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2 de marzo de 2013

¿Qué puedo hacer?


      Ha vuelto a ocurrir. Como anunciaran los sinópticos, “se ha instalado en el lugar santo el ídolo abominable y devastador...”; ha prendido en nuestro espíritu el hedor de podredumbre financiera, la asquerosidad del pervertido comercio sexual, las aguas corruptas del ejercicio del poder mundano, lacras abominables que devastan el Gran Mensaje.
     Y vuelve a tener vigencia la frase indignada que profetizaron Isaías y Jeremías y los evangelistas pusieron en boca del Nazareno: “Mi casa es de oración para todos los pueblos y vosotros la habéis convertido en una cueva de ladrones.” Es preciso hacer de nuevo un látigo de cuerdas para arrojar de nuestro interior sagrado a los que emporquecen su esencia. Es absolutamente necesario que “al que sea ocasión de pecado para uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgaran del cuello una piedra de molino y lo echaran al mar”, porque buena es la sal del mensajero, pero “si la sal se vuelve insípida, ¿con qué daríais sabor?”
    Como el Nazareno, en la vital encrucijada, su actual representante también ha dicho “me encuentro profundamente abatido”; ambos se cuestionaron “pero, ¿qué es lo que puedo decir? ¿Padre, salvame de lo que me viene encima en esta hora?”, más sus actitudes fueron diferentes, Aquel dijo: “De ningún modo; porque he venido precisamente para aceptar esta hora”. Y añadió “Padre, si quieres aleja de mí esta copa de amargura; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. La misma voluntad que le llevó a arengar: “Ahora, el que tenga bolsa que la tome, y lo mismo el que tenga alforja; y el que no tenga espada, que venda su manto y se la compre. Porque os digo que debe cumplirse en mí lo que está escrito: Lo contaron entre los malhechores. Porque cuanto a mí se refiere toca a su fin.” Éste, en cambio, ha abandonado.
    Es verdad que éste no es Dios, que aduce una supuesta incapacidad humana que pudiera justificar el rechazo sacrificial, pero, más que nadie, debiera haber contado con la advertencia del Padre y el auxilio de su fe: “Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para zarandearos como al trigo. Pero he rogado por ti para que tu fe no decaiga”. Otro antes que él aceptó el cáliz de amargura, con su débil biología llevó su cruz hasta el final; subió a su calvario ante la mirada atónita de justificadores conformistas, apuró los últimos resuellos de su precaria existencia para mostrar la prevalencia del mandato divino, soportó con sus restos de entereza el salvaje escupitajo de una cruel enfermedad, y, mostrando los estertores de su cuerpo maltrecho crucificado allá arriba, en la ventana vaticana, exhibió la grandeza de su fe.
     Sin embargo, este Pedro de ahora no ha esperado a que cante el gallo para negarla tres veces, ha sido con las últimas luces vespertinas de un día frío de finales de febrero cuando la ha abandonado haciendo, esta vez, su propia razonada y comprensible voluntad.





5 comentarios:

  1. Un buen escrito para reflexionar y desdivinizar a la Institución eclesiástica más poderosa del mundo.
    ¿”Qué puedo hacer” con una institución corrompida, que concentra en sus manos un poder económico,político y espiritual absoluto en beneficio propio?

    ¿Qué puedo hacer con esas altas jerarquías eclesiáticas pervertidas, que manipulan y explotan las conciencias?.

    ¿Qué puedo hacer con un Papa que tiene un cómodo y lujoso retiro asegurado a cambio de ocultar la porquería que sabe que existe bajo las alfombras del Vaticano?.

    ¿Qué puedo hacer?, te preguntas.

    Apostatar. Renegar de esa iglesia oficial de banqueros, de opulentos negocios, de manipuladores de conciencias, de pervertidos pederastas… Si no hubiera fieles, no habría Iglesia (parafraseando tu frase de “si no hubiera ovejas, no habría pastores”).

    Sería necesario que, mundialmente, se luchara por que las iglesias no reciban subvenciones de los gobiernos y que los delitos cometidos por los clérigos sean juzgados por lo civil como los de cualquier ciudadano.

    Luis, me ha sorprendido este escrito aderezado con citas evangélicas.Es posible que la Iglesia , en sus orígenes, fuera estrictamente espiritual y esas citas sinceras en su contexto, pronto sirvieron, y sirven, de máscara para ocultar los verdaderos intereses de la Iglesia y engañar a la gente de buena fe.

    La Iglesia católica tiene un largo historial de corrupción, de crueldad y de soporte a los más nefastos sistemas políticos.Todo lo demás es literatura religiosa para el necesario lavado de cerebro de sus fieles ovejas.

    Hacía tiempo que no te mostrabas tan crítico, y está bien que lo hagas.

    Un abrazo

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  2. Con todo respeto hacia tu sentir y estado de ánimo,leo este texto y me parece escrito por un creyente.Hay en él cierto misticismo, patente en las citas evangélicas.Y es desde él desde donde se censura la dimisión del Papa,por no aceptar el peso que su cargo le impone.Y llegas a establecer un paralelismo de situaciones que me parece no corresponde con la realidad.
    Yo critico la postura del Papa, pero como no creyente. Le censuro por no hacer limpieza en el Vaticano; por no hablar claro y denunciar la corrupción y perversión que él conoce.Con su mullido retiro silencioso, deja que se hagan con el poder religioso los corruptos.Podemos considerar su edad avanzada, pero opino que su dimisión dejando todo como está, es una cobardía.

    Bueno, respetando tu versión de creyente, que se resiste a no creer que otra Iglesia es posible remontándote a palabras y mensajes que quién sabe si son ciertos...me has sorprendido pues te creía agnóstico.
    Una vez más, recomiendo "Por qué no soy cristiano", de Bertrand Russell.

    Saludos

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  3. Permitidme hoy aparecer en este vuestro espacio reservado para aclarar mi aparente contradicción que tanto a Fany como a Tono le han producido sorpresa. Con ello, estoy reconociendo implícitamente que no he acertado en la forma de plasmar el mensaje de mi escrito puesto que no se interpreta como pretendía.

    Aunque no tengo perfectamente definidas mis convicciones, creo que soy agnóstico por la sencilla razón de que todos somos agnósticos si aceptamos el significado del término, pues incluso el científico o filósofo más avanzado desconoce la inmensidad de lo existente; sin embargo, solo la soberbia o la estulticia nos llevaría a afirmar que no existe más que lo que nuestra precariedad mental es capaz de aprehender; por el contrario, el hombre inteligente cree —es creyente, por tanto,— que la existencia no termina donde acaba el actual conocimiento humano; no nos cabe duda de que hay algo más, oculto (“divino”) a nuestro entender.

    Lo que ocurre es que, desde los albores de la humanidad, ha habido gentes interesadas que han presumido conocer lo divino (han “adivinado”) y lo han instrumentalizado para controlar la conducta de los pueblos. Con toda desfachatez, lo han personificado — hagamos un Dios a nuestra imagen y semejanza—adjudicándole poderes e intención sobre los hombres y se han constituido intermediarios de la relación entre el asombro temeroso y el dogmatismo de lo absurdo: es la religión en general y sus iglesias. Siempre me ha llamado la atención que esta —para mi evidente— superchería pueda haber calado tan profundamente en los individuos que forme parte esencial de su propia convivencia; quiérase o no, hasta el más recóndito rincón de la conducta social está impregnada de normas religiosas.

    En este sentido, el poderoso andamiaje del catolicismo —cristianismo al fin— está basado en la fe inquebrantable en un judío que sus acompañantes dijeron que era Dios, que dejó un mensaje registrado en unos textos —palabra de Dios—, y que, desde entonces, sus seguidores lo han asumido como protocolo vital. Es su único pilar, su único e irrenunciable acta notarial, el único refugio argumental que esgrimen para defenderlo del poder de la razón.

    Y es ahí, en su terreno, donde he pretendido apoyar mi censura reflexiva, arrebatándole la exclusiva interpretación de sus textos sagrados, impidiendo que se enroquen en la esquina de su fe. He tratado de obligar a mirarse en su propio espejo donde su imagen y su reflejo pueda evidenciar su incongruencia.

    Aunque en lo personal me importa un bledo, mi curiosidad antropológica me lleva a comprender, incluso justificar, la renuncia papal; entiendo que su permanencia ante lo que se avecina hubiera sido un gesto inútil condenado al fracaso con toda seguridad, pero mi especial antipatía hacia lo dogmático me ha llevado a señalar su conducta como una contradicción de su propio mensaje, de su propia fe, olvidando la pasión ejemplar que tanto predicaron sus comunitarios, rechazando el más justificado ejemplo de su antecesor y, sobre todo, ignorando o desobedeciendo el mandato de su Dios.

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  4. Luís,ahora entiendo mejor tu escrito.Gracias por la aclaración, pero tanta cita evangélica textual confrontándola con la actuación del Vaticano y su jerarquía,me pareció como una reivindicación o añoranza de un creyente desengañado, pero creyente al fin.
    La incongruencia de la Iglesia con la doctrina que han tomado como "protocolo vital", es evidente y ha sido tema de debates y ensayos.
    Ahora veo que comparto tu opinión, pero, aunque no fuera así, leerte siempre es interesante. Gracias.

    Saludos.

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  5. "La verdad os hará libres" dice el Evangelio de Juan. Pero, ¿cuál es el precio de esa verdad?, resulta que este puede ser altísimo cuando la verdad es distinta a lo que queremos que sea.
    El problema de la Iglesia Romana es que tiene un miedo terrible a la verdad, y eso hace que se encierre en sí misma negándose a verla.
    Porque la verdad es que la Iglesia necesita cambios, en lo teológico, en lo doctrinal, en lo ético, en su relación con su grey y con el mundo en el que está inserta. Pero esa verdad, que la Iglesia necesita cambios drásticos, puede tener un costo demasiado alto, como podría resultar un cisma, un costo que la cúpula que ostenta el poder espiritual y económico no estaría dispuesta a pagar.
    Entonces, la conclusión es que esa iglesia que ofrece a los demás la salvación, es incapaz de salvarse a sí misma. ¿El papa? el papa es un teórico que descubrió que toda su teología no le sirve cuando debe administrar una empresa que, aunque es próspera tal vez en lo económico, está en bancarrota en lo moral, ¿por qué ha de extrañar que haya decidido renunciar? después de todo, por muy Vicario de Cristo que sea, también es irremediablemente humano.

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