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15 de mayo de 2022

Los patios cordobeses


“Ambientazo este sábado en los patios de Córdoba”. Con este titular señala el periódico un acontecimiento que, a su juicio, debe hacer sentirse orgullosos a los cordobeses. ¿De qué estamos hablando para que, en un escenario mundial prebélico, seamos, supuestamente, el escaparate del mundo en belleza floral? 

    Los patios cordobeses no son jardines privados de casas señoriales, sembrados de árboles frondosos, arriates perfumados y fuentes lujuriosas con peces de colores, que ocupa en exclusiva el habitante poderoso. Los patios cordobeses son, esencialmente, el estar común de casas de vecinos, espacios habitacionales de gente humilde que vive hacinada en habitaciones empotradas y necesita una oportunidad de respirar y mirar el cielo aunque sea de forma compartida. En esos patios conviven familias diferentes; friegan platos, lavan, tienden y planchan ropa, también se sientan a charlar mientras toman el fresco en el verano, juegan los niños, riñen los mayores, se enamoran los jóvenes y comparten obligadamente sus circunstancias y secreta condición. Todos colaboran a su modo plantando vida en las paredes, único terreno cultivable que pueden dedicarle; son plantas como ellos: humildes, fuertes, repetidas, que se agarran a la vida y florecen orgullosas cada primavera anunciando que, aún en la escasez, siempre hay resquicios de esperanza y alegría; señalando que merece la pena vivir cualquier momento y en cualquier parte. 

    Patios, casas y vecinos forman un conjunto cuyas partes, separadas, carecen de sentido. Un conjunto seriamente amenazado por el progreso que hace incompatible el bienestar social con la permanencia del núcleo vital que origina y mantiene la escena floreada. Es, por tanto, necesario habilitar fórmulas para que, conservando solo el escenario, no se pierda en la memoria esta forma de vivir tan nuestra. Parece razonable que el turismo proporcione recursos válidos para este fin pero corre el peligro de que los que dirigen esta industria utilicen solo la faceta floral como reclamo para eventos más jugosos comercialmente. Creo que, para que perdure la esencia de los patios, deben tener en cuanta que, además de paredes salpicadas de gitanillas y geranios, brocal de pozo y pila de lavar, encierra, cada uno, una historia particular, intensa, emocionante e irrepetible para los que lo habitaron y un recuerdo entrañable de una forma de convivir; y, en consecuencia, deben potenciar y difundir su valor social y antropológico sin el cual, el patio cordobés queda reducido a poco más que una fachada con macetas de pobre sentido estético. 








1 de marzo de 2022

¡No a la guerra!

                    La guerra se fragua en la retaguardia y se ejecuta en la vanguardia.

                    La razón está en el mando, la visceralidad en el frente.

                    En el despacho está el reto, la muerte en la trinchera.

                    ...Y la estupidez vuela el escenario como buitre carroñero.

 

                    En la guerra no hay victorias,

                    solo es pausa para algunos

                    que pierden mientras los otros...,

                    coronados de laureles,

                    administran sus despojos.


                    A ti te digo, soldado:

                    ¡No te dejes engañar!,

                    no seas arma arrojadiza

                    que otro ladino utiliza

                    robando tu voluntad.


                   ¡Huye del frente, valiente!,

                   ¡corre sin mirar atrás!,

                   ninguna guerra es tu causa

                   es su causa, nada más.



La injusticia derivada del egoísmo humano la aprovechan algunos para que ilusos engañados

 se sacrifiquen en aras de su insaciable instinto de poder.


13 de febrero de 2022

Cambio climático

Como si no hubiera un ayer y un mañana, el egocentrismo humano que nos hace poseedor del destino, espacio y tiempo cree que el ahora, es el momento cumbre del existir universal (“cree la rosa que el jardinero es eterno”); y nos dicen los expertos que asistimos a un cambio de inflexión climatológico —esta vez único y definitivo— que acabará con la vida en el planeta Tierra. Es lo que llaman “Cambio climático”. Lo curioso es que aseguran que la actuación del hombre es la causa fundamental de este trágico final; es verdad que no saben o no se atreven a señalar si éste insignificante ser del cosmos alterará también el proceso evolutivo del conjunto universal (¿Dios juega a los dados?). 


En consecuencia, ha surgido o se ha creado un movimiento social cuya parafernalia supera con creces los torpes e inútiles procedimientos para evitarla (impuestos inoperantes). Reconozco mi escepticismo al respecto pero, en cambio, estoy seguro de que, una vez más, se utiliza de forma espuria un “apocalipsis” para hacer caja por los “siempredueños” de esta nuestra sociedad acojonada. 


Sé que mi precaria perspectiva vital me librará de ser espectador de tal desastre pero me preocupa el qué dirán por no torcer mi voluntad en beneficio de generaciones futuras. Aunque, bien pensado, más allá de mis nietos, la sociedad se olvidará por completo de mi existencia, de mis actuaciones y de mis obras, ¿para qué mi sacrificio? 


Pensándolo mejor, sigo el sabio consejo del fraile: “Para el tiempo que me queda en el convento me cago dentro”.


6 de febrero de 2022

Rayan

A lo largo de la historia humana un grupo social ha clamado a la Divinidad para que aniquile a su enemigo; hoy uno de ellos le ha rezado alrededor de un pozo marroquí para que rescate a un niño atrapado en el infierno. El desenlace nos muestra la inútil respuesta de un Dios más atento a la crueldad que a seguir las peticiones de sus fieles. No acaban de enterarse de que cualquier idea de Dios no puede ir contra sus propias Leyes. A pesar de ello, siguen creyendo, adorando y venerando.