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8 de julio de 2011

El casino

     El casino es el nombre genérico que le damos en el pueblo al único establecimiento donde se despachan y consumen bebidas, aguardiente, vino de pitarra y poco más. Realmente es una casa particular, frente a la iglesia, cuyo propietario, Julián, tiene instalado en su amplio zaguán una especie de mostrador y unas mesas de camilla con sillas de tomiza donde, por las tardes, se juega al dominó y al tute subastado. Comunica con un patio interior donde, bajo un emparrillado, se sientan los que no quieren bullicio y prefieren la tertulia y, en las tardes de verano, después de regar la acera, saca Julián unos cuantos veladores a la puerta de la calle, donde los mirones, sentados de ladillo y recostados en la pared, observan el ir y venir de las muchachas que, exhibiendo risas de complicidad, pasean en grupos cogidas del brazo.
     Hoy, día de la patrona y en plena misa mayor, está lleno de hombres que beben palomitas. Se habla de todo en voz alta, tapándose la conversación unos a otros. Termino de beber en el botijo y observo que en la esquina, acodado en el mostrador, está mi tío Plácido con el alcalde y un grupo pequeño de gañanes de los chaparrales cercanos que han bajado a la fiesta. Me ha visto entrar y me hace señas para que me acerque. Me pasa el brazo por los hombros con una efusión especial —debe haber caído más de una palomita, pienso—mientras los demás emiten un sonido ininteligible a modo se saludo. Hablan del campo y de la vida, de las previsibles consecuencias de la sequía de este invierno y de la sombría situación que le aguarda a la gente pobre. «¡Hay que hacer algo!», es la frase repetida de mi tío; «sí, pero ¿qué?», contesta el alcalde.
     Un silencio general hace que todas las miradas converjan en dos personas que acaban de entrar y permanecen estáticas junto a la puerta mientras sus ojos se acostumbran a la penumbra reinante. Uno es don Manuel, el padre de Milagros, el hombre más rico del pueblo y alrededores; más de la mitad de vecinos son jornaleros suyos y, aunque discretamente, no pasa de hacer valer su privilegiada situación social. El otro es forastero, bastante más joven y de buen porte. Salta a la vista que es un hombre de ciudad, al menos no es campesino; viste traje de chaqueta claro, zapatos bicolor y camisa azul sin corbata. Se ha destocado al entrar de un sombrero “Jipi-Japa”, que le llaman, y muestra un pelo castaño, liso, peinado y engominado hacia atrás; también porta un bigote perfilado, apenas una línea sobre el labio superior, y, al quitarse las gafas oscuras, deja ver unos ojos claros, fríos y cortantes como una navaja barbera. «No me gusta un pelo» — digo para mí—. Miran alrededor buscando una mesa y, al instante, unos cuantos del fondo —gente suya, supongo—, se levantan de sus sillas y se las ofrecen con serviles ademanes. Ellos las ocupan sin prisas y sin mostrar el más mínimo agradecimiento. «¡Hijos de puta!», murmura mi tío, mientras los otros se miran, cómplices en el silencio.
     Poco a poco se reanudan las conversaciones y se hacen casi gritos. En un momento, el sonido entrañable del tambor y la flauta irrumpe lentamente en el bullicio ahogando las palabras; verde el uno, con las cuerdas blancas y pellejo de cabra bien curtido, con tanza vibradora, que es golpeado con ritmo conocido, familiar; y la otra, de castaño torneado, a la que el aliento y los dedos ágiles ponen en el aire notas arabescas evocadoras de otra fiestas, de otros tiempos. El tamborilero de Hinojales va vestido de corto: pantalón ajustado de mil rayas y vuelta blanca, botas altas de Valverde del Camino, con caireles plateados, tirantes recogidos y fajín de seda a la cintura. Camisa blanca con chorrera y chaquetilla corta de muselina clara y puños con botones. Se toca con sombrero gris de ala ancha y copa baja, con un broche plateado en la cinta y una estampa de la virgen en el frontal.
      El ritmo cadencioso no tarda en provocar el primer fandango, espontáneo, tímido, humilde y repetido que abre la puerta de sentimientos profundamente arraigados y largamente compartidos.

La patrona de mi pueblo,
la virgen santa Marina,
es muy chiquita y morena;
es la imagen más bonita
de la sierra de Aracena.

     Debe estar acabando la misa. A través de la ventana que domina el llano de la entrada, se ven salir, poco a poco, cada vez más gente; son zagales y mocitas que no aguantan más el encierro, y mayores que pretenden coger sitio a la sombra del campanario para ver salir el paso.
     Unos de los gañanes del grupo pide otra ronda de aguardiente y, tras beber su copa de un trago, carraspea la garganta, y llevando el compás golpeando el mostrador con los nudillos de sus dedos, se arranca con voz suave, clara y armoniosa impropia de un corpachón basto como el suyo:

Ando cantando y cantando
a ver si le puedo dar
a unos chiquillos que tengo
una casa bien montá
pa que no vivan de arriendo.

     Termina con voz alta, sentenciosa, y brazo extendido al techo.
    Sigue sonando en silencio el ritmo del tambor esperando nuevos cantes, siempre por fandangos de Huelva, de Valverde, de Almonaster, de Calaña, de Paimogo...
    No había oído nunca cantar a alguien de mi familia, por eso me sorprendió la voz ronca y violenta de mi tío interpretando uno de Valverde de los llamados “valientes”, saliendo al medio, piernas abiertas, desafiante, manos expresivas, mirando a la mesa del rincón.

Yo no soy un animal
que se calla por un pienso,
yo no soy un animal,
porque tengo en mis adentros
una disconformidad
que me sirve de alimento.

    El alcalde y los gañanes le jalean mientras los demás callan incómodos; todos han interpretado el cante como una afrenta rebelde y esperan expectantes la reacción del cacique. El forastero se pone de pie como un resorte y calla el tambor; su rostro trasluce indignación y su actitud violencia. Don Manuel tira de su brazo pero no consigue sentarlo ni calmarlo. Mi tío le sostiene la mirada y cierra los puños. Los gañanes lo retienen a duras penas. El ambiente se ha tornado tenso y proclive a la tragedia.
      Un cohete estalla allá en lo alto. «¡Viva santa Marina bendita....!, ¡vivaaaaa!». Todos salimos en tropel. La imagen adornada, colocada en lo alto de la parihuela y alzada por los mozos acaba de salir por el arco de medio punto. Suena la marcha real y las campanas repican incansables. Más cohetes. El calor es sofocante en este mediodía de julio. Otro año más.

9 comentarios:

  1. Ha vuelto a salir el autor valiente, de prosa impecable, que dice lo que quiere y que se reta a sí mismo con cada escrito.

    Estás describiendo con ojos fotográficos y corazón el ambiente de la República. Y todos lo vemos, y todos tememos por el tío del narrador: un torero a la fuerza por el hambre, el trabajo y la dignidad, especial simpatía; y a todos nos cae mal el "chulito de ciudad" aunque no haya dicho nada, aunque lo hayan provocado.

    Esa prosa que nos obliga a reflexionar mientras admiramos la belleza de las frases que se enlazan unas con otras sin tropiezos es lo que denota un escritor.

    Muy bien, Luis, éste es el camino.

    Un saludo.

    X

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  2. En este relato vuelvo a reconocer el estilo de sus primeros escritos y que yo creo que es el que domina; con el que sabe describir personajes y ambientes e interesar al lector.

    El ambiente del Casino, las tensiones latentes entre los personajes, el diálogo de fandangos...etc. está muy logrado, a pesar de que se corta en su momento álgido, dando paso a un desenlace festivo.
    También quiero que tenga en cuenta que comento el texto como relato, no como capítulo de una novela. Ya le dije que, en mi opinión, lo que mejor se le da es el relato breve de un hecho concreto donde usted maneja bien la poética de las emociones.

    Saludos
    ^^^^

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  3. Respuesta a X

    Estoy de acuerdo contigo en que es un buen relato y que en él volvemos a reconocerle.

    No obstante, no me atrevería a decir a nadie:
    "Este es el camino".Como lectores, creo que lo adecuado es opinar y sugerir, pero no marcar caminos.
    Vengo observando en algunos comentarios tuyos, algo así como una tutela que va más allá de la opinión. Es por eso que creí que conocías al autor y debido a la confianza, te atrevías a "marcarle caminos", e incluso a decirle que "nos mostrara su yo íntimo", algo que es exclusivo de uno mismo y que es lógico que no se muestre abiertamente a desconocidos.
    Cada uno tiene su forma de comentar, pero, a veces, me sorprende; y como iniciamos tertulia entre nosotros, me he permitido comentártelo.Espero que no te molestes.Tú también puedes decirme a mí tus impresiones.Bueno, si Luis nos permite el diálogo; al fin y al cabo esta es su casa.

    Saludos amistosos
    ^^^^

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  4. ^^^^
    Soy osada, quizá hubiera no debido "marcar caminos" a un autor en su propio blog; pero...no pude evitarlo. Perdón, Luis, por haberlo hecho.
    Leo este relato y me parece que sabe describir perfectamente, hasta hacernos sentirlos (para mí, lo mejor de él), la mezcla de sentimientos y entorno y a eso me refería en el comentario.
    Soy de la opinión de que quien no pone "tripas" en un texto, su propio yo íntimo, podrá hacer escritos correctos pero no involucrará al lector en ellos, serán fríos. Y, es una opinión subjetiva, los textos fríos no me dicen nada.
    No me molestan en absoluto tus comentarios, es más, me gusta tu conversación.

    Saludos.
    X

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  5. Excelente relato.Muy bien descrito el ambiente del casino: los juegos de cartas;las miradas codiciosas de gente ociosa hacia las mozas; el coqueteo de éstas;la jerarquización de la sociedad local y la sumisión que conlleva; las tensiones entre los personajes, por razones ideológicas y de posición social, que se manifiestan en los silencios, las miradas cruzadas, los insultos reprimidos, solo expresados en murmullo;el desafío indirecto en las coplas, como duelos verbales...Y todo esto en breves pinceladas. ¡¡Fantástico !!
    El diálogo de fandangos le da un sabor local y popular al ambiente del Casino.

    ¡¡Mi enhorabuena !!
    Es un placer poder disfrutar de tus dibujos de palabras.

    Fany

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  6. Hola X.Gracias por aceptar de tan buen grado mi comentario.A mi también me gusta conversar contigo; ya lo ves, aunque no quiero abusar de este espacio, que es de Luís.

    Me detengo en tus palabras:
    "Soy de la opinión de que quien no pone "tripas" en un texto, su propio yo íntimo, podrá hacer escritos correctos pero no involucrará al lector en ellos, serán fríos. Y, es una opinión subjetiva, los textos fríos no me dicen nada".

    Me gusta, como a ti,lo íntimo, lo pasional, lo que rezuma sentimientos... y si ellos coinciden con los míos, me emociono.
    Tú decías que lo que compartes con Luís es "la belleza y el equilibrio" de sus textos.
    Yo, en cambio, comparto sus ideas, su sentir, las emociones que desgrana en sus escritos,aun en aquellos en que su prosa no es perfecta.

    Pero, dicho esto,opino que un autor, como un actor, puede representar, perfectamente, amores, odios,nostalgias,emociones, que no salen de su "yo"; incluso que pueden serle ajenas. La Literatura es también el arte de crear estas sensaciones en el lector.
    De aquí me vienen las dudas sobre el verdadero sentir de un autor,cuando siento compenetración con lo que escribe. Si hay algo con poder de seducción, es LA PALABRA y EL DISCURSO que se teje con ellas.
    Distinguir realidad y ficción literaria, es muy dificil. Ya dijo Pessoa que "El poeta es un fingidor"; y eso se hace extensible a todo escritor.
    Eres vehemente; yo también; y, a veces no somos objetivos al hablar de "prosa impecable".
    En varios de los relatos de Luís, no lo es; pero nos dejamos llevar por la simpatía que nos provocan las cosas contadas con una aparente subjetividad, que, al fin y al cabo, es irrelevante para apreciar la obra en sí misma.

    Intentemos separar al autor de su obra.Un escritor puede seducir con las palabras y ser personalmente abominable, como lo era para mí, José Cela y para los franceses Ferdinand Celine.

    Luís, disculpe esta "ocupación" de su blog.Si lo considera abusivo, no lo publique. Está en su derecho, y no me molestaría.
    Saludos a los dos.

    ^^^^

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  7. Buenos días.
    Tengo una sensación incómoda por nuestra conversación en este blog; es como si nos apropiáramos de casa ajena. Agradezco la generosidad de Luis para dejarnos continuar con nuestra charla y el sillón que nos brinda al publicarla pero, no por ello, dejo de sentirme "en casa ajena".

    Frente a otro café, esta vez acompañado de galletitas con mantequilla (espero que os gusten a los que me acompañeis) reflexiono sobre realidad y ficción literaria.
    Me aproximo a tí pero con otro matiz, sin coincidencia (esto se ha convertido en algo habitual, ja, ja, ja).
    "Tú decías que lo que compartes con Luís es "la belleza y el equilibrio" de sus textos.
    Yo, en cambio, comparto sus ideas, su sentir, las emociones que desgrana en sus escritos,aun en aquellos en que su prosa no es perfecta".
    Hay ideas de Luis que comparto y otras no, pero lo que me hace leerlo es la belleza que se basa en el equilibrio que transmiten sus textos, en una paz dentro de sentimientos diversos y en emociones que me genera la, para mi, perfecta puesta en escena que acompaña acciones y personajes profundamente humanos.
    "Pero, dicho esto,opino que un autor, como un actor, puede representar, perfectamente, amores, odios,nostalgias,emociones, que no salen de su "yo"; incluso que pueden serle ajenas. La Literatura es también el arte de crear estas sensaciones en el lector".
    Sabemos que todo escritor es un mentiroso, lo que nos cuenta es mentira pero no (en el caso de que comunique contigo) debe serlo el transfondo.
    Cuando un autor describe un viaje en autobús parándose en un niño con unas características determinadas, me está diciendo algo de ese su yo interior. El no es un niño, puede que no tenga hijos ni los haya a su alrededor; pero él ha pensado, le ha emocionado, ha sentido a ese niño en un paseo, en una playa o en cualquier lugar. Lo que nos cuenta sobre él es el espejo de sus reflexiones o sentimientos, es, de alguna forma el autor con sus luces y sombras.
    No pasa así con los escritos de encargo (Javier Marías lo explicó muy acertadamente en el prólogo de uno de sus libros, "Cuando fui mortal") ni en escritores sin talento o ganas de comunicar SU verdad (en el sentido de cómo ve él al mundo y qué le interesa o le emociona o le indigna o desprecia...)
    Si un autor no quiere comunicarse conmigo o lo que le interesa me es ajeno...voy a otra conversación con otro autor y, creo, que todo lector se apoya en esta premisa; es por ello que hay escritores cuya excelencia es indudable y que nunca estarán en los anaqueles de nuestras estanterías y otros, a los que nunca estimamos, que, con el paso del tiempo, se hicieron nuestros amigos.
    Cre que, en este sentido, el BUEN escritor debe ser auténtico; de hecho es bueno por saber reflejarlo (otra cosa sería si esa autenticidad interesa o no a una parte de los distintos lectores).
    No es la simpatía que me produzca un autor lo que me hace leerlo, es su comunión conmigo; independientemente de la imagen o actuación que tenga en una sociedad. Muchas veces, y no sólo en autores, esas acciones no son más que las máscaras a modo de corazas donde se encierran por muy distintos motivos.
    "Intentemos separar al autor de su obra.Un escritor puede seducir con las palabras y ser personalmente abominable"
    No estoy de acuerdo, no es posible separar a uno de otro y que te guste. Sigamos con un ejemplo que pusiste: Cela. En una primera fase, sus obras reflejaban ternura, visión crítica de la sociedad...era él y sus sentimientos en una visión de lo que le rodeaba que coincidía con la mía o me obligaba a fijar la vista; luego cambió (porque la naturaleza humana es mutable) y, a mí, ese fondo que transmitía en sus obras (y que hacía patente en su "endiosamiento")dejó de atraerme. Todos coinciden, creo, que las primeras fueron excelentes; las últimas, no.

    No quiero apropiarme más de este blog aunque compartir opiniones contigo, si de mi dependiera, podría llevarme horas con sumo placer.

    Un saludo.
    X

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  8. Me ha gustado mucho la ambientación del Casino y sus gentes.¡¡ Enhorabuena!!

    También me han resultado interesantes los comentarios de los lectores y su intercomunicación.Sin embargo, tú no apareces.¿Hay una razón para ello?. Visito otros blogs y observo que el autor interviene.Claro que, a veces,lo hace de una manera formal, de cortesía,pero en otras ocasiones hay diálogos interesantes.
    Saludos

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  9. Excelente relato. Muy buena ambientación. Nos traslada al pasado de la "España profunda".

    Mi enhorabuena.

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