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7 de febrero de 2011

El robo

Es el día y el momento perfectos, había pensado. La calle está desierta. Todas las calles están desiertas a esta hora y me ha sido fácil saltar la valla, trepar por el olmo de la parte de atrás y entrar por la ventana del dormitorio. Todo está oscuro en la casa menos en la planta baja donde sus habitantes ven la televisión. Por la puerta entreabierta entra una tenue luz y el sonido apagado que suben la escalera. Con suerte, encontraré pronto las joyas y saldré por el mismo sitio sin que nadie se dé cuenta. Un trabajo limpio.
Aquí no hay nada..., aquí tampoco... Ropa, ropa, ropa. A ver..., esto es otra cosa..., esta caja de nácar..., ¡bingo! Acierto a ver un fugaz destello al levantar un codicioso puñado de piedras preciosas. La vacío entera en mi mochila y me dispongo a salir.
De pronto, se abre la puerta del baño y aparece la mujer cubierta con albornoz y una toalla en la cabeza. La sorpresa es mutua, pero, tras breves momentos, me anticipo y me lanzo a por ella. Trato de sujetarla al tiempo que intento taparle la boca. Consigo ambas cosas solo parcialmente. Sigo intentándolo. Tiene genio la puñetera. Por fin logro inmovilizarla sobre la cama. Escucho... Algún ruido debe haberme delatado abajo, pero hay silencio... Está tensa aunque ya no briega, no sé si porque recupera fuerzas, espera un mejor momento o se ha rendido. La semioscuridad me impide ver el terror de sus ojos y a ella el miedo que hay en los míos pero noto en mi pecho su corazón agitado.
Sin querer, me sorprendo reaccionando al atractivo calor perfumado de su cuerpo. Trato de evitarlo pero no puedo. Intuyo que ella también lo nota porque pierde tensión su tenaza. Dudo un momento. Después libero lentamente su boca. ¡No grita! Siento en mi cara su respiración caliente. Una atmósfera nueva se apodera del entorno. Expectante. Curiosa. Anhelante. Rebelde. Rompedora. Aventurera. Perversa. Liberadora. Inmoladora. Exclusiva. Excluyente. Aislada. Espacial. Única.
Mis manos descubriendo senos y cintura.
Sus dedos peinando mis cabellos.
Sus besos buscando mis besos,
sin encontrarnos en la mirada.
Entro en su intimidad lentamente,
Y me envuelven los violines del Danubio
y el rumor del adagio de Albinoni.
Y bailo con Pavlova o la Fonteyn
con las notas armoniosas de Schaikovsky
Y las paletas de Toulouse y de Pissarro
me ofrecen pinceladas de colores
lapislázuli, grosella y verde musgo
para que siembre las aguas de nenúfares
y me vuelva a impresionar al amanecer
como los genios rebeldes de Montmatre o Pont-Avent.
Y, mientras me arrullan a coro el jazmín y el azahar
y acompasan la yerbabuena, el tomillo y el romero,
me remonto como un águila real
y atravieso con el sol el mar océano,
y contemplo los corales caribeños
y saludo a los tepuys venezolanos
y aspiro con fruición la bruma vespertina
del inmenso pulmón de la selva brasileña.
Ahora desciendo en picado
y planeo a ras de agua como hiciera el paraná
y ya, en el borde mismo del abismo,
me entrego entero yo
al vértigo de la altura, del sonido y de la espuma
que produce en su caída el agua grande guaraní.

Luego silencio..., silencio sudoroso... laxitud... playa marbellí, de luna llena. Manzanilla y guitarra, que canta Camarón por bulerías y un niño de pecho llora al alba... Silencio..., silencio..., silencio sudoroso y laxitud...

«¡Gooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooool.»
«¡Gooooooooooooooooooooooool, de Iniesta!»

Doy un brinco. Me deshago de sus brazos, aún pródigos en caricias, cojo la mochila y me asomo a la escalera. Un hombre bajito y calvo, con bufanda y gorro rojigualdas, está allá abajo, sentado en un sillón delante de una mesa llena de latas de cerveza y un gran cenicero repleto de colillas. Al frente una estridente televisión a la que no le quita ojo. Está tan absorto que me aventuro a bajar y, a pasos quedos, pasando por detrás, me dirijo a la puerta de la calle. La abro silenciosamente y, antes de salir, me vuelvo. Un beso al vuelo y una sonrisa me llegan desde arriba.

Las calles ya no están desiertas. Comienzan a llenarse de coches tocando el claxon y gente gritando y ondeando banderas... «¡campeones, campeones, oeoeoeeee!»





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