hay más, ...más no sé dónde.








11 de mayo de 2014

¿Ser o no ser?



Llega un día cualquiera en que te topas con la vejez.
Has estado ocultándola al pensamiento y apartándola de tu existencia pero, finalmente, se sienta a tu lado y juega contigo al dominó.
Es cuando comienzan a asaltarte eternas preguntas sin respuestas, cuando bebes en la angustia existencial de “¿de qué va ésto?”
Entonces buscas el rincón de la más secreta soledad, abres la carpeta ajada del recuerdo donde has ido guardando, como vienen, los recortes de tu existencia, y encuentras imágenes sepias, ideas sin corregir y sentimientos olvidados que tratas de ordenar para descifrar la urdiembre de tu esencia, para descubrir si tu vida, al fin, tuvo sentido.
Para que, al menos, a falta de la faz bobalicona del que espera una utopía, no te vayas para allá con la perplejidad del gilipollas.




  

19 de enero de 2014

Mariposa


Desde mi ventana se ve el jardín.
Al amanecer la abro de par en par y recibo en la cara la brisa de levante que viene preñada de olor a pinos, a adelfas y a clavellinas;
y oigo el murmullo de la fuente y el croar de un rano trasnochador que llora porque su amada no acude a la cita.

Una mañana la vi jugar entre las flores. 
Le hice señas, se acercó y se posó en la palma de mi mano. 
Y el resplandor de su sonrisa voló alrededor de mi cabeza.

Quise atraparla para mí, acaparar la magia de sus alas blancas, 
pero escapó.
Intenté seguirle a sus destinos arbitrarios,
meterme entre las ramas de su bosque,
posarme en el borde de su estanque,
jugar en los bucles de su viento...
pero fue un esfuerzo inútil.

Se me olvidó decir que mi ventana tiene rejas,
lacres miserables de la edad que impiden mi deseo de acompañarla, 
que cierran mi deseo de libertad.

Y duele, 
aseguro que eso duele.
Un dolor que apenas calmo con penumbra, con libros, con pinceles y Albinoni,
porque no dejo de añorarla.

Todos los amaneceres la busco a través de los cristales
y la veo posada sobre una clavellina rojo sangre.

Y mi alma entra y sale de mi cuerpo prisionero.