El paseo marítimo de Torremolinos está lleno de guiris. Los innumerables chiringuitos de antaño, casa Guaqui, Antonio, casa Julián, la Coquina... han sido progresivamente sustituidos por tiendas de cosa raras y, de la noche a la mañana, han aparecido palmerales centenarios donde antes solo había arena y pateras varadas con los aparejos dispuestos para hacerse a la mar al amanecer.
El paseo no es relajado, hay que estar atentos para esquivar muchachas y tíos talludos que con un muestrario de aparatos protectores colocados por el cuerpo, sortean a los paseantes a toda velocidad subidos en patines silenciosos.
Artistas marginales tallan en la arena húmeda castillos y dragones, cada vez más sofisticados, procurando arrancar de la sensibilidad de los viandantes unas monedas para seguir malviviendo. Pero al menos crean en libertad, lo que les parece y le viene en gana, no como los dibujantes que han montado sus caballetes en el paseo, junto al pretil que los separa de la arena. Algunos, pocos, trazan a carboncillo o a pastel un rostro parecido al de una sonriente y estática chiquilla que posa sentada a su lado rodeado de curiosos que comprueban, en vivo y en directo, la pericia del artista. Otros, a la espera de modelo real, aprovechan el tiempo copiando de una foto el rostro bobalicón de algún infante por encargo de sus padres que creen debe ser inmortalizado. Con gesto serio y concentrado, miran alternativamente modelo y cartulina y dejan impronta de su quehacer artístico difuminando y disimulando con el quinto dedo los trazos inseguros del pastel o del carbón.
No tienen libertad de acción ni de interpretación; deben reproducir con la mayor fidelidad posible lo que tienen ante sus ojos. Un motivo impuesto, sin aportar nada personal. Solo un alarde técnico, una modesta exhibición de su habilidad para arrancar unas monedas y quizás una lacónica aprobación dicha en voz baja «es verdad que se parece». Arte sin libertad, artesanía, mercantilismo basura, ausencia de sentimiento y de belleza emocional...
Pienso en mis escritos, en mi blog, en el rincón privado donde vuelco mi pensamiento de vez en cuando. También a mí, como a los dibujantes del paseo, se acercó hace poco un lector anónimo y me conminó a escribir un epitafio a una persona recientemente desaparecida, supuestamente conocida de ambos. Debía, además, hacerlo pronto y no como yo pudiera verla sino como él cree que es: bella, buena y generosa, pues así son todos los que desaparecen. Confieso que mi perplejidad inicial me hizo abocetar y publicar un texto preñado de indignación que el finado seguro no merecía. Como me sentía algo sucio, y así me lo ha hecho saber algún lector, decidí retirar el escrito y dar carpetazo olvidando el asunto.
Pero la visión de los dibujantes playeros me lo ha traído a la memoria. Por un momento, me he visto ante el caballete del ordenador y con los pinceles del teclado dispuesto a escribir relatos a medida y me ha divertido la idea de ofrecer a mi anónimo lector mis aptitudes narrativas para la confección de una historia a su medida. Naturalmente, atendiendo mi correspondiente minuta.
Procedería así: Después de informarme de los hechos concretos que pretende ensalzar, le ofrecería distintas posibilidades de realización del producto: historia larga (más de 20 capítulos), mediana (entre 10 y 20) y relato corto (menos de 10); a más capítulos más precio, como es natural, con excepción del microrrelato, donde se valora más la capacidad de síntesis que la abundancia de palabras. También el coste estaría en relación directa con el número de personajes a incluir. En cuanto al ambiente del relato, daría a escoger entre ciencia ficción, romántico suave, empalagoso, tragedia, novela negra, cómica... Y, lo importante: un final feliz, triste, trágico, hiperrealista, continuador, enigmático... Si quisiera un epílogo con mensaje aleccionador debería pagar un plus añadido.
Es divertido imaginarlo, pero pienso que es triste que haya necesidades emocionales que no puedan ser expresadas por falta de capacidad; y también lo es tener que convertir la creación artística, el arte, en una artesanía que debe prostituirse por necesidad vital. ¡Ah de aquellos que pueden permitirse el privilegio de crear en libertad..., aunque lo creado no merezca aplauso!
Publicaré esto en mi blog, porque, pudiéndomelo permitir, así me lo pide el cuerpo.
Hola, está bien chévere tu blog, me tomé el atrevimiento de estar por aqui, mirando.
ResponderEliminarUna buena reflexión sobre la creación artística.Buena y polémica al mismo tiempo.Crear en libertad o por encargo.Crear o reproducir una obra.Todas estas modalidades artísticas se han dado y se dan, y para todas ellas se necesita una técnica adquirida mediante un largo aprendizaje.
ResponderEliminarPero, el espíritu creador, es ,además y sobre todo, un don; un regalo natural, que se muestra a muy temprana edad.
Hay gente muy creativa, pero sin técnica que no puede crear un objeto bello. Y gente con técnica, pero sin imaginación, que solo puede copiar más o menos fielmente.
Pero el auténtico arte requiere de ambas cualidades y de su libertad de expresión.Cuando una obra se gesta en la intimidad del artista, trasmite una belleza preñada de emociones y sentimos que algo palpita en nuestro pecho.
No obstante,hay obras de arte del pasado, realizadas por encargo que son universales y nos siguen cautivando,porque el autor se apropia de la idea, la siente suya y la devuelve trabajada en el crisol de su genialidad artística.
Volviendo a tu relato, lo mismo opino sobre el arte de escribir. Si el autor no siente la emoción del momento, no puede trasmitirla al lector.Me gustan tus escritos porque me provocan sentimientos parejos a los tuyos.
Tal vez he hecho un comentario desordenado y demasiado extenso.Es que me he sentido inmersa en el tema porque soy muy sensible al arte.
Saludos.
Fany
PD.Micro-relato, o micorrelato.( aunque acabo de consultar el DRAE y me indica que nin guna de las dos existe. Tal vez sí exista en la nueva normativa).
Se te ha pasado por alto:
ResponderEliminar"micro-rrelato"
micro-relato o microrrelato creo yo que sería lo correcto.
Saludos.
Fany