10 de febrero de 2011

Casting

Llevo toda la mañana auditando a jóvenes promesas. Es un auténtico coñazo aguantar tanto niño vulgar que los memos de sus padres tienen por Beethoven, Chopin o Franz Liszt. Pero tengo que encontrar algo parecido a un niño prodigio para el anuncio de la pasta.

Ya queda poco. Éste y el último, el recomendado del jefe, el hijo de este iluso que se sienta aquí detrás y no hace más que restregarse las manos y suspirar.

¡Siguiente!

Un chaval de unos diez o doce años, larguirucho, de nariz ganchuda y orejas de ratón, se sienta tímidamente al piano. Tras unos instantes de vacilación ataca el teclado con impetuoso arrojo.
Su actuación duró más de dos minutos, durante los cuales destrozó, deliberadamente, la armonía más elemental. Es imposible que alguien pueda hacer tanto ruido desagradable en tan poco tiempo.

Cuando terminó el suplicio se hizo un silencio sobrecogedor. No sabía qué decir. Desde atrás, el padre de la criatura me tocó en el hombro y me susurró en voz baja.

¿Qué le parece la ejecución?

Lo pensé un momento.

¡Hombre! Un par de guantazos sí se merece, pero... ejecutarlo... me parece excesivo, la verdad. ¿Por qué no lo orienta por la escritura?, quizás...

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