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18 de diciembre de 2010

Tomando café con Dios

He aquí que las nubes me llamaban, la neblina me gritaba y los relámpagos y truenos me apremiaban y me despedían y en la visión los vientos me hacían volar, me levantaban en lo alto, me llevaban y me entraban en los cielos.


Entré en ellos hasta que llegué al muro de un edificio construido con piedras de granizo, rodeado y cercado completamente con lenguas de fuego que comenzaron a asustarme.

Me consumió el miedo y el temblor se apoderó de mí.
 Tiritando y temblando caí sobre mi rostro y se me reveló una visión:
 Vi un trono elevado cuyo aspecto era el del cristal y cuyo contorno era como el sol brillante y tuve visión de querubín.
 Por encima del trono salían ríos de fuego ardiente y yo no resistía mirar hacia allá.

Dios tenía sede en el trono y su vestido lucía más brillante que el sol y más blanco que cualquier nieve;
 ningún ángel podía entrar a verle la cara debido a la magnífica Gloria y ningún ser de carne podía mirarlo.
 Un fuego ardiente le rodeaba y un gran fuego se levantaba ante Él. Ninguno de los que le rodeaba podía acercársele y multitudes y multitudes estaban de pie ante Él y Él no necesitaba consejeros.

 Y las santidades de los santos que estaban cerca de Él no se alejaban durante la noche ni se separaban de Él.
 Yo hasta este momento estaba postrado sobre mi rostro, temblando y Dios por su propia boca me llamó y me dijo:
Ven aquí y siéntate a mi lado.
Avancé temeroso.
¿Prefieres café o té?
Café con leche, si es posible, y con dos terrones, por favor— balbuceé mientras, ya a su lado, me dejaba caer sobre mis posaderas.
¡Qué!, ¿te gusta esto?
 Poco convencional para ti, supongo...
¡Alucinante!, ...pero ésto no puede eser real— contesté.
¡Claro que es real! ¿A que sí, Sariel?— inquirió a uno de sus arcángeles.
Así es, mi Dios— respondió el espíritu puro.
Pero lo que estoy viendo, Señor, es el cielo que describió Enoc, el hijo de Lamec, el séptimo después de Adan.
¿Y?—me animó a seguir Dios, mientras vertía leche blanquísima sobre una magnífica taza de finísima porcelana con café humeante.
Pues que este concepto de cielo está hace mucho tiempo superado. Lo que hoy conocemos como cielo es solo parte de un inmenso espacio inaprensible mentalmente: el universo, que se originó por la brusca expansión de una infinita energía, a su vez producto de una correlación interactiva del calor producido por el movimiento de miríadas de millones de electrones y protones y la enorme atracción gravitatoria de gigantescas masas de neutrones.
¡No me digas!— exclamó irónico Dios, después de sorber lentamente de su taza de té —¿y quién dijo eso?.
Extrañado y algo decepcionado por esta aparente ignorancia divina, ilustré.
Empezó con Newton que dijo que todo lo que ocurría se debía a la ley de gravitación universal. Era la antigua física clásica que se abandonó después que Einstein descubriera los fenómenos ondulatorios de la luz y demostrara que no todos los fenómenos naturales se regían por esa ley. Dijo que era imposible que las interacciones se propagaran instantáneamente y que había que considerar el tiempo como una magnitud: La cuarta dimensión. Es lo que conocemos hoy como física cuántica...
Tranquilo, que te vas a ahogar. ¡Respira, hombre, respira!— cortó Dios arrellanándose en su trono de cristal. Y procedió parsimonioso a encender un “cohiba”.
Sí, ya sé que os habéis vuelto locos prohibiendo todo. Aquí, como no hay contaminación y se hace lo que me dé la divina gana, se fuma; especialmente estos especiales recién liados que me manda Fidel.
Lo observé disfrutando como el que no tiene otra cosa que hacer.
Pues sí. Tienen razón estos chicos— condescendió mientras observaba una ingrávida voluta. —¿Cómo dices que se llaman?... ¡ah sí! Newton, Einstein,Bohr, Heisenberg... Muy interesantes. Aunque hay un tal Steefen Hoking, tullido él, que está enredando a propósito de mi existencia. Ya le daré un tirón de orejas un día de estos.
Pero lo que yo estoy viendo no es compatible con lo que dicen los científicos— manifesté volviendo al tema.
¿Por qué no?— inquirió disfrutando con mi perplejidad.
Las dos cosas no pueden ser verdad— sentencié categórico.
Se puso de pié dignamente y me invitó a levantarme
Amigo mío, ...—dijo poniendo paternalmente su mano en mi hombro— ¡te voy a enseñar cual es la verdad!...

«¡¡¡¡¡Golgolgolgolgolgolgolgol!!!!!».
«¡¡¡¡¡Goooooooooooooooooooooooolllll de Messi!!!!!
Desperté bruscamente. El Barça ganaba al Madrid por cinco a cero (otra manita).
Tardé un buen rato en volver a la realidad, ...a propósito ¿qué realidad?
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Nota: Lo que está en bastardillas es traslación literal del Libro de Enoc.

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