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4 de noviembre de 2010

Paco Ramos

El cáncer que causa nuestro reencuentro, lo tiene sentenciado.
Fue el ídolo de mi niñez y, ahora, tendido en la mesa y bajo el intenso foco, está entregado.
Un paño verde cubre apenas su desnudez. Brazos en cruz, gesto serio y expectante mientras canalizan su vena.
—¿Recuerdas cuando te metiste a la alberca sin saber nadar? Te salvé la vida entonces y ahora tu me la salvas a mí ...¡qué cosas!
Es la súplica angustiosa de un líder.
—Tranquilízate, todo va a salir bien
...Pero no me oye, el sopor de la anestesia lo transporta a la oscuridad. Lleva consigo una sonrisa de esperanza



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