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17 de julio de 2011

¿Cultura?

Hará un mes más o menos, un amigo vaticinó la segura designación de Córdoba como Capital Cultural Europea para 2016. No es posible que conociera compromisos ya pactados por lo que su fe ciega en tal resultado se debía, pienso yo, al enorme deseo, casi la necesidad, de que fuera así. Siento, de verdad, la enorme decepción que ha supuesto para él el resultado de este evento, pero, tengo que ser sincero, hasta ahí llega mi sentimiento. Y, como sé que puede resultar molesta mi forma de sentir el desenlace, debo explicar por qué es así.

En cualquier conversación, oral o escrita, me gusta saber con claridad el objeto del intercambio dialéctico. Desconfío de los eufemismos porque los considero una forma de camuflar verdades a medias y el intercambio informativo en nuestra sociedad respecto de la “Capitalidad cultural” tiene algunos que son la causa de mi aparente indiferencia. Por eso, antes de sumergirme en una reflexión, que siempre será subjetiva, debo conceptuar qué es para mí la Cultura; una perogrullada —me dirán— pero, a la vista de tanto manoseo sin sentido y tanta utilización interesada del término, quiero definir, aunque sea una obviedad, mi punto de partida argumental.

Yo entiendo la cultura como el conjunto de costumbres, gustos, normas, comportamientos y actuaciones por el que se rige un colectivo de individuos que quiere vivir en sociedad. Es su filosofía de vida; sedimento de experiencias que, a lo largo de su historia, se ha ido convirtiendo en guía de conducta, aceptada como propia. Una de sus características es la singularidad; cada grupo tiene la suya, con la que se identifica y diferencia de otros grupos (no es exportable, aunque sí permeable). Otra es su dinamismo: va adaptándose a la evolución del colectivo decantándose por nuevas formas de ser que la convierte en algo vivo y cambiante. Pero también tiene un espíritu conservador que garantiza su esencia, un tenaz y persistente cimiento que sostiene la viabilidad cotidiana. Y esa sabiduría popular acumulada de mucho tiempo, de muchas actuaciones, de muchos pensamientos, de muchas vidas no es posible manipularla de forma artificial ni siquiera para mejorar su condición.

Analicemos, pues, dede esta perspectiva. Ya la iniciativa me indispone; no acabo de aceptar ese axioma impositivo que el progresista mundo occidental ha ido incrustando en nuestro esquema mental: la competitividad total. Todo es competición, no solo el deporte, la industria, la producción o el comercio, también el saber, el crear, el amar...; hasta lo más sutil es objeto de enfrentamiento por lo que todo está justificado. Es nuestra religión actual: ganar, aunque esa victoria lleve implícita el fracaso y la humillación del otro.

Pero, si hay que competir, mi concepto de Cultura no encaja en una pugna que trata de comparar de forma cuantitativa lo que cualitativamente es distinto. Me cuesta trabajo entender una competición entre las diferentes formas de vivir de los habitantes de distintas ciudades; me sorprende que algo tan intangible, tan imponderable, tan espiritual, tan singular y subjetivo pueda someterse a unos parámetros —cualesquiera que sean— para establecer cual es más o menos, mejor o peor. Dudo mucho que, desde mi planteamiento conceptual, llegue a una conclusión lógica y aceptable; y por eso, además de desconfiar de la objetividad del procedimiento seleccionador (también de las personas que seleccionan), el evento me parece una soberana estupidez.

Pero, como me cuesta aceptar que los organizadores y participantes de este evento adolezcan de debilidad mental —al menos en su totalidad—, tendré que admitir que debo estar equivocado en mi planteamiento reflexivo. Probablemente el error parta de la tendencia, socialmente extendida, a relacionar la cultura con el producto resultante de la elaboración secular de quehaceres intelectuales y manuales que puede ser objeto de intercambio mercantil. Este “patrimonio cultural”, así concebido y elaborado es sectario, exclusivo; está representado por un estamento virtual en el que impera el saber erudito, la interpretación y la creación artística y literaria; un sector social compuesto por gente excepcional, generadora y consumidora de cosas extraordinarias que sobrepasan lo cotidiano o lo vulgar. Gente a la que la sociedad en general —y mediática en particular— considera “cultos” en exclusividad y están llamados a protagonizar ese mundo aparte: actores, pintores, escultores, arquitectos, escritores, filósofos...

Y, de ser innecesaria una dirección cultural en mi concepto, comienza a tener sentido la existencia de estamentos que encauzan, cambian, modifican, exhiben, venden una industria que sí requiere administración y control. Por eso los gestores sociales, en su afán de propagar, potenciar, proteger, subvencionar la cultura se lanzan, con el arrojo y desparpajo que da la autoridad, a crear organismos e instituciones que consumen ingentes cantidades de recursos para velar por el mantenimiento, la conservación y la promoción de “nuestro patrimonio cultural”; todas ellas actividades, a su vez, generadoras de dinero y de prestigio.

Otro eufemismo que temo más que a una vara verde es la personalización de entes abstractos o instituciones. A lo largo de mi vida social y profesional he asistido sorprendido, indignado y, finalmente, divertido a la apropiación personal de los éxitos comunes de las instituciones o a usar éstas de parapeto para defender un fracaso personal. Procuro, por tanto, mantenerme aséptico en ese ejercicio de travestismo que practican algunos personajes irresponsables o éticamente poco escrupulosos. Creo, firmemente, que, para bien o para mal, son las personas las que deciden, actúan, triunfan, fracasan, se equivocan, aciertan, reciben, dan, lloran, se indignan, claman... Entonces... ¿quién o quiénes son la “Córdoba” que entra en liza?, ¿quien o quienes elaboran la estrategia?, ¿quién o quienes son los artífices de su derrota?

“Córdoba” ha jugado y “Córdoba” ha perdido esta confrontación y, ahora, “Córdoba” no solo no acepta el fallo, sino que descalifica a la campeona, a los jueces y se manifiesta indignada (palabra de rabiosa actualidad) a la opinión pública; se oye “su” llanto y el rasgado de “sus” vestiduras, y amenaza con impugnar el evento aduciendo (parece que con razón) que ha habido trampa o encontrados intereses. ¿No es sorprendente su comportamiento tras el fracaso competitivo, lejos de su espíritu que señala que “lo importante es participar”? ¿Cómo es posible que una ciudad llore, o que se indigne porque han desconsiderado una obra humana?
Hay un dicho popular que es una verdad irrefutable: “nadie da una puntada sin hilo” (los directores culturales menos). De manera que la respuesta a tal pregunta habrá que buscarla, como lo hiciera Hércules Poirot, de la famosa escritora inglesa, respondiendo antes a otras preguntas: ¿qué se buscaba con el lance?, ¿quién o quienes lo buscaban?, ¿a quién o quienes hubiera beneficiado? ¿quién o quienes han resultado perjudicados? Y habrá que seguir su famoso protocolo: “cherchez la femme” que, en este caso habría que cambiar por “cherchez l´argent”.

Dinero, en todo esto hay, debe haber o, al menos, huele a dinero. Un dinero que alguien debe dar (no creo en absoluto en la generosidad crematística), alguien lo tiene que anticipar, alguien tiene que decir quién lo recibe y alguien lo tiene que recibir. Y estaría bien si el beneficio de ese “negocio” se derramara como la lluvia en toda su sociedad, auténtica dueña del producto, pero el pueblo llano, el analfabeto, el de pensamiento elemental, el de conducta ordinaria, está al margen de ese mundo cultural interesado. Y sospecho que los beneficiados son, como siempre, unos pocos privilegiados que actúan a espalda de los auténticos actores culturales a los que piden, además de su dinero, su admiración, su participación promocional y su aplauso.

Estos son los motivos por los que, no sé si muchos como yo, asisto indiferente al esperpento.

La Cultura cordobesa ahora está, y seguro que estará, donde ha estado siempre; sus atributos no han sufrido ni sufrirán menoscabo. No añoro las promesas del 2016 que, en todo caso, “¡cuán largo me lo fiáis!” —que diría el vital don Juan Tenorio—. Yo, como él, me conformo con seguir viviendo día a día en esta impresionante ciudad, pateando su calles, oliendo sus primaveras, conviviendo con su gente, compartiendo sus gustos que son mis gustos, sus éxitos que son mis éxitos, sus preocupaciones que son las mías, sus decepciones que también lo son. Seguiré inmerso en una filosofía vital que me ha conquistado. Me empaparé cada día y cada noche de su embrujo, lejos de los monumentos que a nadie interesa porque no tienen vida, ajenos a las extrañas noches blancas que masifican cantes que hay que decir en el sagrario de lo íntimo, a los museos donde solo puede verse obras muertas de artistas que están muertos. De palacios de congresos que no existen porque la sabiduría se enseña en los rincones de sus calles, en sus barrios, en sus plaza, en sus tabernas...; en el manantial vivo de sus creadores que están  vagando por la incomprensión, soportando el desprecio de la soberbia y la ignorancia que se empeñan en alardes constructivos que el cordobés no entiende.

Buscaré a los poetas que hay entre la gente, a los artistas que regalan sus creaciones porque son incontenibles. A los que saben del vino y su beber. A los que dicen sentencias sin querer. A los que saben callar. A los que no necesitan que nadie le venda sus entrañas. A los que desprecian los tópicos que distorsionan la belleza de su esencia... Con ellos esperaré sentado la venida del 2016, sin acritud, sin aspavientos, disfrutando de la cultura cordobesa, de mi cultura.


5 comentarios:

  1. Opino que es de los textos mejor escritos en cuanto a redacción.Los dos primeros párrafos introductorios podrían abreviarse, para entrar de lleno en sus reflexiones sobre el tema central.

    Me ha parecido una excelente exposición sobre su concepción de lo que es Cultura. Comparto sus conceptos de cultura popular. Sus características de singularidad “no exportable, pero sí permeable”.Esta permeabilidad es la que permite su dinamismo, adaptándose a la evolución de la sociedad , permaneciendo fiel a sus raices; fidelidad que usted llama “espíritu conservador”. Totalmente de acuerdo con lo que dice y en cómo lo dice.
    Otros puntos en los que me identifico con usted:
    1-Las candidaturas a la “capitalidad cultural” “es una pugna que trata de comparar de forma cuantitativa, lo que es cualitativamente distinto”. ¡¡ Excelente análisis!!

    2-La elección de la ciudad se hace por cuestiones ajenas a la cultura.Deciden intereses políticos, económicos y sociales, que favorecen a unas élites próximas al poder y sus instituciones, que despilfarran el presupuesto en la promoción cultural, muchas veces con actuaciones banales y mal organizadas, en las que estampar su firma.

    3-¡¡Muy buenas las preguntas que plantea!! “¿Qué se busca?.¿Quién lo busca?,¿A quién beneficia?.¿A quién perjudica?. Claves para comprender que siempre se busca dinero y prestigio para unos cuantos, mercaderes del arte y la cultura. De ninguna de esas cosas se benefician los pueblos.

    En los dos últimos párrafos, usted hace una declaración de principios, identificándose con la belleza de lo cotidiano y la sabiduría popular; una “filosofía vital” ajena a lo fastuoso, a lo convencional, a lo que emana de los poderes fácticos. Me identifico absolutamente con usted., pero opino que ha empleado un tono algo populista, porque la Cultura está también a otros niveles.

    Disiento en lo que dice de los Museos.: en ellos se conservan obras universales, que, de otra forma, estarían en manos privadas.En casi todos se hacen visitas comentadas, aunque faltan más iniciativas para acercar el arte a la gente neófita.

    No me encontrará entre “los que saben del vino y su beber”, pero sí entre quienes disfrutan con el arte y la belleza que hay en las cosas sencillas. Detesto los eventos en los que se imponen condecoraciones.

    Saludos
    ^^^^

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  2. ¿Qué es la cultura? ¿Hay más de una o es un árbol con ramificaciones distintas? ¿Existe una cultura popular o es esnobismo? ¿Cómo se pueden distinguir? ¿La cultura de los museos está muerta o sigue viva? ¿Existe una cultura actual muerta y bien muerta? ¿La cultura es el anzuelo para la pesca del mercadeo? ¿Cuál es la razón por la que la cultura son emociones y las emociones no lo son?
    ¿Qué hay de real en lo que llamamos cultura? ¿Cómo acercarla, si no está instalada desde hace siglos, al pueblo?
    Dios, cuántas preguntas y que escasa respuestas y, todas ellas, diferentes y diferenciadas.
    Buen tema, Luis, para "La Tertulia" que creaste.
    Y allá la llevo, si alguien quiere acompañarme, con el café, un buen vino de Montilla y espero vuestra compañía: Fany, ^^^^, Luis y quien quiera entrar.
    ¿Me permites, querido autor, ser hoy y solo hoy, la que os invite?
    Un saludo.
    X

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  3. hola: soy Pepe Herrera.
    No puedo estar más deacuerdo con usted, señor Don Luis Vázquez. Estoy harto de la competitividad que se le impone a un pueblo y que este, como fiel becerro, acata lanzando pedradas contra otro pueblo, que nada entiende de las decisiones de otros interesados en el dinero ajeno.
    Cuando se juega, se está expuesto a perder. Pero no es el pueblo cordobes el que ha jugado, si no los interesados.(unos pocos)
    En cuanto a las preguntas de anónimo.
    Me temo tener que reflexionar sobre ellas y si no es mucha molestia volver a comentar.
    Un saludo afectuoso.

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  4. He leído, en "El País" de hoy, en las páginas dedicadas a Andalucía, una noticia que me ha remitido mentalmente a este texto por su relación con Córdoba y la ¿Cultura?.

    Titulo: "La Copa Davis sí prefiere Córdoba" y como subtítulo: "El Ayuntamiento espera ingresar 400.000 € y la visita de 12.000 personas".
    He seguido leyendo para ver si encontraba, entre las declaraciones del alcalde, alguna razón "cultural" o social, que valorara lo bien que se lo iban a pasar los aficionados al tenis. Pero no.Las razones de su euforia eran ,las ya mencionadas, más el cálculo de cuánto se gastará cada una de las 12.000 personas, y que la campaña de promoción de la ciudad le iba a salir gratis.
    Como bien señalaba Luís en su escrito, esta eleccion de las ciudades, para tal o cual evento, son por intereses crematísticos.
    ¡¡ Vaya premio de consolación para una gran ciudad!!.
    ¿Tiene el deporte algo que ver con la cultura?.

    Mi más sentido pésame, Luis.

    Saludos.
    Fany

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  5. Bueno, hay paises que tienen un Ministerio de Cultura y Deporte, es decir juntando ambas actividades ¿por afinidad?.
    Ahora, volviendo un poco a algunas de las opiniones expresadas anteriormente, nos encontramos con el problema de ¿qué es cultura? pero, aunque las definiciones quedaron más o menos claras sigue el problema de la utilización de la palabra "cultura" para otros fines. Lo mismo sucede con la palabra "deporte", porque no son lo mismo las actividades que las personas desarrollan en bien de su entretención y su salud, que las que se desarrollan masivamente con el propósito de que algunos ganen dinero.
    Así es que si Córdoba necesita ingresos ¿por qué no utilizar alguna de esas actividades? Lástima es que de todo eso no se espere, por ejemplo, que los jóvenes se incentiven a practicar el Tenis como actividad física y recreativa que los aleje del alcohol y las drogas, sino que el negocio funcione bien seguramente beneficiando, algo a la ciudad y algo más a bolsillos no muy santos.
    ¿La gente?, bueno, sabemos como es la gente, Pan y Circo, decían los romanos, deja contentas a las multitudes. Los gobiernos actuales han superado a los romanos puesto que han logrado que las multitudes hasta se olviden del pan en la euforia por el circo y muchos cordobeses estarán felices de tener en su ciudad a la Copa Davis. ¿O estoy muy equivocado?

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