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16 de agosto de 2013

Borrachera


Estoy, literalmente, borracho de champán.
Tendido en el suave bamboleo de mi chinchorro y arrullado por el persistente runruneo de las olas a mis pies contemplo cómo avanza la noche allá en el horizonte, donde se adivina el continente africano, siempre empezando a despertar, siempre lleno de misterio. 

A esta hora, en un rincón de su existencia pelean hasta la sangre el fanatismo y el ansia de ser libre de pueblos atrasados que otrora fueron luz del mundo. También aquí al lado, en nuestro suelo, toca echarse un pulso estéril a engolados directores de supuestas sociedades avanzadas; eternos gruñidos entredientes y alardes de posturas y palabras por acotar un puñado de savia que chupar y justificar su egolatría.

Fanatismo y política, igual da, borracheras de soberbia e ignorancia que abocan a estúpidas conductas; estulticia endémica que se empeña en arruinar, una y otra vez, el milagro asombroso de la vida.

La luna casi llena desparrama lágrimas de plata sobre mi pecho, y el sueño me vence enredando sus dedos amorosos en mis escépticos cabellos...




4 comentarios:

  1. Se ha hecho esperar este relato veraniego.Ahora comprendo: la"borrachera acunada en el chinchorro" te vuelve perezoso.Pero, como se dice popularmente, los borrachos dicen la verdad y aquí nos dejas unas cuentas, con tu peculiar estilo de saltar de vivencias personales a reflexiones sobre lo que pasa en el mundo.

    Como dices, hay borracheras de fanatismo, de política soberbia, de egolatría, -y podríamos añadir otras como la del consumismo borreguil-, la de "champán"... Pues bien; de entre todas ellas, la mejor, la más inocente, es la tuya: la de un buen "champán" francés o de un cava català, y ese escepticismo que afecta hasta tus cabellos.

    Y luego, meciendo tu borrachera en el chinchorro, que la luna derrame su plata en tu pecho y que el sueño te acaricie con sus dedos amorosos.
    Así... no me extraña que nos olvides.

    Quiero un chinchorro, una copa de champán , una luna llena y un sueño...

    Un abrazo.

    Fany

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  2. Hay quienes se emborrachan con el champán y los buenos vinos, y luego duermen su embriaguez meciéndose en una hamaca frente al mar.

    Otros se emborrachan de Poder, de fanatismo,de soberbia...y descargan su borrachera, con agresividad, sobre sus subordinados, sobre su propio pueblo...

    Como ya te han dicho,la borrachera más inocente es la del champán.

    Saludos

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  3. Al leer este relato me ha sorprendido que, desde un estado privilegiado de "vagancia" -permítame esta palabra- se hagan reflexiones ideológicas y se insinúen los trágicos momentos que viven algunos países.Es un buen contraste entre los que sestean su borrachera en una hamaca y quienes la utilizan para tiranizar a otros y alentar enfrentamientos que se cobran vidas humanas.

    Me gustó esa puntualización sobre diversos tipos de borrachera.

    Saludos.

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  4. Amigos míos: un viejo pensamiento se me ha hecho amigo inseparable este verano: «Solo el 1 % de la sociedad mundial vive en el llamado “estado de bienestar” frente al 99 que soporta diferentes niveles de carencias, algunos rayanos en la subsistencia» (El precio de la desigualdad, del Nobel Joseph E. Stiglitz). Los que gozamos de este privilegio, como conjunto, siempre hemos marginando al “otro estado” de opresión, pobreza, enfermedad y miseria ignorado que este desfase no es factible mantenerlo largo tiempo. Puede que cuando empecemos a entender que es preciso procurar felicidad a los demás si queremos ser felices... sea ya demasiado tarde.

    Pero, contra los seguidores de la queja, amigos de compartir desgracias ajenas haciendo gala de luto riguroso, opino que la mejor forma de ayudar al vecino desgraciado es combatiendo su ignorancia. De nada vale desgarrar las vestiduras o exhibir públicamente la inoperante compasión y el aspaviento dialéctico ante los trágicos sucesos si, aquí en casa, se jalea con paradójica simpatía, se justifica, se aplaude y se regalan halagos sumisos a los vendedores de humo, a los que pisan la oportunidad de saber, de pensar por uno mismo, a los conductores sociales que, borrachos de soberbia y de poder, imponen ideas sectarias, paraísos utópicos, fanatismo castrador de ilusiones y progreso.

    Esos que señalan con el dedo, los que buscan trincheras maniqueas, los más espabilados y decididos levanten su culo de la cómoda alfombra donde increpan y vayan allá a ayudarles a saber, a buscar su dignidad, a exigir su libertad. A los que ya en el ocaso de su tiempo solo pueden jugar a ser espectadores déjenlos mirar resignados en la distancia, meciéndose en su natural escepticismo evocando aún la mágica sonrisa de la vida.

    El personaje de mi anterior escrito —no necesariamente el autor—, instalado merecidamente en su descanso veraniego, no es un bebedor habitual —menos de champán— ni un perezoso indolente, sino un pecador y hedonista moderado que no puede disfrutar de un humilde momento de placer que, ocasionalmente, da la vida —y que es lícito e inteligente coger al vuelo— porque este nuevo amigo suyo se empeña en yacer con él mecido en su chinchorro. Y son los vapores del champan los que abortan tal impertinencia y lo transportan a un mundo aparte, idílico e irrenunciable, que algunos lo tienen divinamente prohibido.

    Es un placer hablar con ustedes.


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