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30 de julio de 2015

"Cecil"



Sus antecesores habían sido cazadores de búfalos en las llanuras de más allá de las Montañas Rocosas. Habían utilizado lanzas arrojadizas, venablos emponzoñados y rifles “Winchister 73” hasta acabar con la especie. Su país permite poseer armas con las que disparar contra aquel que entre en su morada aunque sea equivocadamente. No es de extrañar que un sujeto con estos ascendentes emprendiera, una vez más, un safari donde cobrar trofeos cazados para, después, disfrutar con su contemplación contando la masacre a gente como él. Empleó un potente arco de fibra para atravesar con una flecha inmunda el majestuoso cuerpo del león “Cecil”, un impresionante ejemplar que sesteaba su vejez, confiado, en el tranquilo y protegido parque natural de Zimbabwe. No pudo acabar con él de un envite y tuvo que seguir su sangrante rastro y cazarlo, ya vencido en su agonía, de un disparo cobarde.

Le había costado una pasta gansa —producto de empastes y extirpaciones dentales— pagada a dos guardas mamporreros que vivían, precisamente, de garantizar la existencia de “Cecil” y la de otros animales protegidos; gente que vende la propia estima y prostituye su raza eternamente adulterada. Es americano —del norte— pero pudo haber sido de cualquier parte donde exista soberbia, arrogancia y  necedad, una a una y/o en peligrosa mezcla explosiva. Creía que su acción era legal y a lo peor lo es; puede que esté autorizada en los papeles que van dictando los torpes, interesados y, a veces, corruptos representantes públicos que intentan superar las leyes naturales burlando la más elemental decencia.

Seguramente, cuando sea conducido ante el juez —si es que eso ocurre— apelará a la memoria histórica, a la costumbre ancestral de su nación, a su poderío económico, a vicio depredador, al apoyo legal y a su decidida voluntad, —le salió de los cojones, ¡vaya!—; y confesará con la más cínica de las respuestas: “En el uso de mi libertad tengo derecho a decidir”.

Pues yo también tengo derecho y voluntad de escribir lo que me place, y mostrar aquí mi repugnancia ante quienes, como este pedazo de animal que acabó con la vida del precioso felino, utilizan de forma torticera esta falacia para ocasionar desgracias a inocentes en su propio beneficio.


2 comentarios:

  1. ¡Estupendo, Luis! En este texto me identifico con tu sentir y con la decisión de hacerlo público porque así llevas a los lectores a reflexionar sobre los depredadores a escala mundial, que no solo depredan a sus congéneres sino a la Naturaleza, mediante sobornos y haciendo alarde de su poder económico.

    ¿Quién se atreverá a ir a la consulta de un dentista cazador?...Prefiero los leones.

    Un abrazo.

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  2. Un hombre que mata, muchos que lo hacen también; sea un leòn, un ciervo o un humano, hay millones de personas en el mundo cuyo entretenimiento es matar...menuda humanidad!.
    No me importa que se llame Cecil o Rudolf o no tenga, por no tener, ni nombre. Me importa, y mucho, que el poder y la riqueza tenga a la muerte como invitada.
    Mis felicitaciones.

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