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14 de noviembre de 2018

Saber


     Algunos piensan que la vida solo es un incidente natural limitado en el tiempo y, por tanto, carece de finalidad, no tiene un objetivo específico; en consecuencia, vivir es un abandono pasivo al irremediable protocolo socio-biológico. Otros, en cambio, la consideran un tránsito necesario para disfrutar de otra definitiva y eterna, no se sabe haciendo qué. Finalmente, hay otros a los que no nos cuadra que la realidad de existir carezca un objetivo sensato y trascendente. 
     Biológicamente, parece incuestionable que el pilar que sostiene la vida es la procreación, la creación de otra vida semejante; este sino es la garantía biológica de la existencia de una masa viva, pero... ¿para qué este parir constante?; el “creced, multiplicaos y henchid la tierra” no es una respuesta razonable para explicar el auténtico milagro natural de vivir, lleno de misterio, espectáculo y grandeza. 
     Escribiendo “Compartir” —en la primavera del 2011— , reflexionaba sobre la necesidad atávica del ser humano de compartir con sus congéneres lo que ha aprendido, lo que ha vivido, lo que piensa, lo que siente (enseñar), y, al mismo tiempo, necesita aprender de su entorno —también de los demás— lo que desconoce (curiosidad). Entonces comprendí que la vida tenía otro sentido que el de procrear: el de saber. La sabiduría ha hecho que el humano destaque en su evolución sobre los demás seres vivos, domine la naturaleza, consiga lo imposible. Mientras la procreación no tiene recorrido, su misión es evidente, la sabiduría no tiene límite, desafía la infinita divinidad (lo oculto, lo desconocido). La procreación, necesaria, no es más que un soporte, una inmolación, para el único objetivo de la vida: La Sabiduría. Usando un símil: vivir, cual carrera de relevos, más que la participación de cada corredor, el único y sagrado objetivo es llevar a la Meta el valioso testigo de la Sabiduría. 
     —Pero... ¿cuál es el fin del saber?— me pregunté después. 
     La pregunta me emplazó en otros derroteros metafísicos: no lo sabemos..."todavía"; pero, de momento, esta reflexión me proporcionó una inesperado y grato descubrimiento vital. Y, mirar la vida desde esta perspectiva, me permite apreciar un paisaje distinto y sumamente interesante a la vez que me proporciona un confortable estado de conformidad existencial. 
     Soy consciente de que no despejaré jamás la gran incógnita, que no encontraré respuesta a la gran pregunta pero, al menos, cuando llegue la nave machadiana que nunca ha de tornar, me encontrará indagando no esperándola, ligero de equipaje y con cara de estulticia.

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