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4 de junio de 2014

Abdicación



(Porque viene a pelo he querido actualizar mi anterior escrito, “Pesadilla”, publicado en este blog el 9-abril-13).

     Aprovechando la abdicación de mi padre y como respuesta atávica a un maléfico destino quieren volver a echarnos del reino. La izquierda política, aprovechando el “buenismo” inoperante del gobierno de derechas, azuza a sus podencos sociales y echa carnaza informativa a sus altavoces mediáticos para colocarnos al borde del abismo. Ya olvidaron su generosidad al compartir con ellos un poder que solo a él correspondía. También olvidan que su escenificación del 24F les permitió tapar a todos sus vergüenzas y seguir mangoneando. Ahora que, viejo y maltrecho, pide su merecido descanso quieren quitarle su heredad de una forma cobarde y torticera. Claro que él tiene parte de culpa; no ha aprendido que la jodienda campechana acarrea nefastas consecuencia y ha vuelto a caer en la trampa populista. Ya no hay arreglo; por mucho que balbucee arrepentimiento público, ni la sociedad iconoclasta ni los intereses espurios han de perdonar sus estúpidos deslices. Mi madre, deshonrada y cansada, oculta su indignación huyendo inútilmente de su propia sombra, buscando un sentido digno por esos mundos de Dios. ¿Y mis hermanas...?, ¡qué decir de mis hermanas! Una lamiéndose las heridas de un error y la otra envuelta en la vorágine de otro.
        Una multitud vociferante espera fuera; enarbola, ansiosa, su bandera tricolor esperando, como buitre carroñero, la consumación de una vieja venganza largamente esperada. Copan, divertidos, las primeras filas para no perderse el espectáculo de una reposición actualizada de “La toma de la Bastilla” mientras otros, escondidos, aguardan para repartirse los despojos. Algunos, alarmados, miran hacia mí tal vez buscando un asidero donde amarrar sus destinos o procurando un puerto estabilizador de sus propias singladuras. Pero ¿qué puedo hacer? Han descubierto mi flanco débil —ya me lo decía mi madre—; de entre todas las vírgenes de sangre azul, dispuestas y atraídas por mi edad de merecer, tuve que elegir una flaca locutora, plebeya ella, que pese a su aparente juventud hacía tiempo que había despertado a esto de vivir, una “progre” intelectual que creía que reinar era hacer un reportaje para el telediario; y la metí en un lío incomprensible para ella. Tampoco la entendieron en mi entorno; incluso yo tuve mis dudas cuando le salió un primo que mamó la mala leche familiar, aireando sin pudor y sin piedad confidencias íntimas que ensuciaron su decencia. Y no es todo: la chusma que me rodea con ademanes amenazadores aún no sabe si voy a ser capaz... No puedo soportar más esta horrible situación; solo tú, pequeña rana, puedes hacerme despertar de esta pesadilla que me tiene atrapado en esta larga madrugada.
            Me despierta un beso suave en mi mejilla y un enorme bienestar invade mi alma atribulada. Un amanecer primaveral se refleja en la inmensa tranquila y perfumada charca. Con la barriga amarillenta sumergida entre los juncos y la yerba fresca de su orilla contemplo una estilizada libélula que extiende las vidrieras de sus alas y trata de posarse en mi mantel de desayuno. A mi lado, mi verde salvadora me mira con sus ojos saltones e inflando su garganta. Tengo que agradecerle su gesto y expresarle lo feliz que me siento.
—Croar, croar, croar... —le digo.
—Croar... —comenta ella.

1 comentario:

  1. Vuelve a sorprenderme el tono satírico de este cuento vuelto del revés, donde no se deja títere con cabeza.El Príncipe y su real familia "nos salieron rana" y viven en una charca contaminada.

    Al principio parecía un planfleto monárquico, con las quejas sobre el incierto futuro, el acoso, las burlas y la falta de respeto y credibilidad.Logras despistar al lector por la ambigüedad ideológica. No hay buenos y malos; solo malos, porque en la orilla de esa charca sitúas al gobierno y los grandes partidos enfangados en la corrupción.

    El Príncipe-rana se lamenta de su situación. No tiene esperanza del mágico beso que le devuelva la corona limpia.

    Mi felicitación por tu habilidad para ocultar hasta el final el sentido metafórico del cuento y sorprender al lector.

    Te ruego que no sea tu último escrito.

    Un abrazo.

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