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12 de marzo de 2012

La fe

Acabo de leer un artículo de un jesuita hablando de la fe. Soslayando que el objetivo del mismo es —como no podía ser de otra forma— identificarla con la existencia de Dios y su personalización en Jesucristo, llama mi atención como, una vez más, la costumbre semántica relaciona la fe directamente con lo que nos es desconocido cuando conceptualmente no es así.

Somos conscientes de que la realidad de todo lo que existe supera infinitamente el conocimiento más sublime; de lo que está al alcance del conocimiento humano, muchas realidades son evidentes pero otras no son percibidas sino por personas capaces de experimentar su existencia. La única forma de que los ignorantes podamos asegurar la existencia es confiar en la persona que ha objetivado esa percepción, poner nuestra fe no en el objeto en cuestión sino en la persona que nos asegura que existe. Por ello, dudamos de lo que nos dice una persona que no es “creíble” y, en cambio, aseguramos una supuesta realidad simplemente porque lo dice alguien “digno de crédito”.

El hombre, animal al fin, es naturalmente desconfiado —le va en ello la vida—, pero, desde el momento que necesita vivir en sociedad, debe confiar en la experiencia ajena. Desconocemos lo que comemos y bebemos, la seguridad del sitio en que habitamos, los caminos por donde caminamos, los artilugios que utilizamos, incluso ponemos nuestra vida en manos de médicos ignorando los entresijos de la medicina; sin embargo confiamos en la experiencia y la honestidad de los que los construyen o elaboran y controlan la calidad de esos productos o manipulan nuestro cuerpo. Ocurre, no obstante, que, desgraciadamente, existen personas que, interesadamente, fingen una experiencia que es solo aparente y, naturalmente, defraudan la confianza que se puso en ellas. Muchos de esos individuos son de bajo perfil intelectual y, a pesar de que su embuste se pudiera ver venir de lejos, enganchan la voluntad de multitud de incautos a los que aligeran de ingenuidad y hacienda: es lo que conocemos como pícaros; son inofensivos y forma parte de nuestro patrimonio cultural. Pero existen otras personas, poseedoras de mentes sumamente elaboradas que, solas o en compañía de otras, extiende una red de pseudocredibilidad difícil de detectar. Se infiltran en el tejido social camuflándose con colorido intelectual de tal modo que, en muchas ocasiones, se identifican con la propia sociedad siendo imposible de erradicar si se descubren porque, como el cáncer, no es posible extirparlo sin dañar o destruir el órgano social entero. Son entes que, cuando les es posible, amparados en su poder real o fáctico, esgrimen dictámenes dogmáticos como únicos argumentos fedatarios; cuando no, son verdaderos ladinos que emplean razonamientos intelectuales enrevesados, perfectamente estructurados, que engatusan al obtuso y agotan por aburrimiento al más pintado discutidor. Son, como la serpiente del árbol de la ciencia, atractivas, amables y obligadas compañeras de viaje vital.

Yo creo que la fe en lo que desconocemos está relacionada directamente con cuatro factores:

1º. La veracidad de lo desconocido.- Habida cuenta que quien lo asegura es un humano, como nosotros, lo que nos cuenta debe tener, al menos, indicios de veracidad de que sea real; y eso obliga a responder a unos parámetros considerados creíbles. Nuestra fe disminuye cuanto más increíble sea lo que nos dicen.

2º. La capacidad de convencer de la persona que nos habla.- La cualificación intelectual junto a la sensatez, honradez contrastada y honestidad en sus propuestas hacen de una persona digna de credibilidad; pero no basta con eso, debe exigírsele la experiencia directa respecto a la verdad expuesta, desconfiando del que muestra un conocimiento derivado.

3º. El desinterés de la información.- El contador no debe hacer proselitismo de la noticia; de lo contrario, se debilitará la fe del receptor sospechando, con razón, que esconde intereses espurios. Se ha de poner en tela de juicio la puesta en escena del anuncio recelando de la parafernalia que rodea el acto.

4º. La necesidad de creer.- A veces la angustia vital no encuentra otra salida y hay que agarrarse a lo que sea.

En fin, no creo que estas reflexiones interesen a alguien; si lo hacen será un milagro. De cualquier forma seguiré siendo un escéptico al respecto.




5 comentarios:

  1. Sí, creo que el tema puede ser complicado, pero estoy de acuerdo con lo que planteas den los cuatro puntos.
    Acerca del primero, es lo que dice el Evangelio Cristiano:
    "Es pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" Romanos 1:17
    El Corán, en cambio dice que la fe es:
    "La creencia certera de que Dios es el Señor de la existencia, su soberano, su dueño y su creador".
    Es decir, lo que has expresado en otras palabras, "la seguridad en lo desconocido".
    Más allá de eso cualquier cosa que se pueda decir solo dará vueltas en lo mismo.

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  2. Pero respecto de los puntos segundo y tercero no estoy tan seguro, no creo que siempre sean necesarias "la cualificación intelectual junto a la sensatez, honradez contrastada y honestidad en sus propuestas hacen de una persona digna de credibilidad".
    Más bien estoy de acuerdo con Mark Twain que cuenta por ahí lo siguiente:
    El capitán tiene una peculiaridad: no sabe decir la verdad de un modo plausible. En ese aspecto está en la antípoda del austero escosés que ocupa la parte central de la mesa, y que jamás ha contado un embuste inverosímil. Cuando el capitán concluye una alocución, los pasajeros intercambian furtivas miradas, como diciendo: "¿Quién va a creérselo?". Cuando el escosés termina las suyas, lo que expresan todos los ojos es "¡Cuán insólito e interesante!". El secreto radica en los caracteres y métodos de ambos hombres. El capitán es algo tímido e inseguro, y expone los hechos más sencillos como si abrigara un vago temor, mientras que el súbdito de Escocia espeta la mentira más flagrante con unos aires de firme veracidad que obligan al oyente a darle crédito, aunque sepa que le engaña.
    ¿Por qué digo esto?, pues porque no creo que esos calificativos se puedan asignar a muchas personas capaces de convencer a multitudes para que crean en cosas bastante dudosas.
    Si yo grito que el mundo termina mañana me tomarán por loco, pero basta con que esa información aparezca en los medios de comunicación para que producir pánico en muchas personas. Entonces depende de como se dicen las cosas, con que "aire de firme veracidad".

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  3. El cuarto punto está claro, la fe en cualquier cosa, en un ser superior o en los demás está directamente relacionada con la necesidad de explicar lo inexplicable, de salir de una situación difícil o de justificar nuestras acciones. Esto desde el punto de vista del incrédulo.
    El que tiene fe dirá que es un don y no necesitará explicarla, dirá simplemente que la Fe es la Fe, una certeza, una convicción.

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  4. Yo veo una diferencia entre creencia y fe.
    Opino que la fe no admite duda; es creer sumisa e incondicionalmente, en lo no demostrado ni experimentado por nadie. Es creer lo irracional. Por eso se suele limitar este concepto a lo religioso, a sus dogmas carentes de base científica. La fe pertenece al mundo de las suposiciones, de lo imaginado.

    -En cambio, creer es aceptar lo demostrado, con la posibilidad de que lo que creemos como verdad pueda ser modificado por nuevas investigaciones y por la propia experiencia.
    -Creer no es una actitud que anule nuestra capacidad de análisis; no es absoluta.

    -Tener fe es renunciar a comprender; es una actitud de entrega absoluta; no admite dudas, no precisa demostraciones. Es creer a ciegas.
    Por eso, las cuestiones de fe son tan difíciles de debatir; porque escapan a la razón.
    De los cuatro puntos que citas, para mí es el 4º la clave del porqué algunos tienen fe:
    ***"La necesidad de creer.- A veces la angustia vital no encuentra otra salida y hay que agarrarse a lo que sea***"

    Este tema lo veo más propio de La Tertulia, pero su escepticismo hacia el interés que podría suscitar, lo ha ubicado aquí.
    Ya ve que no me deja indiferente aunque hace años que perdí la fe y cada día aumenta mi incredulidad.
    ¡¡A ver si ahora comenzará a creer en los milagros!!

    Saludos

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  5. Sí, el tema puede ser complicado. En cuanto a lo que dices, Romero, la diferencia entre creencia y fe, lo que sucede es que la fe es un concepto judío y la convicción es un concepto griego.
    Es por eso que Pablo dice que cuando él predica su evangelio: "los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría" (1Corintios 1:22)
    Para afirmar su fe los judíos piden señales, milagros, una manifestación del poder en el que se espera que crean. Los griegos, en cambio, piden pruebas científicas, explicaciones lógicas. Pablo, que aunque judío tenía una educación griega, afirma entonces que la fe va más allá que eso, que "es la convicción de lo que no se ve".
    Es decir, lo que tú planteas, la creencia (convicción) ciega (de lo que no se ve).

    Nota: Corrijo un error, la cita que puse en el primer comentario no es de Romanos, sino de Hebreos 11:1

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