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29 de diciembre de 2010

Lentamente...

Hoy he bebido por última vez el vino de la vida,
lentamente,
a la sombra,
debajo de la parra donde ya estuvimos.
Y he jugado a lidiar el toro negro de mi muerte,
con capote de seda y manos bajas,
lentamente,
emulando lo de Curro, lo de Paula o a Morante de la Puebla.

Y, entre los olés de un tendido imaginario,
te he tomado de la mano
y hemos remontado juntos al cielo de los tiempos,
y hemos planeado como águilas reales,
lentamente,
y, lejos de las cosas de la tierra,
nos hemos vuelto a amar apasionadamente.

Y, después, nos hemos abandonado al viento de levante
que nos lleva hasta el ocaso donde
las almas gemelas esperan,
pacientemente,
la llegada del día del paraíso. 


26 de diciembre de 2010

En el parque

Fatigado, me senté en el banco. El paseo de hoy no es tan placentero como otros días. Pienso que la vejez se nota cada vez más.
Aunque no ha llegado el frío, las infinitas ramas desnudas y la alfombra de hojas pardorojizas anuncian el final del otoño. Apenas unos viandantes cruzan los paseos terrizos buscando sus afanes diarios y allí delante, como cada mañana, posan estáticas las musas marmóreas que esculpiera Benlliure para Gustavo Adolfo. Otro año más...
Se le cayó la bufanda, señor.
Busco la voz. A mi lado, de pié, una mujer me devuelve la prenda con una amable sonrisa.
¡Gracias Señora! Lo voy perdiendo todo por ahí... — digo intentando incorporarme, como me enseñaron.
¡No, por Dios!, no se levante. Yo me sentaré, si me lo permite.
¡No faltaba más!, hágame el favor— le ofrezco el sitio.
Es una dama de edad imprecisa. Su rostro sereno enmarca unos ojos marrones que miran de frente y una boca algo grande de dientes perfectos.
Estoy de paso por Sevilla y no he querido dejar de apreciar su famoso Parque de Maria Luisa. Es hermoso, en verdad, como me decían— manifiesta queriendo abarcar, con un gesto de sus manos enguantadas, todo el derredor.
Así es. Fue un jardín privado donado a la ciudad por sus dueños, los duques de Montpensier, hace más de un siglo— aporto información.
¿Y viene todos los días por aquí?— pregunta como para conversar.
Desde que me jubilé, va a hacer cinco años, no he faltado ni un día.
¿Pues qué le atrae de este lugar?—sigue curiosa.
Durante un momento juego a quitarme una hoja seca del zapato con la punta del bastón, dudando si abrir a una extraña la ventana de mi intimidad.
¡Señora mía!— digo finalmente esbozando una leve sonrisa—, aquí besé a Julia por primera vez y— añado—, de las muchas experiencias que he tenido en la vida, ésta ha sido la más impresionante. Siempre la he tenido presente, pero ahora me cuesta recordarla y necesito este escenario que me ayuda a no perderla.
¿Y qué fue de ella?— se interesa.
No me importa continuar.
Al poco tiempo marchó a Venezuela, con su familia, emigrantes de la postguerra, ya sabe... Pero no pude olvidarla; como canta Alberto Cortéz, aunque me enredé en amores, fui siempre un pájaro herido.
¡No me diga que permaneció soltero!— exclama incrédula.
¡Claro que no!—espeto—. Me casé años más tarde, con una mujer preciosa que me dio tres hijos. La suerte colaboró, pero ella fue la creadora del entorno en que he sido y sigo siendo feliz.
O sea, que ella también vive— quiere saber.
Me invade la ternura cada vez que la refiero.
Sí. Es algo más joven que yo, sigue teniendo unos ojos hermosos y una bondad sin límites. En torno a ella sigue girando mi vida, la de mis hijos y la de mis nietos.
¿Y sabe ella de sus aventuras juveniles?
Por supuesto. Ella lo sabe todo sobre mí.
¿También lo de Julia?
También.
¿Y no tiene celos?
Una paloma se posa sobre el busto de Bécquer. Después otra. Es la única vida sobre el monumento.
No sabría decirle. Sí y no.— comento enigmático y divertido.
¿No podría ser más explícito? Estoy en ascuas.
Amiga mía,— le aclaro—: Julia regresó, años después, en un viaje de estudios; nos reencontramos y no volvimos a separarnos más. Ella y mi esposa son la misma persona.
¡Ahora caigo!—exclama sorprendida—, pero ¿entonces...los celos?
Ella ha ido cambiando con el tiempo, pero yo no. ¡Aquel beso...!
Mi memoria busca con dificultad imágenes únicas, irrepetibles, borrosas... por entre las ramas del roble centenario.
Se hace tarde. No quiero que se alarmen en casa— digo tratando de incorporarme.
La mujer se pone de pié ágilmente y me ayuda a levantarme.
Gracias buena señora— obsequio ajustándome el sombrero.— Y dígame ¿que le trae por Sevilla?
Su mirada profunda me atraviesa y, una encantadora sonrisa se despliega en su rostro perfecto.
He venido a visitarlo. Mejor dicho a quedarme con usted para siempre— susurra suavemente, mientras me ofrece su mano desnuda.
No acierto a comprender...
Su piel es fría como el mármol blanco de Benlliure en esta mañana de otoño. En unos segundos todo es oscuridad... y silencio.

23 de diciembre de 2010

Polución

Corrí a cerrar las puertas de mi sueño
para atesorar el placer que me brindabas
con el roce apenas de tus manos blancas,
pero ya era tarde.
Tu ya te habías ido
...y yo también.



21 de diciembre de 2010

Jota

La partida es triste y silenciosa. Aparentemente es concentración pero, en realidad, voy ausente. Al coronar el green del dieciocho, un sol rojizo se abre paso entre los nubarrones grises antes de caer definitivamente por Trasierra. Casi en penumbra, con apenas cuatro pinceladas de ocre en su tejado, la cancha de prácticas llora su ausencia. Lejos quedan las mañanas soleadas en que adiestraba a los que buscaban una fórmula imposible para enderezar su swing rudimentario, casero, sin futuro...
«¡Pero si es muy fácil! Si, hasta yo, que no tengo estudios, puedo hacerlo.» La ironía de sus frases descubría su inteligencia y su sentido del humor. También su delicadeza y el respetuoso trato a los demás.
Se llamaba Juan José, pero todos le decían “Jota”. Era profesor de golf y murió una tarde fría y lluviosa de diciembre porque la enfermedad se cansó de esperar.
Había nacido en los alrededores de Madrid, como él decía «hace más de treinta años». Siendo niño ya arrastraba bolsas de palos por esos campos de golf. Debía haber trabajado en la construcción, de “pegayesos”, pero pisó el césped buscándose unas pesetas y el puñetero deporte se convirtió en su devoción y en su profesión.
Aprendió a jugar al golf utilizando su imaginación, su picaresca y la generosidad de algún socio magnánimo. Y aprendió a vivir, conociendo cómo son las personas, cómo hay que considerarlas y cómo hay que comportarse. Creía que la honradez y la humildad son el principal patrimonio del jugador de golf.
Pero la vida no fue una partida fácil para él. Con la entereza de su juego iba ganando hoyos en el duro circuito que le tocó jugar, pero en el penúltimo, jugó con la enfermedad traicionera y ninguno de sus magníficos golpes le sirvieron para evitar el doble bogey que lo dejó tocado.
Se rebeló contra el mal y afrontó su último hoyo con una falsa moral envidiable. «¡Esto está superado!— decía. —El único problema que tengo es el de los “piños”. En cuanto me pongan la dentadura y pueda comer se terminó el asunto». Pero no lo decía convencido. Era una angustiosa pregunta en busca de una esperanzadora respuesta médica. Y la Parca, que siempre juega con ventaja, le ganó finalmente la partida.
Dime, Jota, ahora que eres espíritu puro, ¿mereció la pena ser golfista?
Sin duda. Aunque sea de vez en cuando, la sensación de “tocar” bien la bola en el quehacer cotidiano, la borrachera sensorial de vivir al aire libre y la proximidad de gente que quieres, compensan todos los reveses del juego y de la vida. A pesar de todo, ¡es apasionante vivir... y jugar al golf!
Un abrazo, Jota. Ya nos veremos.
¡Seguro!


18 de diciembre de 2010

Tomando café con Dios

He aquí que las nubes me llamaban, la neblina me gritaba y los relámpagos y truenos me apremiaban y me despedían y en la visión los vientos me hacían volar, me levantaban en lo alto, me llevaban y me entraban en los cielos.


Entré en ellos hasta que llegué al muro de un edificio construido con piedras de granizo, rodeado y cercado completamente con lenguas de fuego que comenzaron a asustarme.

Me consumió el miedo y el temblor se apoderó de mí.
 Tiritando y temblando caí sobre mi rostro y se me reveló una visión:
 Vi un trono elevado cuyo aspecto era el del cristal y cuyo contorno era como el sol brillante y tuve visión de querubín.
 Por encima del trono salían ríos de fuego ardiente y yo no resistía mirar hacia allá.

Dios tenía sede en el trono y su vestido lucía más brillante que el sol y más blanco que cualquier nieve;
 ningún ángel podía entrar a verle la cara debido a la magnífica Gloria y ningún ser de carne podía mirarlo.
 Un fuego ardiente le rodeaba y un gran fuego se levantaba ante Él. Ninguno de los que le rodeaba podía acercársele y multitudes y multitudes estaban de pie ante Él y Él no necesitaba consejeros.

 Y las santidades de los santos que estaban cerca de Él no se alejaban durante la noche ni se separaban de Él.
 Yo hasta este momento estaba postrado sobre mi rostro, temblando y Dios por su propia boca me llamó y me dijo:
Ven aquí y siéntate a mi lado.
Avancé temeroso.
¿Prefieres café o té?
Café con leche, si es posible, y con dos terrones, por favor— balbuceé mientras, ya a su lado, me dejaba caer sobre mis posaderas.
¡Qué!, ¿te gusta esto?
 Poco convencional para ti, supongo...
¡Alucinante!, ...pero ésto no puede eser real— contesté.
¡Claro que es real! ¿A que sí, Sariel?— inquirió a uno de sus arcángeles.
Así es, mi Dios— respondió el espíritu puro.
Pero lo que estoy viendo, Señor, es el cielo que describió Enoc, el hijo de Lamec, el séptimo después de Adan.
¿Y?—me animó a seguir Dios, mientras vertía leche blanquísima sobre una magnífica taza de finísima porcelana con café humeante.
Pues que este concepto de cielo está hace mucho tiempo superado. Lo que hoy conocemos como cielo es solo parte de un inmenso espacio inaprensible mentalmente: el universo, que se originó por la brusca expansión de una infinita energía, a su vez producto de una correlación interactiva del calor producido por el movimiento de miríadas de millones de electrones y protones y la enorme atracción gravitatoria de gigantescas masas de neutrones.
¡No me digas!— exclamó irónico Dios, después de sorber lentamente de su taza de té —¿y quién dijo eso?.
Extrañado y algo decepcionado por esta aparente ignorancia divina, ilustré.
Empezó con Newton que dijo que todo lo que ocurría se debía a la ley de gravitación universal. Era la antigua física clásica que se abandonó después que Einstein descubriera los fenómenos ondulatorios de la luz y demostrara que no todos los fenómenos naturales se regían por esa ley. Dijo que era imposible que las interacciones se propagaran instantáneamente y que había que considerar el tiempo como una magnitud: La cuarta dimensión. Es lo que conocemos hoy como física cuántica...
Tranquilo, que te vas a ahogar. ¡Respira, hombre, respira!— cortó Dios arrellanándose en su trono de cristal. Y procedió parsimonioso a encender un “cohiba”.
Sí, ya sé que os habéis vuelto locos prohibiendo todo. Aquí, como no hay contaminación y se hace lo que me dé la divina gana, se fuma; especialmente estos especiales recién liados que me manda Fidel.
Lo observé disfrutando como el que no tiene otra cosa que hacer.
Pues sí. Tienen razón estos chicos— condescendió mientras observaba una ingrávida voluta. —¿Cómo dices que se llaman?... ¡ah sí! Newton, Einstein,Bohr, Heisenberg... Muy interesantes. Aunque hay un tal Steefen Hoking, tullido él, que está enredando a propósito de mi existencia. Ya le daré un tirón de orejas un día de estos.
Pero lo que yo estoy viendo no es compatible con lo que dicen los científicos— manifesté volviendo al tema.
¿Por qué no?— inquirió disfrutando con mi perplejidad.
Las dos cosas no pueden ser verdad— sentencié categórico.
Se puso de pié dignamente y me invitó a levantarme
Amigo mío, ...—dijo poniendo paternalmente su mano en mi hombro— ¡te voy a enseñar cual es la verdad!...

«¡¡¡¡¡Golgolgolgolgolgolgolgol!!!!!».
«¡¡¡¡¡Goooooooooooooooooooooooolllll de Messi!!!!!
Desperté bruscamente. El Barça ganaba al Madrid por cinco a cero (otra manita).
Tardé un buen rato en volver a la realidad, ...a propósito ¿qué realidad?
———————————

Nota: Lo que está en bastardillas es traslación literal del Libro de Enoc.

14 de diciembre de 2010

Alicia

«¡Es que son muy brutos!» Lo decimos las niñas del colegio cuando la profesora nos propone jugar con los niños en el recreo. Solo corren detrás del balón y se golpean entre ellos. Además se ríen de nosotras y nos tiran del pelo. No veo en eso diversión.
Solo Enrique parece distinto. Tiene los ojos azules y el pelo rubio y rizado. Es callado y me acompaña a casa a la salida de clase.
Tampoco entiendo a mis padres, ...¡tienen un despiste!: En vez de muñecas con vestidos me regalan trenes eléctricos y pistolas de plástico. A mí me da igual pero lo que me molesta es que solo tengo pantalones para ponerme. ¡No se dan cuenta de nada! Con decir que, cuando me bautizaron, me pusieron Rafael en vez de Alicia... »
En fin, espero que, con el tiempo, se les aclaren las ideas.



Dictaduras

¡Es alucinante!
Seguimos creyendo que vienen precedidas de carteles y fanfarria.
Seguimos ignorando que se acercan sinuosas cual serpientes que se meten entre sábanas al calor del cuerpo incauto y lo abrazan hasta la estrangulación.
Las vemos en derredor. Son nuestras vecinas que, amables y sonrientes, se acercan a tu puerta a pedir sal.
Y estamos tan campantes: «¡Pero a nosotros no. Precisamente nuestro pueblo ¡nunca se equivoca!»
...¡Fartúscos, que somos unos fartúscos!*


*Palabra cordobesa que se emplea para nombrar con desprecio a los débiles mentales voluntarios.


Morente





Muy corto para un poema,
pero pa una granaína
sin guitarra y al compás
le viene perfecto el tema.

¡Que no hace falta más ná
para cantarle a Morente
mis penas por soleá!

Fue un cantaó diferente,
un payo del Albaicín,
pero por mor de su gente
tuvo malaje al morir.
¡Qué mala suerte, Morente!


12 de diciembre de 2010

Eutanasia

Pase, pase... y siéntese, por favor.
Verá..., he visto el anuncio y...
Sí, nos dedicamos a practicar la eutanasia.
Entonces, ustedes...
Estamos profesionalmente capacitados y oficialmente autorizados para transportar a nuestros clientes al otro lado del abismo como dice nuestro lema: con rapidez, eficacia y precio asequible. Precisamente estamos en fase de promoción y regalamos una grabación del proceso al familiar más próximo.
Bueno, pues... yo vengo a que me eutanasien. Usted me dirá cómo va ésto.
Es fácil, déjese llevar: Como paso previo y según exige el protocolo oficial, debemos disuadirle de su propósito; no se preocupe es puro trámite... Vamos a ver: ¿Por qué ha tomado esta decisión?
Pues le diré: Llevo un año jubilado y, hace unos días, el gobierno, haciendo caso a las presiones de Europa, ha retrasado la edad de jubilación tres años. Todos mis amigos y colegas siguen currando y me encuentro solo. Como estoy sano y me siento con fuerzas todavía, he solicitado reincorporarme en mi empresa, aunque sea sin sueldo, pero no lo han aceptado. En la Universidad Intergeneracional sólo hay viejos dormitando y en el IMSERSO debes tener recomendación para viajar; además te hacen bailar “ Pajaritos por aquí, pajaritos por allá, pim pam, pim pam”. No veo la televisión, porque ya no me excito y, como hablan sin saber y todos a la vez, no me entero de nada de lo que dicen. ¡Estoy desesperado!
Pero, ¡hombre!, algún quehacer interesante que le anime a vivir tendrá usted.
Eso pensé el otro día, cuando le oí a Vargas Llosa que, para él, escribir era vivir. Con cierta ilusión me puse a la tarea y me salió un cuento. Se lo enseñé a mi parienta y le gustó. Me sugirió que lo publicara en internet y así lo hice. Bueno, bueno, bueno..., ¡me dieron hasta en el carnet de identidad! Era lo único que faltaba para mi total hundimiento moral, así que mi decisión es irrevocable.
Bueno, entonces firme aquí. Es el “Consentimiento informado” que nos exime de responsabilidad legal.
———————————

...Y, ahora, ¿cómo quiere que lo liquidemos, perdone el lenguaje coloquial.
No sé..., me coge desprevenido. Como es la primera vez...
Tenemos varias formas para satisfacer los gustos más diversos. El método clásico consiste en asestar un golpe seco entre ceja y ceja con una llave inglesa del nº14; es efectivo pero reconozco su rudeza. La clavada del cuchillo jamonero en la región interescapular tiene fama; lo han llevado al cine en múltiples ocasiones, pero su efectividad no es total y, claro, puede ser molesto. El corte de muñeca en bañera de agua tibia es todo un placer; tiene el inconveniente que siempre queda resto de sangre y, por tanto, conlleva peligro de contagio de un hipotético sida a futuros clientes.
Yo siempre aconsejo el veneno; ¡es tan novelesco, arrogante e intelectual...!
¡Hombre!, puestos a escoger, me haría ilusión irme al otro barrio oyendo sin parar y a toda pastilla “¡Atención, amigo conductor!”, de Perlita de Huelva.
Lo siento pero ese procedimiento no está homologado.
Pues yo quiero “diñarla” así.
Pues aquí no, caballero. Este es un sitio serio y no vamos matando a la gente de cualquier forma. ¡Sólo faltaría que hubiera que ejercer la eutanasia como a la gente se saliera de los cojones!
Entonces adiós.
¡Vaya usted con Dios!

8 de diciembre de 2010

Soledad

 —Tu siempre diciendo que estás cansada de estar sola, sin amigas, aislada y perdida en este inmenso desierto. Yo, en cambio, me siento a gusto, disfrutando de esta soledad. Para desarrollar mi creatividad necesito la ausencia de gente que me aburre con sus conversaciones sin fundamento, triviales e inoportunas.

Esta vez, la roca de calcopirita no le contestó.




3 de diciembre de 2010

Amoríos

Hace algún tiempo robabas
todas las noches mi sueño.
Hoy no te pongo la cara,
de tu nombre no me acuerdo.
¿Donde fue?
¿por qué se fue?
¿quién decepcionó primero?
De aquel amor de verano
solo recuerdo tus manos...
...y la cintura de tu cuerpo.





Mi nieto Carlos

Me despertaron unos pasos menudos
y en la oscuridad... 
—¡Abuelo!
Lo acurruqué en mi cama,
junto a mi corazón.




29 de noviembre de 2010

¡Libertad!

Libremos el arte
que se pudre en los sótanos de nuestra mente
y echémoslo al viento que no es de nadie.
¿Desde cuando nos pertenece la belleza?
¿acaso no nace para exhibirse?
Arranquémosla de los especuladores,
de los que la secuestran,
de los que la prostituyen,
...y regalémosla.




28 de noviembre de 2010

Sentir

A veces, después de unas cocochas de bacalao
y varios medios de vino de los pagos de Moriles,
o Montilla, o Baena, o Doña Mencía,
necesito que alguien,
en un ruedo de sonidos y de colores,
dé los frentes al toro de la rutina,
y, cruzándose al pitón contrario,
adelante la muleta al hocico de la palabra
y dibuje un natural desmayado y eterno
que me haga soñar despierto
con pinceladas de meninas del gran Diego,
con cuerpos de yo me la llevé al río de Federico
o con tangos de casamiento de Camarón.

Entonces, y solo entonces,
me rasgo la camisa del sentimiento
...y lloro



15 de noviembre de 2010

El poder

Nos dijeron que éramos libres, pero nos engañaron.
Algunos urdieron: “Hagamos un dios a nuestra imagen y semejanza” y añadieron “nosotros lo interpretaremos y seremos poderosos”, e inventaron la religión.
Otros pensaron “hagamos el pueblo; nosotros lo representaremos y nuestro será el poder”, y nació la democracia.
Pelearon seis días.
El séptimo acordaron repartirse el mundo y descansaron.
Nos libramos de la bestia, pero ahora somos presos de nuestra estupidez.
Y la aplaudimos como necios.




12 de noviembre de 2010

Idiomas


La palabra es el más preciado gesto con que las personas intercambiamos ideas, conocimientos, sensaciones, sentimientos...
Es el nexo común que ha permitido que la humanidad evolucione hasta alcanzar la máxima expresión en el conjunto de la creación.
Su ausencia significa incomprensión y, por tanto aislamiento, abandono, miseria y muerte.

Privar a la gente de esta necesidad vital, no solo eliminándola sino también evitando su difusión o distorsionando su entendimiento, debe ser considerado un crimen contra la humanidad.
 

 


6 de noviembre de 2010

Dibujando con palabras

Igual que Saint-Exupéry, cuando yo era pequeño perdí una magnífica oportunidad de ser pintor. Dibujaba caballos colorados y, como a él, me dijo la gente mayor que me dejara de fantasías y me dedicara a estudiar para ser el día de mañana un hombre de provecho.
Le hicimos caso los dos. Él se hizo aviador y yo cirujano. Traté de encontrar belleza en la forma y la función de los órganos y tejidos corporales. Busqué, incluso, creatividad en la reconstrucción de intestinos y conductos. Pero no lo conseguí. Me ha servido, eso sí, como a Antoine, para vivir en mi entorno y de mi entorno, pero ha sido insuficiente para satisfacer mi necesidad creativa.
El autor de “El Principito” desapareció en plena actividad profesional sin poder realizar su sueño. Yo, en cambio, ahora jubilado, dispongo de todo el tiempo del mundo para hacer lo que me gusta. No haré más cosas de provecho; me dedicaré a pintar caballos colorados.
Pero... ¡pobre de mí!, cuando me puse ante el lienzo solo me salían caballos grises, planos, como sin vida. Apesadumbrado salí a la calle a buscar colores para mi paleta..., pero no los encontré.
Ayer, casi sin querer, me topé con la palabra y me ofreció conversación. Frases de información y conocimientos, pero que también son llaves del trastero donde están las sensaciones que provocan sentimientos. Y me he quedado allí para aprender a dibujar con ellas.
Ahora, además de pintar caballos colorados, disfruto dibujando con palabras.

Dios

Desde mi oscuridad
lo llamé y llamé,
todas las noches de angustia
y va y me manda
uno vestido de mariquita
diciendo tonterías...
...¡Hemos roto!





4 de noviembre de 2010

Paco Ramos

El cáncer que causa nuestro reencuentro, lo tiene sentenciado.
Fue el ídolo de mi niñez y, ahora, tendido en la mesa y bajo el intenso foco, está entregado.
Un paño verde cubre apenas su desnudez. Brazos en cruz, gesto serio y expectante mientras canalizan su vena.
—¿Recuerdas cuando te metiste a la alberca sin saber nadar? Te salvé la vida entonces y ahora tu me la salvas a mí ...¡qué cosas!
Es la súplica angustiosa de un líder.
—Tranquilízate, todo va a salir bien
...Pero no me oye, el sopor de la anestesia lo transporta a la oscuridad. Lleva consigo una sonrisa de esperanza



27 de octubre de 2010

El gitano de Mairena

Pues sí, don Mariano. No le quepa duda. Yo creo que existen métodos aleccionadores más eficaces que los que ahora se emplean para erradicar la delincuencia sin necesidad de masificar las cárceles— dijo el sargento, al tiempo que ofrecía un cigarrillo al alcalde que lo rechazó con un leve gesto.
Se encontraba realmente a gusto encendiendo un marlboro después de degustar, en compañía del edil, un café con leche y una abundante ración de churros . Por el ventanal del Bar Nuevo, en la plaza de Mairena del Aljarafe, se filtraba y desparramaba por el embaldosado la tibia solanera de una mañana de finales de otoño.
La paz del momento se vio interrumpida por la presencia de un número que, entrando en el establecimiento, se dirigió hasta el oficial.
Sus órdenes mi sargento. Hemos capturado a un delincuente robando aceitunas en lo de don Fructuoso. Lo tenemos en el cuartel para lo que usted decida.
¡Tráemelo!— ordena parsimonioso el sargento.

Un rato después tiene ante él un joven gitano que, de pié y con la cabeza gacha, se veía venir lo peor.
Después de mirarlo de arriba a abajo comentó.
No te he visto antes por aquí— y añadió magnánimo —Por ser la primera vez te dejo libre con una condición: Que me prometas ahora mismo que no vuelves más a Mairena.
Pero el orgulloso chaval permanece en silencio y se enojó el oficial.
¿Tú sabes lo que te espera, muchacho? ¡Se te va a caer el pelo!— y dirigiéndose al guardia —Mételo en el cuarto oscuro.
Camino del cuartel, el gitanito se sintió aliviado. Se había zafado del violento y doloroso castigo que la guardia civil le había infringido otras veces, pero una vez dentro de la celda comprendió a qué se refería el sargento: Comenzó a sonar de forma estridente y repetida “Mi carro” de Manolo Escobar. Cuando, pasada media hora, la insistente monserga empezó a resultar atosigadora y comenzó a pensar que no podría soportarlo mucho tiempo más, se dejó oír la voz de Raphael cantando “Yo soy aquel”. En aquella oscuridad no sabía qué era más insoportable si ¿donde estaba el dichoso carro? o enterarse quien era ese que no te olvida y que te espera...¡un suplicio!. Dos horas más tarde, cuando ya estaba completamente mareado, la voz chillona de Perlita de Huelva castigó sus oídos cantando “Amigo conductor”.
¡Bueno...bueno...bueno...!, con esto sí que no contaba. A gritos pidió que lo sacaran y, de nuevo ante el oficial, impotente y desfallecido cedió con voz queda:
No vuelvo más a Mairena.
Entonces, la autoridad, con gestos benevolentes dio la orden.
Está bien, ¡vete y que no te vuelva a ver más por aquí!

Y ese morenito de verde luna que se ve libre, corre que se las pela calle abajo... De pronto se para, se da la vuelta y, haciendo bocina con las manos, le grita al sargento que lo mira desde la ventana del bar:
¡¡¡¡Ahora sin música: No vuelvo más a Mairena!!!!

El oficial, sonriente, comenta orgulloso al alcalde.
¿Lo vé usted, don Mariano?: Son otros tiempos y otras formas.

Claustrofobia



La puerta se cerró y se encontró solo en la densa oscuridad. Creía estar preparado para soportarlo. Solo sería un cuarto de hora y todo estaba controlado. Se mantuvo tranquilo y expectante al principio, pero la inmovilidad y el lento discurrir del tiempo fueron minando su fortaleza. Pronto sembró cizaña la duda y la desconfianza generó angustia. No tardó en llegar la desesperación...después el miedo...más tarde ¡el terror!

Cuando estaba a punto de gritar se abrió la puerta de la cápsula y, despreciando la luz cegadora que la multitud de focos le alcanzó sin piedad, sus ojos ansiosos, atisbaron el alba que rompía en el horizonte del desierto de Atacama.

Cayó de rodillas y, con llanto entrecortado, sentenció:
    -” Nunca más bajaré a la mina” .




26 de octubre de 2010

El cuarto oscuro


El cuarto oscuro

Llego a casa temprano, a tiempo del café vespertino que indefectiblemente tomamos cuando nos visitan Virginia y Alberto. Entre sorbo y sorbo, la tertulia deriva al significado de “el cuarto oscuro”. Convenimos que lo común es identificarlo negativamente como el recuerdo angustioso de la niñez, pero también como un objeto de curiosidad y misterio, un altar de intimidad e incluso un escenario lascivo.

Alberto, que permanece en silencio, termina lentamente su taza y la deja sobre la mesa. Luego se acomoda en el sillón y habla con voz grave.

Pues para mi es mucho más, os lo diré recitando:
Es mi casa, mi taberna, es mi sitio de trabajo.
Es testigo de mi esfuerzo, la cama donde descanso.
Allí es donde toco el cielo y colecciono fracasos.
Es donde pienso, hablo y río, donde secuestro mi llanto.
Allí me recorro el tiempo, allí me subo y me bajo.
Donde veo el amanecer, donde contemplo el ocaso.
Donde desprecio y admiro, donde odio y donde amo.…
Porque, como bien sabéis, éste que os habla es un ciego
y no puede remediarlo.

...¿Alguien quiere más café?

25 de octubre de 2010

A veces no digo nada con palabras...

Porque... ¿cómo explicar el intenso calor de una siesta, que deja desiertas las calles de Córdoba? 
... ¿y el silencio?
                                

Cristobal y el arte

La conversación había derivado al arte después que me confesara que quería dedicarse a la música al jubilarse. No parecía razonable que entonces se iniciara en el aprendizaje de algún instrumento, por lo complejo que tal empeño significa. Entendí que se refería no a la “creación” sino al “consumo” musical.

Mientras caminábamos, discutíamos si para consumir música o cualquier tipo de arte era necesario tener un profundo conocimiento del mismo y ser capaz de “saborearlo”. Al hilo de este debate, Cristóbal me refirió una esclarecedora anécdota:

Fue en una veraniega tarde de toros en La Malagueta. Toreaba Manzanares padre, que tuvo una buena temporada aquel año. Estaba contemplando el paseillo cuando, tras saludar con un gesto, se sentó a su lado un inglés ya entrado en años. Lo miraba todo con sumo interés y consultaba inútilmente los folletos de propaganda que portaba.
En la suerte de varas, le inquirió en un castellano chapucero y señalando el ruedo:
¿Qué significan las rayas blancas circulares?­
Previendo la sarta de impertinencias del típico pesado ávido de información, le respondió secamente:
Son señales donde se prueba la bravura del toro.
En otro momento de la lidia, volvió a preguntar:
¿Es bueno lo que está haciendo el torero?
Cristóbal decide aleccionarlo de una vez:
Cuando sea bueno, Vd. mismo lo notará: Se le pondrán los vellos de punta.

Manzanares empezó su faena en el tercio y por bajo. Con pases sucesivos, casi rodilla en tierra, ganándole terreno al "zaino", lo llevó a los medios y, para rematar la serie, se cambió la muleta a la izquierda y dejó un parsimonioso y desmayado natural. El animal quedó clavado mientras él se alejaba de una forma lenta y displicente mirando al infinito. Una ovación cerrada mostraba la satisfacción del tendido que aplaudía esperanzado ante una prometedora faena venidera. Entonces, el inglés, sin pronunciar palabra y con gesto sorprendido, mostró ¡los erizados vellos de su antebrazo!.
-¡Esto es arte!-, sentenció mi amigo al finalizar el cuento.
Llegábamos a su casa cuando convinimos que una cosa es crear, otra consumir y otra saborear el arte. Para ésto no es necesario información ni aprendizaje, solo se requiere sensibilidad, ...como la que tenía aquel espectador inglés de La Malagueta.
Y, ya en buena sintonía, nos dispusimos a saborear el magnífico vino de la bota que tiene en el sótano de su casa... que también pone los vellos de punta.


21 de octubre de 2010

Julián Tocado

Fue paciente mío hace unos años y hoy coincidimos en la partida de golf. Nos congratulamos del reencuentro y procedimos a iniciar el juego.
Tiene un swing violento y efectivo y, tras el golpe de driver, con postura de setter, observa la bola que vuela recta y larga a mitad de calle.
Es de Hinojosa del Duque, pero vive en Córdoba. Jubilado y con buena salud, la ocupación común en su situación, paseos al sol, bares, dominó..., no le seduce y ocupa casi todo su tiempo en jugar al golf, que es lo que le gusta.
Ahora no juego mucho. Solo diariamente por la mañana y por la tarde, y casi todos los fines de semana— dice irónico mientras andamos por el cuidado césped.

Tras comprobar su bola, se retira con pasitos cortos y la mirada fija en la bandera que ondea allá a ciento cincuenta metros. Esta vez, golpea con una madera cinco de forma más suave y armoniosa.
Dime, Julián, ¿desde cuando eres golfista? No te veo yo...
El golf era un deporte totalmente desconocido para mi. Me metí en ésto a los sesenta y un años, y lo hice para favorecer a un amigo que se había comprometido a buscar un grupo de personas para hacer un curso gratuito de golf (eran tiempos de oferta); no encontró a nadie y me pidió, algo desesperado, que participara.
Cuando empecé a dar bolas el profesor, aleccionado, recitó los comentarios al uso que ya me son familiares: “le pegas muy bien”, “tu has jugado antes”, “tu sirves para ésto”..., pero, aún siendo consciente de que las adulaciones eran interesadas, me enamoré del vuelo de la bola. Y hasta hoy...

El tercer golpe debe darlo desde un rougs medianamente espeso. Ahora aprocha adoptando una postura menos airosa; la bola sale rápida y se pasa del hoyo.
Pero, Julián, el golf es un deporte de competición y competir a tu edad...
Yo he sido deportista toda mi vida y, como a todo deportista, me gusta competir. Medir mis posibilidades frente a los demás es la única forma de saber cómo lo sé hacer.
Se para, invitándome a detenerme, y comenta enfatizando con un gesto de su dedo índice.
Pero para mí el golf es mucho más. Por un lado es distracción. Jugar al golf forma parte de mis tareas rutinarias. Tengo amigos jubilados que están deprimidos porque no tienen cosas interesantes que hacer y ¡no se mueven! La pasividad es una actitud incompatible con un temperamento inquieto como el mío.
Es también disfrute— comienza a andar de nuevo—. Yo soy de pueblo y mi infancia y juventud las pasé en el campo. La vida me llevó a otros lugares, pero llevo estos parajes en la sangre. Hay maravillas en el mundo pero me quedo con esta sierra porque me dice cosas que entiendo— dice señalando alrededor con la mano libre—. Y todo esto haciendo boguies, pares, y algunos verdies...,¡puro lujo!.
Pero además y sobre todo— continúa —es para mí una medicina milagrosa. Yo soy diabético desde hace bastante tiempo y, como tú sabes, cuesta mucho sacrificio mantener a raya el azúcar. Pues bien, desde que juego al golf ha dejado de ser un problema. Mantengo cifras normales de glucemia sin grandes sacrificios, disfrutando del placer de la mesa y de mi deporte favorito.

Ha dado vueltas en el green, estudiando las caídas como un experto. Se pone a la bola y, tras unos vaivenes de ensayo, patea lento y decidido. Unos segundos de emoción y... su cara se ilumina viendo embocar y oyendo su característico, exclusivo y gratificante sonido.
Lo que no entiendo, Julián, es cómo un hombre de costumbres y formas sencillas como tú se integra en un ambiente tan elitista como el de un club de golf.
Es verdad. Antes de aficionarme no tenia un buen concepto social de la gente del golf, ya sabes… los tópicos, los prejuicios... Sin embargo, tengo que reconocer que estaba equivocado; y lo digo a amigos míos que siguen pensando así. En el golf he encontrado gente de trato amable y correcto, he conocido personas de gran calidad humana y he hecho verdaderas amistades. Naturalmente siempre hay algún capullo que otro, pero no en mayor proporción que en otros sitios.

Es una tarde primaveral agradable, buen juego, magnífico paisaje y excelente compañía. Así se lo digo al acabar la partida al tiempo que estrechamos las manos con afecto.
Ha sido un placer, amigo Julián.
Lo mismo digo, que se repita.
No entiendo como unos y otros se empeñan en no considerar el golf un deporte popular.



19 de octubre de 2010

Carlos el platero

Fue un caso interesante. Sufrió durante muchos años un absceso pulmonar, complicación y secuela de una tuberculosis mal curada (eran otros tiempos). Su pulmón derecho alojaba una cavidad que, de tiempo en tiempo, se llenaba de pus y había que drenarla. En el antiguo hospital antituberculoso lo hicieron tantas veces que finalmente optaron por dejarle un orificio permanente en el costado. Cuando notaba mal cuerpo y tiritona seguida de fiebre, él mismo se quitaba el tapón de corcho con que tapaba el orificio y se acostaba de lado para que drenara por gravedad. Cuando estimaba oportuno volvía a taparlo y continuaba su actividad normal. Ahora está curado. La moderna cirugía le hizo un buen trabajo despojándolo de su dolencia y su cruz. El afortunado encuentro se selló con una incondicional amistad.
Un día me propuse hacerle una visita y me encaminé a su barrio. Eran las doce de una primaveral mañana cordobesa, cuando los amigos se buscan sin citarse en la barra acogedora de la taberna. Paseé, sin prisas, calle Feria abajo y lo encontré en un modesto y tranquilo taller de platería en una callejuela cerca de la ribera. Absorto y encorvado sobre una pequeña filigrana de plata no se percató de mi presencia.
Buenas tardes compadre.
Levantó la cabeza y, tras un instante, desplegó una contagiosa sonrisa en su rostro pequeño y rosado. Se levantó y nos fundimos en un caluroso abrazo. Sin mas dilación se dirigió a su hijo que laboraba con él.
Niño, voy un momento a un mandao. Ahora vuelvo.
Contentos de estar juntos nos dirigimos a la cercana taberna “La Sociedad de Plateros”, próxima a su casa. Desde la puerta y dominando el territorio se dirigió al tabernero:
¡Manolo, pornos dos copitas!, …que estén fresquitas que hace muncha caló.
Nos acodamos en la barra y, rápidamente, montamos una tertulia intrascendente. Estabamos tan a gusto que solo cuando apareció su hijo nos dimos cuenta del paso del tiempo.
¡Pápa: dice máma que vamos a come!
Dile a máma que ahora voycontestó Carlos mientras lo empujaba suavemente hacia la puerta. Y mirando al tabernero —¡Manolo llénanos!, …y danos una tapa de algo.
No habían pasado quince minutos cuando volvió el niño, esta vez con el ceño fruncido y molesto por hacer de recadero.
¡Que dice máma que la comida está en la mesa!
Tras una breve pausa.
Dile a máma que cuando me parezca bien iré p`allá— responde Carlos, esta vez más serio¡Vaya niño pejiguera... igual que su madre!—, y otra vez al tabernero— ¡Manolo, llena!
De pronto entra en el bar una señora con grandes aspavientos y el rostro enfurecido y se dirige hacia nosotros.
¡Hostias Carlos, tu mujer!— dije en voz baja.
No le dio tiempo a volverse.
¡¿No te da vergüenza? Que llevamos dos horas esperándote pa comé y tu tan tranquilo aquí en el bar!
Nos quedamos paralizados ante tan violenta situación. Hubo silencio y máxima expectación en la clientela del bar. Su “reputación” estaba en peligro y no era fácil una salida airosa.
Sin inmutarse, se volvió lentamente y, señalando con el dedo la cara de su mujer que esperaba desafiante su respuesta, inquirió enigmático.
¿Pues sabes lo que te digo?— y sentenció— ¡que te voy a quitar el carné de venir a buscarme a la taberna!
Un murmullo general aprobó el desenlace. La mujer se fue llena de perplejidad...
Y aquí no ha pasao ná. Solo ha habido un alarde de imaginación e improvisación de Carlos, “el platero”, un descendiente de la dinastía omeya, del califato cordobés, como se consideraba.