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12 de julio de 2011

El Santa

Cuando yo era estudiante me pelaba en una barbería de mi barrio que regentaba un peluquero singular. Era de San Jerónimo, un pueblecito que acabó engullido por los tentáculos invasores de la Sevilla de la Expo. Viajaba temprano, en una vespa verde, con el canasto de la comida atrás y, después de trabajar todo el día, cerraba cuando salía el último cliente.
     
No sé si se apellidaba “Santa” o era un mote, pero él respondía por ese nombre sin enfadarse. Era bajito, fortachón, y hablaba por los codos. Tenía todo tipo de conversación para usar la adecuada según qué cliente y nunca tenía prisa. Le molestaban especialmente los que se impacientaban y los niños que incordiaban mientras sus madres hojeaban el “Hola” atrasado; entonces, se guardaba el peine y la tijera en el bolsillo del batín blanco de medio cuerpo y, a modo de huelga momentánea, dejaba de pelar y decía en voz alta: «el que tenga prisa que se vaya... y venga luego, que aquí lo espero».
       
Tenía a gala ser sevillista hasta la médula y haber sido, hasta no hacía mucho, peluquero oficial del equipo de su alma. A todos los jugadores les hacía el mismo tipo de pelado y refiriéndolo, repetía siempre una frase hecha, mientras desplegaba una amplia sonrisa: «todos cortados por la misma tijera, ¡ojú, qué arte!» —se decía él mismo.
       
Cuando entraba un cliente, si no lo conocía lo miraba de arriba a abajo, diagnosticándolo como si fuera un scanner; marcaba distancia hasta ver “por donde pajeaba”. A los conocidos los saludaba, estrechando fuertemente su mano, mirándolo a los ojos y cuando le preguntaban: «¿cómo estás, Santa?» le respondía irónico:«¡ya ves, aquí, viviendo por los pelos!».
    
No solo contaba chistes, alguno de ellos muy malos, sino que los protagonizaba y escenificaba, como si él fuera el primer actor, la barbería fuera el escenario y los clientes los espectadores —hasta el que estaba a medio afeitar se volvía para no perder detalle—. Casi siempre eran referidos a anécdotas ocurridas en la propia barbería. Había uno que contaba con una gracia especial:
     
Resulta que se presento un cliente de esos “pejigueras”, que siempre tienen prisa, se quejan de todo y no dejan propina. Tenía barba cerrada de unos cuantos días y lo medio enjabonó. Y probó para rasurarlo una navaja, ya vieja, que había mandado a afilar. En la primera pasada ya notó que no estaba fina la herramienta, pero el cliente no dijo nada; a la segunda, más embotada todavía, comentó, tratando de no moverse, «Santa: parece que la navaja se atranca un poco, ¿no?». Y le contestó: «no se preocupe usted, don Fulano, que aquí hay un par de cojones pa tirar de ella».
      
Por razones de estudios, uno de uno clientes preferidos tuvo que ausentarse e ir a vivir durante un tiempo a una ciudad del norte. Cuando volvió en vacaciones, fue a visitarlo. Tenía  una abundante melena (que entonces se llevaba).
—¡Que buen pelo tiene usted, don Mengano! 
—He querido aguantar sin cortármelo hasta que tú lo hicieras, Santa; ¡eres el mejor! —comentó el cliente, adulador. Le miró con ojos brillantes y, en silencio, le dio un abrazo cariñoso.
   
Mientras descargaba su cabeza le hizo un interrogatorio a fondo, respetuoso, bien llevado y salpicado de frases de admiración. Se enteró de sus progresos pero no supo de su ridícula asignación económica de becario que apenas le daba para subsistir. 

En un momento, después de una pausa reflexiva, le espetó: 
—Don Mengano, y digo yo, ¿cómo puede usted vivir lejos de Sevilla?; ¿por qué no se viene usted aunque sea ganando veinte o treinta mil duros menos? —. Era, en su ignorancia, la medida con que expresaba su admiración por la ciudad del Guadalquivir. 


Ahora ya no estás, amigo Santa, pero cada vez que vuelvo a Sevilla me acuerdo de tu barbería y de tus chistes malos.

10 comentarios:

  1. Buen retrato de un personaje singular; de esos que imprimen carácter al negocio por su divertido y estravagante trato con los clientes.
    Está muy bien descrito el personaje y el ambiente.Me ha gustado mucho el afeitado del cliente "pejiguera".Se visualiza la espuma jabonosa y la navaja deslizándose con maestría,mientras el cliente elucubra, mentalmente,sintiendo su cuello entregado a la navaja -que pone en entredicho- y a la pericia de un barbero estravagante.
    Todo lo que concierne al personaje y el ambiente, me parece muy bueno y divertido.

    Objeciones:
    -No veo la conexión de este formidable relato con la cita sobre Zapatero, ni al principio, ni al final.Zapatero caerá en el olvido y se desconectará, cada vez más, de este relato , que, sin duda le sobrevivirá.

    -La palabra "fortote", no existe en el diccionario de la RAE.Hay dos que podrían sustituirla: "fortachón", o "fornido".

    -"No sé si apellidaba"...(No sé si SE apellidaba).

    En todo lo demás, ¡¡ Mi enhorabuena !!

    Fany

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  2. Creo que en mi anterior comentario he escrito estravagante en lugar de extravagante.
    Pensaba escribir estrafalario;luego cambié de idea y borré la mitad de la palabra, sin darme cuenta de cambiar la "S" por "X".

    Luís, perdona el lapsus.
    Saludos
    Fany

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  3. Este peluquero es una de las muchas personas con "chispa" que reinan en Sevilla. No son los chistes los que les hacen singulares, son los gestos, la "sorna", y ese acento particular y encantador.
    ¡Ay, Sevilla! tan elogiada y cantada, y no sólo por poetas y músicos; nadie que haya estado allí con frecuencia puede olvidarla.

    Me has traído recuerdos dulces de hace muchos años, Luis. Gracias por ello.

    En cuanto al texto, opino como Fany, aunque hayas intentado unir la navaja, gastada y sacada a propósito, del barbero con la de Zapatero, no veo la relación.

    Un saludo.
    X

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  4. ¡¡ Qué bueno y divertido relato !! Su extraordinaria y minuciosa descripción del singular peluquero, es un retrato que le hace
    simpático, a pesar de sus insólitas maneras de tratar a la clientela.
    Retratos como este, de personajes que usted haya conocido o imaginado formarían -desde mi punto de vista- un álbum de recuerdos muy interesante.Retratos en sepia; cálidos,
    originales,tristes o divertidos,que han permanecido en su memoria después de tantos años. Así me llegan a mí sus personajes.
    Me ha gustado mucho, muchísimo.Y encuentro que la redacción está bien cuidada.

    Creo que debería tener en cuenta lo que le apuntan sobre la palabra "fortote".
    -Coincido con los dos anteriores comentarios en que el relato tiene vida propia. No necesita la referencia a Zapatero, porque pasado el tiempo, no significará nada esa cita.

    ¡Enhorabuena!
    Saludos
    ^^^^

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  5. Se te pasó por alto esta frase, que ahora queda ahí desconectada:

    "Un día contó uno que viene como ni pintado a la manifestación de hoy del amigo Zapatero".

    Valoro mucho tu capacidad para rectificar,
    teniendo en cuenta los comentarios.

    Saludos.
    Fany

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  6. Observo que ha añadido un párrafo final en el que usted y el peluquero dialogan.
    No tengo una opinión firme sobre la conveniencia de alargar el relato metiéndose usted por medio.Me gusta ese diálogo, pero siento como si le quitara protagonismo a "Santa" y desviara la atención hacia usted, sobre todo tratándose del final del relato.Tal vez en otro lugar usted aparecería como un cliente más, sin quitarle protagonismo al peluquero.
    Me gustaría leer otras opiniones (-a ver si aparece X-) sobre si usted debe salir en esta foto. Casi estoy por decirle que no. Que usted es el fotógrafo y no puede salir en la foto.Pero, bueno, ya sabe que, por mi parte, solo son opiniones.Nunca utilizo el imperativo.
    Saludos
    ^^^^
    PD.Resultaría más fluído el texto, dejando espacio en los punto y aparte, para separar los párrafos. Y también opino que es más correcto decir "se apellidaba".

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  7. Veo, Luis, que cambiaste el cliente de ser tú a utano pero olvidaste que volviste a ser tú en los ultimos párrafos
    "En un momento, después de una pausa reflexiva, ME espetó:
    —Don Mengano, y digo yo, ¿cómo puede usted vivir lejos de Sevilla?; ¿por qué no se viene usted aunque sea ganando veinte o treinta mil duros menos? —. Era, en su ignorancia, la medida con que expresaba su admiración por la ciudad del Guadalquivir.


    Ahora ya no estás, amigo Santa, TAMPOCO TENGO EL MISMO PELO, pero cada vez que vuelvo a Sevilla me acuerdo de tu barbería y de tus chistes malos.

    Coincido en "se apellidaba".

    Yo prefería la versión donde el fotógrafo se pone delante del objetivo, pero...

    Un saludo.
    X

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  8. Vuelvo a escribir mi comentario que se me acaba de volatilizar(?).
    Decía que me gustaba cómo te ha quedado el relato y qye es uno de los que más me gustan, pero que decir "Fulano","Mengano",desdice la elegancia de tu prosa.Creo mejor dar un nombre cualquiera a los personajes.
    Observo que los últimos relatos son más extensos.Debe de ser tu "fiebre creadora" que te surte de ideas y recuerdos sin fín.

    Iba a decirte lo mismo que X (acabo de leerlo): se te escapó el "ME". Pero no encuentro contradicción con tu salida de escena en ese párrafo, y el final, que concuerda con el principio: tú eres el narrador.
    Un amistoso saludo.
    Fany

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  9. A veces la memoria funciona como un bumerang, hay un tiempo en el que, empeñados en la lucha por la vida, el trabajo y la familia, olvidamos esos detalles que formaron parte alguna vez de nuestros dias. Pero, al ir haciéndonos mayores nos encontramos con que ese bumerang regresa.
    En estos tiempos modernos en el que todos los servicios son impersonales, ir a la peluquería es como hacer un trámite cualquiera, se entra y se sale, sin más intercambio de palabras que un buenos días y un hasta luego. Qué lejos quedaron esos tiempos en que, más que a cortarnos el pelo, asistíamos a la peluquería a escuchar los comentarios que a las noticias hacía la aguda lengua del peluquero ¿qué movía más, la mano o la lengua? es difícil decirlo, pero ambas eran incansables.
    Yo era joven entonces y, conforme a las reglas sociales en uso (en ese tiempo), no hablaba a los mayores si ellos no me hablaban primero, pero podía escuchar ¡y como disfrutaba escuchando!. Tiempo pasado, si fue mejor, no lo se, pero, aunque no recuerdo el nombre porque nunca lo supe, si recuerdo al peluquero que decía:
    --siempre escucho lo que me dicen, pero yo callao.
    "El yo callao", una parte de mi infancia y de mi juventud todavía vive en las sillas de su peluquería, el recuerdo estaba almacenado en mi memoria y "El Santa" lo ha traído de regreso, gracias.

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  10. Un excelente retrato,trazado habilmente con buena y amena prosa.
    Opino que es uno de tus mejores relatos.
    Saludos

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